En el local número 73 de la nave I-J de la Central de Abasto de la Ciudad de México no sólo hay frutas y verduras de temporada. El puesto también alberga cientos de libros que pueden ser el pilón de las compras.
No hay libreros. Las cajas de cartón y los huacales de madera que algún día transportaron racimos de uvas y pencas de plátanos hoy resguardan las obras.
Entre las cartulinas fosforescentes que anuncian el precio por kilo, resalta una lona en la que aparece un insecto sobre una cama. Es Gregorio Samsa, un comerciante de telas que mantiene a su familia, hasta que trata de levantarse para ir a trabajar y no puede por su transformación.
El personaje principal de La metamorfosis, obra de Franz Kafka, inspiró el nombre de la biblioteca que administran cuatro de los cinco hermanos Tentle. Además, optaron por nombrarla de esta forma porque uno de ellos se llama Gregorio.
“Mi hermano Luis le puso así. Luego me decía que yo era como Gregorio Samsa, porque según era muy trabajador”, menciona el locatario.
Gregorio, Luis, Carlos y Verónica sólo estudiaron la secundaria. Desde la adolescencia ayudaron en el negocio de su padre, quien primero fue diablero y después locatario.
Los Tentle llegan a las 05:30 de la mañana al local y cierran a las 05:30 de la tarde. La jornada de 12 horas se sobrelleva con mangos, su fruta preferida, y sus libros favoritos. “Como decía Jaime Sabines, estoy en el trabajo más antipoético del mundo: el comercio. Pero le agarra uno gusto después de tanto tiempo. Me gusta de la Central de Abasto que encuentra uno de todo y de todo tipo de gente, vienen hasta extranjeros”, expresa Gregorio Tentle, quien desde los 12 años se dedica a esta labor. Su hermana Verónica se incorporó a los 13 años de edad.
La metamorfosis de Gregorio Samsa
El 1 de diciembre la biblioteca cumple cinco años de dar servicio. En casi un lustro ha crecido en libros y los fundadores esperan los mismos resultados en cuanto a los lectores.
La idea de tener una biblioteca en la Central de Abasto se le ocurrió a dos “marchantitas”, Lorena y Roxana, quienes se dieron cuenta del gusto por la lectura que tienen los trabajadores del local 73. Gregorio Tentle asegura que a la fecha son clientas frecuentes.
“Ellas dos propusieron la idea de que se hiciera una biblioteca, donaron libros, fichas bibliográficas e hicieron el catálogo, así como el reglamento. Gracias a ellas tenemos este proyecto”, comenta Verónica Tentle.
La Biblioteca Gregorio Samsa inició con 200 libros y ahora son cerca de mil gracias a las donaciones de los usuarios. “Vienen clasificados como infantiles, superación personal y novela. Con el tiempo se fueron añadiendo más donaciones que la gente nos trajo y ahora ya hay de cocina, enciclopedias, historia, arte, arquitectura”, explica la locataria.
“Pregunte sin compromiso” es un pregón que aplica en el préstamo, pues los libros no se magullan ni la fruta. De acuerdo con el reglamento, la biblioteca funciona con un sistema de honor, es decir, lo único que tiene que hacer la persona que quiera llevarse un libro es registrar su nombre en una tarjeta y comprometerse a cuidarlo y devolverlo en 10 días; no hace falta identificación.
“Nosotros tenemos confianza en que sí nos van a regresar el libro, sin ningún requisito, más que el honor de su palabra. Pero así como algunos no los devuelven, otros nos siguen trayendo más”, afirma Gregorio.
Tan sólo durante el tiempo de la entrevista, dos clientas ya han realizado un préstamo. Los comerciantes revelan que los adultos son quienes más se interesan en su biblioteca.
“Quisimos abrir un espacio para que más gente que no tuviera los recursos pudiera acceder a un libro sin ningún costo y sin tanto requisito”, dice Verónica.
Locatarios y bibliotecarios a la vez
Juan Montellanos es trabajador del local 73 desde hace 10 años. En entrevista, narra que cuando era estudiante no tenía oportunidad de leer y ahora aprovecha la Biblioteca Gregorio Samsa.
Además de alentar a los visitantes de la Central de Abasto a que compren en su puesto, funge como un bibliotecario.
“Me agrada mi trabajo de despachar a la gente y me da mucho gusto porque la clientela me pregunta de qué se trata un libro y así se aprende algo nuevo”, platica.
Papillon, del escritor francés Henri Charrière, fue uno de los primeros libros de los que disfrutó Juan Montellanos en esta biblioteca. Trata de las memorias de su encarcelación por un crimen que no cometió, sus intentos de fuga y la forma en que recuperó la libertad. Se identifica con el protagonista porque sale adelante.
“Es un compromiso tener presentes los títulos de los libros, saber de qué se tratan para recomendarlos”, comenta.
A Verónica le gusta Kane y Abel, del escritor británico Jeffrey Archer. Platica que leyó este libro cuando iba a cumplir 15 años y la vida y muerte de los dos personajes principales la hizo llorar. “Cada libro te enseña algo, puedes conocer cosas maravillosas, explorar países que a lo mejor por recursos económicos no podrás conocer, un autor te lleva a conocer mundos reales o mágicos”, promueve la locataria.
Gregorio disfruta de las publicaciones de escritores latinoamericanos como Mario Vargas Llosa y Gabriel García Márquez, o de Los Miserables, pero su favorito es La Ilíada.
“Me gusta por todas las aventuras que tiene. Desde niño me gustó, porque donde quiera escuchaba los nombres griegos y quería saber de ellos. La lectura nos quita de muchas dudas, tenemos más conocimiento y estamos más abiertos a dialogar”, dice Tentle.