https://www.youtube.com/watch?v=EsgNAd8yOrI
Es el eterno debate en torno a lo que guía el comportamiento humano: la naturaleza versus la crianza. Un debate que por décadas ha sido alimentado por investigaciones científicas contradictorias.
Los hallazgos del estudio más reciente sobre el origen de la orientación sexual, específicamente de la homosexualidad masculina, han vuelto a despertar el interés de científicos y académicos por responder esa vieja interrogante: ¿naces o te haces gay?
En el estudio, cuyos resultados fueron presentados en febrero de este año durante la reunión anual de la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia, un equipo de investigadores encabezado por Michael Bailey, psicólogo de la Universidad Northwestern, en Illinois, analizó el ADN de 400 gemelos homosexuales.
Y se encontró que “(…) existen genes implicados en la orientación sexual masculina”, dijo Bailey en un comunicado, refiriéndose a una parte del cromosoma X llamado Xq28 y del cromosoma 8.
Aunque se desconoce cuáles de los muchos genes que se encuentran en ambos cromosomas tienen un impacto en la homosexualidad masculina y cuántos de los mismos están situados en otras regiones del genoma.
La evidencia se apoya en los polémicos resultados de una investigación realizada en los 90 por el reconocido genetista estadounidense Dean Hamer, quien entonces fungía como investigador en Instituto Nacional del Cáncer de Estados Unidos. Luego de observar los patrones de preferencia sexual de los familiares de más de 100 hombres gay, Hamer concluyó que la homosexualidad parecía ser de carácter hereditario.
El también autor y realizador de documentales encontró que entre los familiares de los hombres gay había una mayor incidencia en la orientación homosexual (13.5 por ciento), en comparación con la de la muestra general (2 por ciento). También observó un mayor número de parientes gay por el lado materno.
La posibilidad de que ciertos genes que influían en la preferencia homosexual fueran pasados de la madre llevó a Hamer a hacer estudios posteriores para estudiar el cromosoma X. Y descubrió que 33 de 40 hermanos gay heredaron los mismos “marcadores” genéticos en el cromosoma X, precisamente en la región Xq28. Un marcador genético se refiere a un gen específico o una sección de ADN con una ubicación física identificable en un cromosoma, ambos asociados con un rasgo en particular.
Sin embargo, al igual que en el estudio de Bailey, se encontró que no todos los hombres que eran gay habían heredado el marcador genético en dicha región. De hecho, Bailey aseguró que si bien “encontramos evidencia para dos series (de genes) que influyen en que un hombre sea homosexual o heterosexual (…) no es completamente determinante; sin duda hay otros factores ambientales involucrados”. Pero está convencido de que “la orientación sexual no tiene nada que ver con la elección”.
“Toda la evidencia demuestra que no existe nada en la crianza de la persona que hace que sea gay, al igual que no existe nada en la crianza de una persona que hace que sea heterosexual”, dijo Hamer en un video de la organización Truth Wins Out (TWO).
Qazi Rahman, del Instituto de Psiquiatría del King’s College de Londres, dijo a The Guardian que, “históricamente, la opresión y el maltrato” del que han sido objeto “lesbianas, gays, bisexuales y transexuales (LGBT, en inglés) se ha debido a que políticos, líderes religiosos y sociedades han visto la orientación sexual como ‘elección’ o causa de una ‘mala crianza’”.
¿Homosexualidad desde el útero?
Otro argumento: el gen de la homosexualidad no existe. Lo que determina la preferencia sexual son las diferencias en la sensibilidad a las hormonas sexuales masculinas –andrógenos– que se producen por cambios epigenéticos (o “epimarcas”) en el exterior del ADN.
Esta fue la conclusión de un estudio a cargo del genetista evolutivo William Rice, de la Universidad de California, cuyos resultados fueron publicados en 2012 en The Quarterly Review of Biology.
Según un comunicado, “las epimarcas específicas de la sexualidad que se producen en la etapa fetal inicial protegen a cada sexo de las variaciones naturales de la testosterona que ocurren en el posterior desarrollo del feto”.
Existen “diferentes epimarcas” que “protegen distintos rasgos sexuales de ser masculinizados o feminizados”.
Los investigadores encontraron que “cuando estas epimarcas se transmiten de generación en generación de padres a hijas o de madres a hijos, pueden causar efectos invertidos, como la feminización de algunos rasgos de los hijos, como la preferencia sexual, y de manera similar una masculinización parcial de las hijas”, señaló Sergey Gavrilets, matemático de la Universidad de Tennessee y coautor del estudio.
O como explicó el sitio Science: “(…) la homosexualidad puede ser un traspaso de la resistencia prenatal de uno de los padres a las hormonas del sexo opuesto. Las epimarcas que modificaron los genes de los padres para resistir el exceso de testosterona, por ejemplo, pueden alterar la activación de genes en las zonas del cerebro del niño que estén involucradas en la atracción y preferencia sexual”.
El ‘cerebro gay’
En su polémico libro “We are our brains, publicado en febrero de este año, el reconocido neurólogo holandés Dick Swaab afirma que la orientación sexual se define en el útero materno, durante la gestación. Sus posturas respecto al origen de la homosexualidad, han sido objeto de críticas dado a la falta de evidencia científica de sus argumentos.
En su libro, Swaab plantea que la probabilidad de que un niño sea homosexual aumenta con el número de hermanos mayores (varones), hasta 30 por ciento.
“Esto se debe a la reacción de rechazo de la madre, quien durante el embarazo desarrolla anticuerpos contra las sustancias masculinas que el bebé libera en el útero (…) cuantos más hijos varones haya tenido”, dijo a El Mundo, “más eficientes son esos anticuerpos y eso influye en la orientación sexual del cerebro del niño en desarrollo”.
El también profesor de neurobiología de la Universidad de Ámsterdam incluso asegura que el estrés que vive la madre durante el embarazo también es otro factor implicado en la orientación sexual del feto. El estrés, explicó, “segrega altos niveles de hormonas como el cortisol que atraviesan la placenta e interactúan con las hormonas del cerebro en desarrollo…”. El consumo de tabaco u otras drogas durante el embarazo también aumenta el riesgo de que el bebé nazca con un “cerebro gay”.
Para Swaab, el entorno en el que crece un niño tiene nula influencia en su orientación sexual.
Ni siquiera tiene influencia ser adoptado por parejas homosexuales, por ejemplo. “(…) porque todo está programado desde muy temprano en el desarrollo cerebral”, señala en el libro.