La desestabilización sociopolítica que actualmente vive Venezuela es producto de una constante que ha ido en crecimiento desde hace décadas. Hugo Chávez murió, pero su pensamiento sigue vivo a través de Nicolás Maduro, y esto persiste sin que importe la orden de recompensa emitida por Estados Unidos en la que se le acusa de narcoterrorismo y corrupción.
A la par del conflicto chavista, existen células armadas que toman la ley a su modo, y su financiamiento se queda en vilo, por lo que podrían estar siendo grupos de choque que incluso tienen aporte del gobierno para meter caos y miedo a la sociedad venezolana.
Desde antes que empezara a estudiar su maestría en la Universidad de Columbia en 2011, el periodista Martín Andrés Markovits vio este reflejo por su oficio, ya que durante años fue corresponsal en Venezuela para medios estadounidenses. Decidió contactar a Alberto “Chino” Carías, quien era el líder de los Tupamaros, grupo guerrillero que saqueaba para darle apoyo a las clases bajas de Caracas en las décadas previas al Chavismo.
Pero cuando el comandante bolivariano tomó la presidencia a finales de los 90, este colectivo insurgente se fortaleció. Con la caída y levantamiento de Chávez en 2002 en menos de 48 horas, el mandatario aprovechó para posicionar a personal que estuvo cercano a su causa desde antes, así “Chino” se hizo funcionario público e incluso llegó a ser el jefe de policía en la capital venezolana aplicando la ley del plomo a quienes se le pusieran en frente y fueran adversarios del militar Nicolás Maduro.
A Markovits le tomó años hacer Tupamaro: guerrillas urbanas, comenzando a rodar el documental hace 10 años; en el retrato que le hace a Carías se observa a un hombre cercano a su familia, pero que está dispuesto a tomar las armas en caso de ver el peligro cerca.
“Estaba muy interesado, nunca vi una situación así en otro país, hablé con el ‘Chino’ y escribí un artículo en el San Francisco Chronicle, de ahí le hice una propuesta a él, si quería que hiciéramos una película y en 2010 empezamos a filmar casi cuatro meses todos los días”, platica desde Los Ángeles el director, en entrevista con Reporte Índigo.
Hoy el testimonial llega a la plataforma de Amazon Prime Video, y el que haya tardado tanto en salir le permitió a Markovits añadir la panorámica de la muerte de Chávez, además de la tensión con el gobierno de Maduro y el descontento social.
“Muchos de estos grupos empezaron a salir a proteger y a defender el gobierno de Maduro, salieron en motos, encapuchados, y muchas veces atacaron a gente protestando y algunas veces mataron. El ‘Chino’ salió en CNN en esta época para defender a los colectivos y él dijo que nunca estaban armados, yo sabía que eso no era verdad porque yo lo filmé armado todo el tiempo”, dice el periodista.
Carías falleció en 2017 de un infarto derivado por complicaciones de septicemia, cirrosis e hipotiroidismo, a los 57 años de edad. A tres años de su muerte es que al fin se conoce a profundidad su historia y la del grupo armado Tupamaro en este documental.
Los dos filos de ‘Chino’ en Venezuela
En la cocina de su casa, mientras sazona y corta con un cuchillo una generosa porción de carne roja para la cena familiar, “Chino” platica con Markovits; el hombre que lideró a los insurgentes tupamaros se justifica y contradice constantemente, él es la ley de la capital de Venezuela, pero en lugar de aplicarla conforme a derecho, ajusticia con el gatillo del arma, en su cuello se aprecia claramente un tatuaje con el número 666
“Era una persona complicada, él podía decir una cosa y a los dos segundos mentir, y al mismo tiempo era alguien religioso pero también violento, ayudaba a la gente pobre pero igual le gustaba tomar, festejar mucho y para alguien que es un director (de documentales) esa es una persona fascinante”, subraya el realizador del documental.
Markovits logra hacer este retrato fiel en su película porque Carías accedió a hacer el documental y abrirse ante el periodista por completo: era completamente pro chavista y marcaba esta postura con las armas, incluso cometiendo venganzas personales, como cuando su madre perdió una pierna por ser arroyada, él fue tras la persona responsable y le cobró la vida.
“Yo creo que el ‘Chino’ dijo que sí porque él se sentía mal de alguna cosa que hizo en su vida, como matar gente, y él vio esta película como una oportunidad para redención, para pedir disculpas, no sé si a Dios o a la gente que hizo daño”, platica el documentalista.
¿Por qué documental y no serie?
El seguimiento que el documentalista le hace al insurgente fue extenso. Además de las grabaciones del 2010, Markovits regresó a Venezuela en 2014 nuevamente con cámaras, por lo que cuenta con horas de material inéditas, aún así, el periodista estadounidense prefirió siempre apegarse a un formato de largometraje que en lugar de serializarlo.
“Tengo horas y horas de material, pero yo quería hacer una cosa muy simple, no quería que fuera gigante, era muy importante enfocarnos en su personaje porque yo quería que mi película fuera un estudio de una persona violenta, cómo se sentía mal y las consecuencias que ello conllevaba, y para hacer una serie creo que se perdía eso”, expresa.
Grupos armados que operan en la clandestinidad existen en cualquier parte del planeta, pero Markovits encontró una fascinación con “Chino”, de compararlo con algún otro líder social o revolucionario latinoamericano. El reportero no ve un paralelismo directo, pero sí cree que los Tupamaros se asemejan a lo que eran las Panteras Negras en los 60.
“Era un grupo negro que combatía al racismo y a la policía corrupta, tenemos ejemplos de eso en México, como vigilantes contra el narcotráfico. Ahora leí un artículo en India que hay grupos armados, pero la cosa diferente en Venezuela es que muchos de estos grupos armados después tuvieron cargos muy importantes en la política y en el gobierno de Chávez y de Maduro, como ‘Chino’, que era uno los jefes de policía, eso era lo más interesante que nunca vi en ningún otro país”, agrega.