Orson Welles: Los años perdidos
Antes de exclamar “¡Acción!” en un set de filmación y consagrarse a los 26 años de edad con “El Ciudadano Kane”, George Orson Welles recorrió distintas actividades artísticas y no siempre con la facilidad en la vida.
Hoy, a un centenario de su natalicio, al cineasta se le considera como uno de los grandes narradores fílmicos de todos los tiempos, y aunque no siempre tuvo talento en el celuloide, Welles demostró aptitudes artísticas desde temprana edad.
Hidalgo NeiraAntes de exclamar “¡Acción!” en un set de filmación y consagrarse a los 26 años de edad con “El Ciudadano Kane”, George Orson Welles recorrió distintas actividades artísticas y no siempre con la facilidad en la vida.
Hoy, a un centenario de su natalicio, al cineasta se le considera como uno de los grandes narradores fílmicos de todos los tiempos, y aunque no siempre tuvo talento en el celuloide, Welles demostró aptitudes artísticas desde temprana edad.
El también histrión nació en el norte de Estados Unidos, en Kenosha, Wisconsin, en la cuna de un matrimonio modelo, conformado por Richard Hodgdon Welles y Beatrice Ives, inventor y pianista respectivamente.
Gracias a la influencia musical de su madre, el pequeño Welles encontraría interés en dedicarse a ese oficio desde temprana edad, pero el destino le tenía en otro propósito.
Sus padres se separaron cuando Orson tenía cuatro años, se movieron a Chicago donde permaneció junto a su madre, quien falleció en 1924 de hepatitis, Welles solo tenía nueve años.
Su padre se volvió alcohólico después del divorcio, aprovechando su vena de inventor y viviendo de las regalías que esto le ofrecía, Welles se vio orillado a vivir con su progenitor y empezaron una vida errante, en donde inclusive pisaron tierras jamaiquinas.
Estos tropiezos en la etapa juvenil del cineasta le excluyeron de una educación propiamente formal, y cuando llegó a estar en el aula, se decía que era cleptómano.
No fue sino hasta 1926 que entró al instituto privado para varones, la Escuela Todd en Woodstock, Illinois, donde su vida cambiaría de orientación. Ahí el profesor Roger Hill enfocó las inquietudes de Welles para que aflorara su creatividad artística y se evocara a realizar sus intereses.
Orson empezó a realizar montajes teatrales, e hizo uso de la estación de radio que se encontraba en las instalaciones del instituto, ahí transmitiría al mundo su primera adaptación radiofónica la cual fue de “Sherlock Holmes”.
Su padre falleció en 1930, cuando Welles tenía 15 años.
Tuvo la libertad de escoger a su tutor según el testamento del difunto, y le pidió a Hill su representación legal, pero el director de la Escuela Todd declinó, por lo que Orson se acercó a Maurice Bernstein, antiguo amigo de la familia Welles.
Un año después se graduó del instituto y eran tales sus notas que se le premió con una beca en la Universidad de Harvard, pero el joven decidió viajar. Al volver a Chicago y estudiar unas semanas en el Instituto de Arte de la ciudad, el pintor Boris Anisfeld le empujó para que siguiera por el camino de la pintura. Pero Welles quería más y con la herencia se fue a Europa.
Talento multifacético
Durante su brinco al Viejo Continente Welles intentó colarse a las producciones de teatro en Londres, pero donde sí logró audicionar fue en el “Gate Theatre” de Dublín.
Entre otras anécdotas se sugiere que el director de cine pisó Marruecos y España donde luchó en una plaza de toros. Lo que es bien sabido es que Welles regresó al país ibérico durante el resto de su longevidad, entablando una raíz que perdura hasta nuestros días, ya que sus restos mortuorios permanecen en Ronda, España.
Otra de las artes que Welles persiguió y aprendió fue el ilusionismo. En su niñez de la mano de Harry Houdini memorizó sus primeros trucos, y a lo largo de su carrera actoral replicó el arte. Tal es el ejemplo en “Black Magic” (1949), donde interpreta al Conde Cagliostro famoso prestidigitador del siglo 18.
Inclusive tuvo su propio espectáculo en 1943 con la compañía teatral que fundó “The Mercury Theatre”. El repertorio financiado por el mismo Welles tenía por título “The Mercury Wonder Show”, y su nombre de ilusionista era “Orson, el Magnífico”.
Encuentro de ilusiones
Es el año de 1976 en París, Francia. Un hombre enorme, envuelto en una gran capa negra entra en el pequeño restaurante llamado “Chez Le Loup”. Tiene por costumbre comer ahí una vez por semana. Toma su mesa habitual. Otra persona lo observa desde otra mesa.
La noche que se toparon no fue una casualidad, el observador indiscreto le había seguido las huellas al hombre de la capa negra hasta ese rincón parisino. El encuentro de dos genios estaba por darse: Orson Welles y Alejandro Jodorowsky.
El chileno se encontraba desarrollando su nuevo proyecto “Dunas” y quería fervientemente la participación del estadounidense en su película. Sin lograr convencer en la primera instancia al voluminoso actor, jugó una carta maestra.
“Señor Welles, durante el mes que durará la filmación de su papel, prometo contratar al cocinero jefe de este restaurante, quien cada noche le preparará todos los platos que usted pida, acompañados de los vinos y otros alcoholes de la calidad y cantidad que a usted se le antoje”. Con una gran sonrisa aceptó firmar el contrato.
Lamentablemente al igual que las ambiciosas producciones de Welles, la de Jodorowsky también tuvo un final trágico, quedando a medio camino de la fábrica de ilusiones.
Confesiones Orwellianas
Y es que según las propias palabras de Orson Welles, su gran aportación a “El Ciudadano Kane” fue la ignorancia.
“No sabía que había cosas que no se podían hacer”.
En su debut como director de cine obtuvo lo que casi ningún cineasta de la época –y de cualquier otra– obtiene: Libertad total sobre su película. Tenía apenas 26 años.
Sería la última vez que tendría esa libertad creativa sobre sus cintas; este hecho acabaría marcando el resto de su carrera.
“Si alguien me volviera dar un contrato como el de ‘Ciudadano Kane’, podría hacer una película mejor que aquella, pero nunca me han dado una segunda oportunidad”, dijo en vida.
El director dejó proyectos inconclusos en la tinta, producciones del calibre de “Don Quijote” de Cervantes, “El mercader de Venecia” de Shakespeare, “El corazón de las tinieblas” de Joseph Conrad, entre otras, fueron cintas que solo rodaron en su imaginación.
Exiliado del mundo de la farándula, el corpulento actor y realizador vivió a la sombra de su mayor éxito insuperable el resto de su vida: “El ciudadano Kane” nunca le dejó en su carrera.
Controversial por su vida privada –más pública que secreta– fue un ávido crítico a la segregación racial estadounidense, negado a la religión y con un toque ateísta evadía las preguntas que le acosaban a sus creencias.
El cineasta tuvo su deceso la madrugada del 10 de octubre de 1985 en Los Ángeles, el miocardio se cansó de esperar segundas oportunidades de éxito.
El hombre de barba espesa no volvería de nuevo a su comida semanal en las calles de París.
Welles y la cinta perdida
Erróneamente como se conoce, la primera dirección cinematográfica de Orson Welles no fue la reconocida cinta “El Ciudadano Kane”, previamente ya había realizado tres intentos de corta duración: “Hearts of age” (1934), “Too much Johnson” (1938) y “The green goddess” (1939).
El primer título es tan popular que hasta se puede ver en YouTube, pero “Too much Johnson” no corrió con la misma suerte ya que este mediometraje de 40 minutos se creía completamente perdido, pues Welles declaró que la única copia existente había sido devorada por un incendio en su casa de Madrid.
También se ha dicho que nunca se tuvo una edición final del segundo filme de Welles, y que solo pudo exhibirse en una sola ocasión, –en la que no tuvo la aceptación del público–. Además, Paramount Pictures era dueña de los derechos del material filmado, e impidió a Welles exhibirlo de nuevo.
Pasó el tiempo y Welles le perdió interés al proyecto que nació como un experimento de filmar a actores que representaban una obra de Willam Gillette, el cual nunca le cedió los derechos al cineasta para ser rodada la representación, otro motivo por el que se enlataría esta cinta.
A 75 años de haberse filmado, una copia de “Too much Johnson” fue encontrada en Pordenone, Italia, que para suerte del difunto realizador, este pueblo tiene como sede el “Giornate del Cinema Muto”, que es un festival de cine mudo.
De hecho, en octubre de 2013, este festival estrenó la cinta restaurada y redescubierta en 2008.
En agosto del 2014 la obra completa de 66 minutos se liberó en línea por la Fundación Nacional de Preservación Fílmica, misma que sigue disponible en el sitio Web de la organización de manera gratuita.