Crímenes sin castigo
“¡No! ¡No!”, grita la mujer.
“¿¡Qué estás haciendo!? ¿¡Por qué lo haces!?
¡No! ¡No lo hagas!”.
Es la madrugada del 30 de mayo de 1992. María Fernanda, de 4 años de edad, se despierta por los gritos que escucha y que provienen de la recámara de sus padres.
La niña deja la cama y camina hacia el cuarto. Lo que verán sus ojos la dejará marcada de por vida: su tío “Chacho” apuñalando a su madre Patricia y a un lado de ella el cuerpo ensangrentado de su padre Gerardo.
Hidalgo Neirahttps://www.youtube.com/watch?v=HqeAOuIXIXA
“¡No! ¡No!”, grita la mujer.
“¿¡Qué estás haciendo!? ¿¡Por qué lo haces!?
¡No! ¡No lo hagas!”.
Es la madrugada del 30 de mayo de 1992. María Fernanda, de 4 años de edad, se despierta por los gritos que escucha y que provienen de la recámara de sus padres.
La niña deja la cama y camina hacia el cuarto. Lo que verán sus ojos la dejará marcada de por vida: su tío “Chacho” apuñalando a su madre Patricia y a un lado de ella el cuerpo ensangrentado de su padre Gerardo.
La pequeña entra en shock. Corre a su cuarto e intenta despertar a su hermana mayor, Brenda, de 6 años, pero no logra hacerle reaccionar.
Ella vuelve a su cama envuelta en miedo y se cubre con la sábana la cabeza hasta quedarse dormida.
Han pasado 23 años, pero Mafer no olvida la escena que sus ojos atestiguaron.
Hoy el recuerdo la hace llorar por el coraje fermentado todos estos años.
“¿Por qué? ¿Por qué los mató?”, se pregunta hoy la joven sin conseguir respuesta.
El testimonio de María Fernanda ante el Ministerio Público fue clave para acusar a Alfonso Martín del Campo Dodd, el tío “Chacho”, por el asesinato de Gerardo Zamudio Aldaba y Patricia Martín del Campo Dodd, los padres de la pequeña.
María Fernanda -junto con sus hermanas Brenda y Tamara, de 29 y 25 años, respectivamente- siguen buscando justicia para el asesino de sus padres, liberado este año por órdenes de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
El día de hoy que se cumplen 23 años de ese doble crimen Reporte Indigo retoma el caso que marcó la vida de las tres hijas del matrimonio Zamudio Martín del Campo.
“Estoy 200 por ciento segura que fue él”
María Fernanda se prepara un día más en su cotidianeidad. El cabello rojizo hace contraste con su labial naranja que acentúa su claro rostro cubierto de pecas que han curtido el sol con el paso de sus 27 años.
El espejo ante el que se maquilla todas las mañanas no miente. Sus ojos son cristales sinceros que reflejan el peso inconmensurable de un duelo que se lleva en el secreto de memoria.
“MaFer” apresura el paso para llegar al micro que le llevará a su trabajo de promoción de una prestigiosa marca de aditivo automotriz.
Lo cotidiano se vuelve un halo de seguridad, pero a la vez es una carga que atrofia cada día: otra jornada más de cargar una herida invisible, indeleble, que ningún bálsamo puede curar.
A los cuatro años de edad, María Fernanda Zamudio Martín del Campo vivió la experiencia traumática que le sigue persiguiendo hasta el presente: presenció el asesinato de sus padres, Gerardo Zamudio y Juana Patricia del Campo.
“Estoy 200 por ciento segura que de que el, Alfonso Martín del Campo, le quitó la vida a mis papás”, señala la joven.
¿Quién es Alfonso Martín del Campo Dodd?
Al voltear en el caleidoscopio del tiempo antes del 29 de mayo, se encuentra el terreno llano de un crimen sin ser cometido, pero un día después surge el presunto autor al cual se le han imputado los cargos del homicidio del matrimonio Zamudio Martín del Campo: Alfonso Martín del Campo Dodd, el tío de las huérfanas.
“Chacho”, como era apodado por su familia, vivía en el condominio vertical de la calle Amores 1523 interior 6, junto a su hermana y su cuñado y las tres hijas de la pareja: Brenda, María Fernanda y Tamara.
Meses atrás, Beesie Dodd Burke -madre de Patricia y Alfonso- pidió a su hija que diera cobijo a su hermano menor en la ciudad capital. “Chacho”, de 26 años, no contaba con un trabajo en Pachuca, ciudad de la cual era originaria la familia materna.
Gerardo Zamudio le entregó la confianza al hermano de su esposa para que administrara uno de los microbuses de los que era dueño, aparte de recabar el dinero que surgía de la pequeña flotilla de la que era propietario.
El padre de las tres menores y esposo de Patricia Martin del Campo contaba aparte con un negocio de decoración y alfombras en el que eventualmente Alfonso Martín del Campo ayudaba también.
Sin embargo el huésped del domicilio de la colonia Del Valle, abusaba de la confianza de sus familiares, ya que presentaba cuentas a medias de lo recabado en las unidades de Zamudio.
Hundiendo el acero del rencor
La tarde del viernes 29 de mayo de 1992, Gerardo Zamudio invitó a comer a su prima Claudia Rosales Pámanes al restaurante “Barraca Orraca”, ubicado en la colonia Nápoles. En el encuentro estuvo presente también Alfonso.
Durante la comida, se hicieron llegar las bebidas embriagantes entre los caballeros. Al son de las cubas, se destiló la molestia de Zamudio contra su cuñado, al menos así lo expresó su prima en el testimonio rendido en el expediente del proceso penal que se abrió por este doble crimen.
Claudia se retiró a las 5 y media de la tarde. Lo que pasó entre Gerardo y Alfonso, lo que se dijeron después, sólo uno de ellos lo sabe.
La borrachera continuó en la casa de una amiga de la pareja, donde estaba Patricia con sus tres hijas.
Después de las 11 de la noche, Alfonso se retira primero del lugar, tomando la motocicleta en la que llegó su cuñado.
La pareja regresaría pasada la medianoche con sus hijas a su condominio en la calle Amores en el automóvil de la hermana de Alfonso, un deportivo color negro, según el testimonio de Inés Guzmán Sánchez, empleada doméstica que consta en el expediente judicial del caso.
De lo que pasó en la madrugada en la recámara de la pareja asesinada hay versiones encontradas: la del presunto asesino y la de una de las hijas.
La versión del Tío Chacho
Alfonso Martín del Campo Dodd hoy se encuentra libre gracias a un amparo liso y llano otorgado por la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN).
El acusado alegó que fue torturado para obtener la declaratoria de confesión.
Él en realidad sostiene la teoría de que fue secuestrado por dos personas desconocidas, las cuales presuntamente cometieron el crimen orquestado por la madre y hermano de Gerardo Zamudio.
Pero él no contaba con que una voz inocente rompería el silencio, la voz sigue clamando justicia por sus difuntos padres.
La voz de María Fernanda.
Todo apunta a “Chacho”
Entre las 21 pruebas que se encuentran para incriminar a Alfonso Martín del Campo, destacan hechos inverosímiles en su historia.
Por ejemplo, que siguiendo el curso de su narrativa como víctima, el secuestro no pudo ser perpetuado por personas ajenas a los condominios, ya que las chapas de las puertas se encontraban intactas.
Los cuchillos y los guantes utilizados fueron reconocidos por la empleada doméstica Inés Guzmán Sánchez, y el guante que se encontró sin la parte del pulgar en la carretera a Cuernavaca, el fragmento restante estaba en el cuarto de los difuntos.
Alfonso alega que abrió la cajuela desde adentro, al ser secuestrado, pero la chapa no muestra ningún forcejeo. La calavera rota fue quebrada desde afuera y para tener que perforarla se habrían tenido que romper dos láminas, según las diligencias de investigación.
El presunto asesino argumenta que fue torturado para obtener la declarativa de confesión. También asegura que fue golpeado en estómago, cara y testículos, por al menos 12 agentes ministeriales distintos que se turnaban en la entonces llamada Policía Judicial.
Los actos de acoso en los cuartos de interrogatorio son una práctica habida y constante en el fuero mexicano hasta nuestros días.
Sin embargo, la noche del 30 de mayo –mismo día en que Alfonso alega que fue torturado– al acudir de vuelta al domicilio de Amores 1523 para realizar la recreación de los hechos, al fotografiarse al implicado, no mostraba golpes ni moretones en su piel.
El 28 de mayo de 1993, el juez Juan Carlos Velázquez Manzanita emitió la sentencia de fondo de primera instancia en la causa penal 57/92, instruida contra Alfonso Martín del Campo Dodd, por el delito de homicidio en contra de su hermana y su cuñado.
Las piezas faltantes
Dentro de la investigación quedaron fragmentos sin resolver que resultan sospechosos al ojo ajeno.
Alfonso Martín del Campo disponía de un vehículo particular que el matrimonio le había proveído, un Jetta, el cual después del crimen no fue encontrado.
Durante la recreación de los hechos mientras “Chacho” se vestía con las ropas con las que presuntamente cometió el delito, se observa en las fotografías que una persona está cerca de él en todo momento con una caja negra que portaba en su mano: una grabadora de audio.
La cinta o cintas grabadas se extraviaron y no aparecen en ningún registro de manera oficial, solamente Alfonso menciona posteriormente en uno de los oficios que lo estaban grabando.
En las uñas de Juana Patricia se encontraron restos de cabello y piel, pero lamentablemente en la década de los 90´s las pruebas de ADN en México no eran posibles.
Estas son piezas incompletas de un inmenso rompecabezas que sigue a la espera de ser resuelto.
La familia incómoda
Por parte de Gerardo Zamudio, hay un pasado familiar que también se torna incierto: su hermano Roberto Zamudio Aldaba y María del Carmen Aldaba Corral, madre de ambos.
Para Alfonso, en su versión de los hechos, ellos son los verdaderos asesinos de la pareja y no él.
Y es que esta familia carga un listado de litigios que siembra la duda para quienes estén de parte de las hermanas Zamudio Martín del Campo.
Entre expedientes de fraude que incluye actores de la talla del Banco del Bajío, se encuentran los nombres del tío y la abuela materna de María Fernanda, Brenda y Tamara Zamudio.
José Roberto Zamudio Aldaba estuvo procesado en el Reclusorio Oriente por la imputación de fraude, pero actualmente se encuentra en libertad. El vehículo Corvette azul que manejara su difunto hermano, Gerardo Zamudio padre de las ahora huérfanas, estaba a su nombre, fue confiscado por falta de pago.
El condominio vertical donde residía la familia Zamudio Martín del Campo estaba a nombre de la abuela paterna, María del Carmen Aldaba Corral. Este inmueble se encontraba hipotecado con Bancomer, mismo que fue embargado por la institución bancaria al no liquidarse el adeudo.
Dentro de la investigación quedaron fragmentos sin resolver que resultan sospechosos al ojo ajeno
El fallo resolutivo
El caso llegó a oídos de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) y Corte Interamericana de Derechos Humanos en 1998.
La instancia jurídica decidió archivar el expediente en 2004 y la CIDH emitió un informe en 2009 en el cual ratificó que el culpable había sido detenido arbitrariamente y sometido a torturas y otros tratos crueles, inhumanos y degradantes por policías judiciales de la Ciudad de México.
La SCJN consideró que el acusado fue torturado para extraer la confesión de los homicidios, lo cual violó sus derechos, tal y como lo había manifestado la CIDH y emitió el amparo liso y llano a favor de Alfonso Martín del Campo Dodd, quien fue puesto en libertad el 18 de marzo del presente año, cortando su condena casi a la mitad ya que su sentencia completa era de 50 años.
Las hermanas no daban crédito a lo sucedido. Las mujeres interpusieron una orden de restricción, que aunque no mitiga el miedo, da un falso halo de seguridad al posible retorno de su tío y un probable deseo de venganza.
Mientras tanto María Fernanda y sus hermanas llevan tatuada la angustia de un crimen resuelto por la justicia y revuelto para las emociones.
El estigma de llevar la carga de un dolor secreto. De unas heridas invisibles.
¿Víctima o culpable?
Alfonso Martín del Campo Dodd tuvo 21 pruebas que le incriminaron directamente en el asesinato de su hermana Juana Patricia y su cuñado Gerardo Zamudio. Sin embargo, hasta la fecha, él sostiene la versión de que fue secuestrado y no estuvo en el lugar de la escena de este doble crimen.
> Versión como víctima
En la madrugada del 30 de mayo de de 1992, Alfonso Martín del Campo Dodd se encontraba en su habitación a la hora del asesinato.
En su dicho dos personas irrumpen en la casa con medias negras en la cabeza y se meten a su recámara.
“¿Tú eres Chacho?”, le preguntan.
Él les responde que no.
Los sujetos le ordenan que se vista y se lo llevan. Según su versión, él les pregunta por sus cuñados y los tipos le responden que están bien y que están dormidos.
Los sujetos lo meten en la cajuela del auto deportivo, propiedad de su hermana, y lo trasladan a un lugar desconocido.
> Versión como asesino
Alfonso en la madrugada del 30 de mayo de 1992 toma de la cocina un par de guantes rojos de látex y dos cuchillos. Se dirige a la recámara de su hermana y su cuñado para atacar primero a Gerardo Zamudio, quien está indefenso por los efectos del alcohol. Lo apuñala en 36 ocasiones. Su esposa, Juana Patricia, se percata del ataque, grita pidiendo auxilio pero también es asesinada.
Alfonso consume el crimen, se deshace de la ropa que trae y se da una ducha en el baño del matrimonio. Se roba el vehículo deportivo de su hermana y conduce hacia la carretera a Cuernavaca.
> Versión como víctima
Alfonso Martín del Campo Dodd tuvo 21 pruebas que le incriminaron directamente en el asesinato
de su hermana Juana Patricia y su cuñado Gerardo Zamudio. Sin embargo, hasta la fecha, él sostiene
la versión de que fue secuestrado y no estuvo en el lugar de la escena de este doble crimen.
Alfonso va como rehén en la cajuela del vehículo de su hermana. El automóvil –que manejan sujetos no identificados- pierde el control y se impacta provocándole el choque una lesión en la cabeza y en la rodilla.
Esto según el certificado de estado físico expedido en la Dirección General de Servicios Periciales de la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal, elaborado por el doctor Jesús López Sánchez el 30 de mayo de 1992.
En su declaración preparatoria, rendida el 1 de junio de 1992, ante un juez penal, Alfonso asegura que abrió la cajuela del auto “como pudo” para escapar de sus captores.
> Versión como asesino
Cerca de las 3 y media de la mañana, Alfonso conduce el vehículo de su hermana, pierde el control y choca a 9 kilómetros de la caseta de cobro de la autopista a Cuernavaca y de la Oficina de la Policía Federal de Caminos.
Simula romper la calavera de la parte trasera del auto y se deshace de los cuchillos y de los guantes de látex.
En la caseta de peaje busca a las autoridades, relata la versión de su secuestro y avisa de lo ocurrido en la casa de sus familiares vía radio puesto que no cuentan con línea telefónica.