Cambio de rumbo
La cancelación de la obra que marcaría el actual sexenio no sólo preocupó a los empresarios, también ayudó a dejar en claro que con el próximo gobierno las cosas se harán diferente, un compromiso que López Obrador parece estarle cumpliendo al electorado
Carlos SalazarLa determinación del presidente electo Andrés Manuel López Obrador de cancelar la construcción del Nuevo Aeropuerto Internacional de México, obra emblema del sexenio de Enrique Peña Nieto, es ante todo, una señal del cambio de régimen, un anuncio de la nueva forma de hacer política en la administración federal.
A pesar de las advertencias de los mercados financieros, de los grupos empresariales y de los consorcios de inversión, el próximo Jefe del Ejecutivo, hizo valer los resultados de la consulta celebrada la semana pasada, y con ello ha querido dejar en claro que, al menos al inicio de su administración, nada se va hacer como se hacía antes.
“Se acabó el predominio de una minoría y la vinculación del poder económico y el poder político. El Gobierno representa a todos”, dijo el presidente electo el día de ayer durante el anuncio de la cancelación de la obra de infraestructura más importante de la actual administración. Un claro deslinde de las presiones de los grupos económicos y la señal de lo que se espera sea un gobierno distinto, para bien o para mal.
Es cierto que aún es muy pronto para conocer el alcance de la cancelación de la obra en Texcoco y la factibilidad de una operación simultánea de un sistema de aeropuertos en Ciudad de México, Toluca y Santa Lucía, pero las primeras consecuencias políticas y financieras ya se hicieron sentir en el país.
Por un lado, como era de esperarse, los mercados financieros han resentido este ‘manotazo’, y quizá una secuela que se sentirá con el tiempo es la confianza perdida de los entes económicos para realizar inversiones en México, y aunque el propio López Obrador y su círculo cercano han querido enviar mensajes de tranquilidad, es previsible que la tensión con los grupos empresariales sea difícil de disipar.
Sin duda se trata del primer gran golpe sobre la mesa de un gobierno que aún está a un mes de iniciar su administración, pero que en la práctica se ha adueñado de la agenda política nacional, aprovechando el bono democrático que le dieron los resultados del pasado 1 de julio y también la ausencia en la práctica de un gobierno en funciones que luce sobrepasado por las circunstancias.
López Obrador se congracia con los más de 30 millones de personas que votaron por él. No sólo sigue marcando la agenda política sino que consuma su primer gran decisión de gobierno, su primer gran golpe al gobierno actual y posiblemente su rompimiento con Enrique Peña Nieto después de un periodo que incluso había sido calificado como luna de miel.
Lo que causa sorpresa es también el pasmo en que está la actual administración federal, pues luego del anuncio de López Obrador, Peña Nieto únicamente reiteró que la obra continuará hasta el último día de su gobierno y señaló que probablemente se requerirán recursos fiscales adicionales para cubrir los compromisos pendientes del proyecto.
Tampoco otros integrantes del gabinete, como el titular de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes o el Secretario de Economía han salido a hacer una defensa acorde a lo que se esperaría. En general, el gobierno federal no ha defendido ‘su’ obra.
Los mercados han reaccionado con incertidumbre, incluso con desconfianza, y en materia financiera la señal que se percibe es mala. Todo lo contrario en el terreno político, donde López Obrador se fortalece.
Aún a pesar del riesgo de un posible desgaste prematuro, el presidente electo ha decidido ponerse al centro de la vida política, marcando los tiempos a su conveniencia y aprovechando la inercia que le da el contundente triunfo en las urnas. A quienes esperaban un cambio profundo, les está dando la razón, al menos de momento. Las cosas se hacen ya de otra manera, no más de lo mismo, es la señal.
También puedes leer:
La primera señal por Nayeli Meza
Obedecer al pueblo por Imelda garcía