The End of The Fucking World es una serie basada en la novela gráfica de Charles Forsman. Cuenta la historia de dos adolescentes que se encuentran emocionalmente inestables. Uno de ellos tiene un vacío que lo empuja a la mutilación con tendencias sociópatas. La otra es demasiado sensible y excesivamente violenta con sus emociones, al grado de alejarse de todo y todos. Juntos, encuentran un propósito y en donde vive el odio nace un extraño y conmovedor amor.
El cómic cuenta con una narrativa sencilla con textos casi infantiles en blanco y negro. Jonathan Entwistle, director de la serie, hizo la adaptación de lo sutil y lo convirtió en una serie a color. Con paisajes impresionantes, una fotografía cuidada y un soundtrack a cargo del exguitarrista y mente maestras detrás de Blur: Graham Coxon acompañado de viejas canciones, las cincuenteras, que pasan desde la evidente “The End of the World” de Skeeter Davis hasta los Buzzcocks, Fleetwood Mac, Ricky Nelson y Françoise Hardy.
“The end of the fucking world” es envolvente, sus personajes y la manera de mostrarlos, tipo Wes Anderson, hace que en una sentada termines de verla.
La química en pantalla de los actores es perfecta y dosificada en el mismo contexto del cómic. Una parte interesante del libro de Forsman es que, en cada historieta, cambiaba la voz narrativa entre James y Alyssa. Esto creaba un espejo interesante en el que solamente los lectores entendían el espectro amplio de peligro, deseo y amor que se tejía en la relación. En la serie, en vez de huir de esta estructura, los creadores la adoptan a través de la voz en off constante de los personajes y el intercambio de perspectivas para narrar un mismo evento.
La apuesta de Netflix sin duda es buena, probablemente la mejor hasta ahora en cuanto adaptaciones. Esperemos que sigan fieles a la novela gráfica y que, aunque la gente lo pida, no hagan una segunda temporada porque así es simplemente perfecta.