La elección presidencial de Estados Unidos pasó de las urnas a las instituciones después de que más de 130 millones de norteamericanos votaron para elegir a su dirigente.
Ahora, la prueba de fuego es para los órganos electorales y de justicia por lo cerrado de la contienda y los amagues de Donald Trump de no respetar los resultados y acudir a los tribunales.
La batalla judicial para impugnar los resultados de las elecciones y las acusaciones de “robo” por parte del republicano comenzaron minutos después de que se perfilara la victoria de Biden, continuando durante todo el día de ayer.
Su ofensiva para desconocer los resultados consiste en demandas en Pensilvania y Michigan, además de un recuento de votos en Wisconsin, tres entidades en donde la diferencia de votos entre ambos candidatos fue de menos del 1 por ciento.
Los dados ya fueron lanzados pero la crisis postelectoral durará muchas semanas más e incluso se podría ver traducida en una problemática de ingobernabilidad ocasionada por la polarización de la sociedad estadounidense, la cual sin duda afectará al inquilino de la Casa Blanca que comience funciones el 20 de enero del 2021.
“La sociedad está polarizada y va a seguir así después de que se den los resultados de la elección aunque Trump se vaya, el “trumpismo” no va a desaparecer, va a evolucionar y encontrar otra cara porque aunque sea otro el presidente de Estados Unidos, va a haber un país muy dividido, con muchas fracturas y con un público difícil.
“Esto será un proceso que va a tardar muchas semanas, va a generar repercusiones en la confianza de los mercados y va a afectar a los estadounidenses que ya están en crisis por la pandemia de COVID-19”, advierte Stephanie Henaro, integrante del Consejo Mexicano de Asuntos Internacionales (Comexi).
Para el académico Roberto Carlos Hernández, el mensaje que envió el presidente desde la Casa Blanca también evidencia su falta de lealtad democrática.
“De forma amable, podríamos denominar que hay incertidumbre democrática, en la que no se sabe quién va a ganar hasta que se cuente el último de los votos. Pero yo quisiera destacar lo que en la literatura y teoría política se llama lealtad democrática. El presidente Trump no la tiene, en la madrugada se declara ganador y ensucia el proceso.
La batalla final se jugará en la cancha de las instituciones, las cuales deberán de servir para frenar la polarización y darle certeza a las elecciones, ya que muchos ciudadanos han dejado de confiar en su gobierno desde la llegada de Trump al poder.
De acuerdo con el Barómetro de Confianza Edelman 2020, la población estadounidense desconfía en su gobierno otorgándole una calificación de 39 sobre 100, un punto más bajo que lo que se obtuvo en 2019.
Del otro lado de la moneda y quienes deben de equilibrar la situación, se encuentran el Poder Judicial y el Legislativo, pero será difícil llegar a ese contrapeso.
La empresa estadounidense de análisis y asesoría Gallup, después de realizar un sondeo, aprobó con más del 53 por ciento el trabajo que ha venido realizando la Corte Suprema durante este año, pese a que la mayoría de los jueces son conservadores y cercanos a Trump.
Además, después de las elecciones se perfila que el Congreso estadounidense sea en su mayoría republicano, por lo que el revanchismo por un presunto “fraude electoral” de los demócratas estará presente en la agenda de los próximos meses.
“Hay que esperar todavía muchas divisiones más, llegue quien llegue y no solo en el electorado, sino en las elites políticas. Si llega Biden, el Senado no va a ser demócrata y se complicará porque la mayor parte de las designaciones pasan por el Senado, es decir, el presidente propone y el Senado dispone. Tendríamos un presidente demócrata con mayoría republicana”, comenta Alejandro Díaz, profesor de la Escuela de Gobierno del Tecnológico de Monterrey y doctor en Ciencia Política por la Universidad de Vanderbilt.
En la Cámara de Representantes, la situación será distinta, ya que se perfila que en su mayoría sea demócrata, aún así, muchos de los diputados elegidos son representantes de minorías y de grupos históricamente segregados, a los cuales no respaldó Biden durante su campaña electoral por manejar una agenda más conservadora.
“Los diputados van a ser mucho más diversos, van a entrar más mujeres y representantes de minorías. Va a haber muchos temas en la agenda que van a reavivar los debates que no estaban presentes desde hace mucho tiempo. Como lo vimos en las calles con las protestas en contra del racismo y de la brutalidad policiaca, esos temas van a tener eco.
“Si llega Trump se va a enfrentar a una Cámara mucho más diversa y si llega Biden también, porque finalmente muchos de esos temas no fueron tocados en la campaña de Biden como lo son la emergencia climática, derechos de mujeres, migración, racismo y un largo etcétera”, agrega.
La ruta a seguir de la elección
Pese a que Donald Trump y el Partido Republicano amagan con desplegar un ejército de abogados y llevar la impugnación de la elección hasta la Corte Suprema, donde la mayoría de los jueces son conservadores y afines al magnate neoyorquino, es muy difícil que fallen a su favor.
La primera vez que Trump dijo públicamente que pensaba impugnar las elecciones fue en campaña, cuando acusó que no era válido el voto postal.
No obstante, por la pandemia de COVID-19, la mayoría de los estados que lo apoyan modificaron su legislación para que hubiera mayor participación ciudadana en los comicios y se permitiera el uso de este mecanismo.
El segundo argumento para impugnar los resultados ocurrió a pocas horas de que se dieran a conocer que los números no le favorecían a Trump.
El republicano acusó que no se podían emitir votos después de que las urnas cerraron, refiriéndose a los votos por correo que fueron sumándose al conteo después de concluidos los comicios. Impugnar dicha acción es muy complicado porque aunque sea una elección federal, cada estado tiene sus propias reglas de operación.
“No existe en Estados Unidos una ley general o federal de aplicación nacional para la regulación de la elección. La operación no la lleva un órgano electoral especializado ni a nivel administrativo ni a nivel jurisdiccional. Tampoco existen tribunales especializados en materia electoral, como en América Latina.
“Es por eso que hay estados en donde los votos por correo se comienzan a contar a partir de que cierra la casilla, mientras que en otros se cuentan al final del cómputo de los votos presenciales. La regulación estatal marca un momento diferente para computar en cada estado”, agrega el especialista.
Durante la tarde de ayer, el equipo de campaña anunció que pediría de forma “inmediata” un recuento de votos en Wisconsin por informes de “irregularidades” y “serias dudas” sobre la validez de los resultados, luego de que la diferencia entre Biden y Trump fuera de solo 20 mil votos.
Para Alejandro Díaz, es poco probable que un recuento de votos modifique la historia de la elección, ya que la variación en los recuentos no es de más de mil votos.
“Que le dé la vuelta (Trump) a la elección con todo y recuento a 20 mil votos es imposible. Los recuentos en muy pocos casos cambian el sentido de una elección”, comenta al respecto.
Finalmente, el especialista recuerda que hay antecedentes de que una elección se haya definido en la Corte Suprema, luego de que hace 20 años el máximo tribunal respaldara el proyecto de la Corte de Florida y aceptara que George Bush había ganado por 537 votos el estado frente al demócrata Al Gore.
Aunque en ese caso, la Corte no entró al fondo del tema y decidió presionada por el poco tiempo que se tenía para que tomara posesión el nuevo presidente.