En México, tembló el 19 de septiembre de 1985 y después el mismo día pero de 2017. Hubo un sismo el 7 de septiembre de 2017 y otro en la misma fecha este 2021. Pero no, no se trata de que sea el mes preferido por los sismos ni mucho menos su temporada.
“El hecho de que en la memoria colectiva esté septiembre no quiere decir que esto no haya pasado en otros meses”, dice Manuel Aguilar, doctorante en Ciencias de la Tierra, en entrevista con Reporte Índigo.
En un análisis de 175 temblores ocurridos entre enero de 1900 y septiembre del 2021, con información del Servicio Sismológico Nacional, el maestro en Ciencias de la Tierra comprobó otras coincidencias. Por ejemplo, el 18 de abril se han registrado tres eventos sísmicos: en 1902, en Chiapas, de magnitud 7.5; en 2002, de magnitud 6.5 y epicentro en Guerrero; y en 2014 volvió a originarse otro temblor en la entidad guerrerense de magnitud 7.2.
Asimismo, el 7 de junio de 1911 ocurrió un sismo de magnitud 7.6 en Michoacán que concuerda con un acontecimiento histórico.
“Es famoso porque fue el día en que Francisco I. Madero llegó triunfante a la Ciudad de México porque renunció Porfirio Díaz a la presidencia de la nación después de una dictadura de más de 30 años en el poder”, expresa Aguilar.
También el 7 de junio, pero de 1976, hubo otro temblor localizado en las costas de Guerrero con magnitud de 6.5. Seis años después, en la misma fecha pero de 1982, ocurrieron dos sismos con una diferencia de cuatro horas con magnitudes 6.9 y siete, respectivamente.
“En realidad estas coincidencias han existido a lo largo de todo el tiempo, no corresponden únicamente con el mes de septiembre”, insiste el experto.
Los sismos en México
El territorio nacional mexicano es complejo porque en él convergen las placas tectónicas de Norteamérica, Rivera, de Cocos, del Pacífico y de El Caribe.
“Buena parte de los sismos que se registran en el país ocurren en el contacto de estas placas o en las placas mismas. A eso le debemos que México sea un país sísmicamente activo”, menciona Manuel Aguilar, ingeniero en Geofísica.
El especialista explica que un temblor, por definición, ocurre cuando grandes masas de roca que están en el interior de la tierra se rompen y esto libera energía de manera súbita que se propaga y ocasiona el movimiento.
“Lo único que nos queda a nosotros es hacer conciencia de que vivimos en un país sísmicamente activo y que debemos estar preparados al respecto”, refiere Aguilar.
En México tiembla todo el tiempo. Pero el hecho de que la gente no perciba los sismos no quiere decir que no sucedan.
“A diario ocurren sismos de magnitud tres, cuatro, que son súper chiquitos y no somos capaces de sentir, pero están sucediendo”, añade.
La percepción de los movimientos telúricos tiene que ver con su magnitud e intensidad.
“La magnitud es una cantidad que es adimensional, es decir, no se dice ni grados Richter ni nada, únicamente decimos el número. Y lo que trata de cuantificar, de incluir en su cálculo, es el tamaño del evento y la cantidad de energía que se libera”, agrega.
Mientras que la intensidad está relacionada con qué tan severo es el movimiento según cercanía o lejanía del evento sísmico.
Zonas sísmicas de la CDMX
El 28 de julio de 1957 hubo un sismo de magnitud 7.8 localizado cerca de San Marcos, Guerrero que provocó la caída del Ángel de la Independencia en la Ciudad de México. Esta entidad cuenta con diversos mapas de peligros geológicos, entre estos uno de zonificación sísmica.
“Nace a partir del gran terremoto de 1985 de magnitud 8.1. Se han hecho muchos esfuerzos para lograr este mapa, que fundamentalmente lo que nos dice es que existen tres zonas en las cuales se puede dividir a parte de la Ciudad de México, según sus propiedades físicas”, indica Manuel Aguilar.
En la zona dura hay rocas en las partes más altas de la cuenca del Valle de México.
“Se espera que la amplificación de las zonas no sea tan importante pero eso no exime que los sismos no se sientan”, advierte el especialista.
En contraste, en la zona donde anteriormente estaban los lagos de Texcoco y Xochimilco quedan depósitos lacustres, suelos muy blandos que tienen un contenido de agua importante y favorecen la amplificación de las ondas.
“Me fui a los extremos pero también tenemos una zona dos, o de transición, y lo que representa son características intermedias y vamos pasando de lo duro a lo blando”, comenta.
A nivel nacional, la Ciudad de México está localizada en la zona B o intermedia, donde se registran sismos no tan frecuentemente. La capital del país no siempre es epicentral pero sí es receptora de los temblores.
“La obligación que tenemos como ciudadanos es crear esta conciencia de que ha habido sismos importantes en la Ciudad de México y que al día de hoy no hay forma de predecir eventos sísmicos ni con la teoría ni la instrumentación que tenemos, pero sí podemos estar preparados para cuando ocurren”, invita.
Estar informados sobre cómo actuar en un terremoto es un primer paso. Para ello, el estudiante de posgrado es aliado de una iniciativa de divulgación científica en materia de sismología llamada Seismology is the wave, traducción literal de la frase “la sismología es la onda”.
“Así nos pueden encontrar en Facebook, Twitter e Instagram. La idea nace de que creímos que explicar con contenido divertido estos conceptos para la población en general. Al principio éramos tres y a lo largo del tiempo se nos han sumado más personas, actualmente somos seis. Las redes digitales ofrecen una gran oportunidad, así como se comparte información que muchas veces no es útil, también podemos darle la vuelta”, sostiene.
Sismología con carritos. Tal vez así quede más clara la idea. ?#SeismologyIsTheWave#LaSismologíaEsLaOnda pic.twitter.com/sXd3VhZEYX
— Seismology is the wave (@SeismoIsTheWave) September 15, 2021