“La vida empieza a los 50”, decía la playera del periodista Javier Valdez el 14 de abril de 2017. En Casa Refugio Citlaltépetl hay una fotografía de él en ese día: sonríe mientras sopla las velas del número cinco y el cero sobre su pastel de cumpleaños.
“Lo mataron poco tiempo después, para él la vida terminó a los 50”, menciona María Cortina, quien dirige este recinto de la Secretaría de Cultura de la Ciudad de México, en entrevista con Reporte Índigo.
Un mes después de cumplir 50 años, el 15 de mayo de 2017, Javier Valdez fue asesinado. Su cuerpo con impactos de bala quedó a metros de las oficinas de Ríodoce, semanario que fundó en su natal Culiacán, Sinaloa.
“El periodista de Ríodoce, Javier Valdez Cárdenas, fue asesinado hace unos momentos por la calle Vicente Riva Palacio, entre Ramón F. Iturbe y Epitacio Osuna, de la colonia Jorge Almada”, reportó la redacción a las 12:45 de la tarde.
El autor de la columna “Malayerba” conducía un auto Toyota Camry, color vino, modelo 2012, cuando lo interceptaron y le dispararon 12 veces con dos armas distintas.
“No tenemos ninguna duda, quien ordenó el crimen pidió a los sicarios que se aseguraran del objetivo. Es un golpe demoledor para nosotros, para su familia, pero también para el periodismo, el sinaloense, el mexicano, sobre todo ese que investiga, escribe y publica en libertad”, afirma el editorial “Hoy nos pegaron en el corazón” publicada por el semanario el día del asesinato.
Ríodoce surgió en febrero de 2003 con el objetivo de hacer periodismo local sobre Sinaloa, parte de su cobertura son temas de narcotráfico. La última columna de Valdez se tituló “El licenciado” y fue publicada el día de su homicidio.
Han pasado mil 460 días de impunidad; es el conteo que a diario se actualiza en la página riodoce.mx en una ilustración en la que aparecen el sombrero y los lentes que caracterizan al periodista. Pertenencias como estas forman parte del acervo del Memorial Javier Valdez.
La biblioteca de Javier Valdez
“Los días 15 son siempre tristes y difíciles”, expresó Griselda Triana, viuda del autor de Miss Narco, según el boletín emitido por la Secretaría de Cultura. Pero ese era distinto: no sólo se cumplían 18 meses de que su esposo había sido asesinado, también era la inauguración del Memorial Javier Valdez, en su honor.
La noche del 15 de noviembre de 2018, un listón rojo estaba frente a las puertas de cristal y paredes blancas hasta que fue cortado por la pareja del periodista, quien estuvo acompañada por sus hijos Francisco y Tania.
“La casa se llenó. Vinieron verdaderos defensores de la libertad de expresión, muchos colegas a estar con la familia de Javier, de instituciones nacionales e internacionales”, recuerda María Cortina.
De un lado del memorial hay una fotografía de Javier Valdez con camisa roja y una fila de periódicos. Del otro, está una placa negra con plateado firmada por la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
“Para que el crimen contra su persona, contra la libertad de expresión y contra el derecho a la información no quede en la impunidad”, dice el grabado.
La familia Valdez Triana donó objetos como la gorra de los Pumas que a veces el periodista sustituía por el sombrero; las credenciales de medios de comunicación y las acreditaciones de prensa de quien publicó en El Sol de Sinaloa, El Diario de Sinaloa, Noreste, Gatopardo y Emeequis; sus libretas de taquimecanografía y las plumas con las que escribía; el celular de las coberturas; la tarjeta que entregaba a las fuentes para que lo contactaran por correo electrónico o teléfono; y hasta el vaso old fashioned con la botella de whisky que el columnista ya nunca se terminó.
“Falleció el papá de Javier Valdez y aprovechamos que estuvimos allá unos días y trajimos los libros; fue difícil, porque te desprendes de las cosas que él amó. También consideramos que era importante que estuviera parte de su música, sus discos, fotos”, cita un boletín a Griselda.
En efecto, está 19 días y 500 noches, de Joaquín Sabina, y fotografías con los escritores Elena Poniatowska y Juan Villoro, el retrato de cuando entrevistó a su colega de La Jornada, Blanche Petrich, o de cuando presentó su libro Narcoperiodismo.
“Esta fue una iniciativa que no fue nuestra, sino de la propia familia que generosamente, y siguiendo esta solidaridad que siempre tuvo Javier, se acercó a nosotros. A su compañera Griselda Triana le habíamos pedido que colaborara con nosotros con el tema derecho a la información, a la verdad, libertad de expresión, y cuando regresó con sus dos hijos de un viaje a Culiacán, la primera vez que iban tras el asesinato, nos dijo que había sido muy duro, pero que quizá lo más difícil fue ver la soledad de los libros de Javier Valdez”, cuenta Cortina.
Triana le propuso que la planta baja de la Casa Refugio Citlaltépetl, que inicialmente iba a ser una librería, se convirtiera en una biblioteca especializada en periodismo. Si bien hay obras literarias, destacan autores como Ryszard Kapuściński, Julio Scherer, Marco Lara Klahr, Marcela Turati y Anabel Hernández.
“Son alrededor de 400 libros los que han logrado Griselda y sus hijos traerse, incluido este de cuando ya lo habían asesinado que es Periodismo escrito con sangre. El único libro que no es de su biblioteca ni de él es este de Daniela Rea y Pablo Ferri, porque fue el primer Premio de Periodismo Javier Valdez Cárdenas”, explica Cortina sobre La Tropa.
Editoriales en las que publicó el periodista como Jus y Penguin Random House mandaron su acervo; incluso Proceso envió sus revistas empastadas. La invitación está abierta para seguir enriqueciendo la biblioteca.
“Ahí hay un cuaderno que pusimos Griselda y yo para que le dejen un mensaje a Javier Valdez. Los libros que han llegado, muchos de colegas o escritores, se los dedican como si estuviera vivo”, revela Cortina.