El hallazgo scout en Sian Ka’an
Hay veces que sólo hay que tomar pocas cosas y marcharse. No se debe confiar tanto en la técnica como en el sentido común, aunque lo bien aprendido nunca está de más.
Ya lo dijo Albert Einstein: “Hay una fuerza motriz más poderosa que el vapor, la electricidad y la energía atómica... la voluntad”.
Julio Ramírez
Hay veces que sólo hay que tomar pocas cosas y marcharse. No se debe confiar tanto en la técnica como en el sentido común, aunque lo bien aprendido nunca está de más.
Ya lo dijo Albert Einstein: “Hay una fuerza motriz más poderosa que el vapor, la electricidad y la energía atómica… la voluntad”.
Un grupo de scouts platicaba la tarde del 22 de septiembre de 2012 sobre sus experiencias en el Campamento Nacional de Clanes y de la personalidad de cada uno de sus miembros. El más experimentado y jefe del grupo les dijo: “Es momento de que el clan realice una actividad que trascienda y resuma los servicios en el andar del Rover Scout”. Les propuso ir a Punta Allen o al Banco Chinchorro o la Biosfera de Sian Ka’an.
Los más jóvenes buscaron en Internet información sobre esos sitios: —¡El Jefe se ha vuelto loco! ¡Quiere llevarnos a la costa más alejada de Quintana Roo!
Pero el Jefe tenía el respeto del clan, uno de los exploradores lo describe como una persona de “inigualable sencillez, es un hombre capaz de justificar, sustentar y probar todo lo que dice, acto que merece todo mi respeto y admiración, y que provocaría a la postre que me lanzara junto con un grupo de audaces a semejante locura”.
Ese jefe enseñó al clan que había que tener actitud para enfrentar las diferentes circunstancias en la biosfera.
—No te preocupes tanto por la técnica—les decía—. Ya estando allá verás que aplicando secuencias de cadenas lógicas salimos adelante. Yo considero que la actitud y la preparación psicológica equivale al 80 por ciento, el 20 por ciento sobrante es para la técnica y el equipo, ¡ya verás!
Para la aventura se sumaron 11 exploradores que buscaron llegar a uno de los sitios más remotos del país para bordearlo con la misión principal de recoger basura. Se decidieron por la biosfera de Sian Ka’an, una zona considerada patrimonio mundial de la humanidad.
En los planes de los exploradores estaba recolectar basura de ese escenario natural para librar a la flora y fauna de los vestigios nefastos de los hombres, construir un puente en la zona y disfrutar del paisaje “jamás visto por el hombre”. Su aventura está documentada en un expediente federal. Este grupo de boy scouts denominado Clan Calmecac atestiguó en carne propia que la cultura maya está relacionada directamente con el cosmos y el conocimiento del espacio.
Para el desarrollo de la expedición el grupo se dividió en dos células. Una de expedicionarios, que rodearía el escenario natural de la biosfera, y un grupo de enlace, que estaría en la costa caribeña para construir un puente que usaría la expedición al final de su caminata. También limpiarían la costa.
De pronto quedó atrás el asfalto y los exploradores tomaron una pequeña embarcación para llegar al inicio de su travesía en la biosfera. El grupo expedicionario y el de enlace iniciaron el trayecto.
“La lancha sólo pudo aproximarnos a una distancia de aproximadamente 20 metros de la costa selvática, después de un titubeo cómico entre quitarnos los zapatos y no (casi como gatos evitando el agua), desembarcamos, el fangoso líquido nos llegó hasta las rodillas e iniciamos camino hacia la insipiente costa, ¡a partir de ahora estábamos por nuestra cuenta! ¡No más asfalto, teléfonos, concretos, baño ni geometría euclidiana y quizás lo más indispensable en esta vida citadina… un Oxxo!”, así lo cuentan en el informe.
Los boy scouts del grupo de enlace, integrado por cuatro exploradores, encontraron basura que proviene de otro continente, así lo explican: “Lo más asombroso fue percatarnos del verdadero origen de esta basura, encontramos botellas de bebidas rusas, italianas, alemanas, puertas de refrigeradores japoneses; caímos en la cuenta de que se estaba recolectando basura transoceánica proveniente de Europa y las islas del Caribe”.
Al observar las latas llegadas de otros países a las costas mexicanas, los exploradores entendieron la importancia de limpiar, reciclar y reforestar, ejemplos del trabajo de los clanes scout. “Entendíamos perfectamente que en sistemas tan complejos y delicados como el clima, el cual no respeta fronteras entre naciones, cualquier desequilibrio nos afectaría de forma global como especie”, se describe en el informe entregado a la SCT por el Clan Calmecac.
“El calentamiento global propiciado por el efecto invernadero y el cambio climático como consecuencia de este hace que huracanes, tormentas y tornados sean más feroces año tras año, esto sin contar los reacomodos propios de las placas tectónicas y su inminente desenlace: maremotos (tsunamis) que ocurren a lo largo y ancho del planeta”, añade.
En el relato realizado por la agrupación a petición de la SCT se detalla que los exploradores tuvieron que comer cangrejos e iguanas para sobrevivir.
“¡Por la noche (del día en que se establecieron en las cercanías de la biosfera) ya acampábamos en la propia sede del puesto de control! Y tras una exhibición magnífica de técnicas de supervivencia y pionerismo cenábamos a la luz de las estrellas algunas provisiones, cangrejo atrapado por nosotros mismos, ¡calentados a su vez por un fuego encendido con pedernal en menos de dos minutos!”.
En una de las travesías, los exploradores cargaban un tronco y descubrieron que algo dentro se movía.
“Era una iguana, rápidamente el Jefe decidió meter la mano para jalarla pero estaba demasiado anclada con sus uñas al tronco, entonces decidió meter su machete para intentar sacarla, después de unos minutos por fin logró sacar al animal, al cual agarró por la cola mientras le cortaba el cuello. Así murió nuestra amiga iguana para después alimentar a nuestro Jefe”, refiere la información.
Durante el recorrido en la biosfera, los exploradores sintieron una conexión con la naturaleza que les despertó un profundo respeto.
“Durante la caminata por nuestras mentes solo existía concentración y respeto por el área que pisábamos, pues era evidente que éramos los primeros hombres en transitar esa ruta, sabíamos que podríamos encontrar algún cocodrilo en el camino, sin embargo la determinación, el valor y la disciplina a la hora de desplazarnos, nos hacía parecer más un comando militar en territorio hostil, que un cuerpo de expedición. Todos machete en mano… alertas por localizar cualquier vestigio de basura”.
Y los cocodrilos aparecieron
En la parte final del recorrido, los exploradores tenían que atravesar un río de 21 metros de ancho.
“¡Unos pocos metros nos separaban del éxito al cubrir la ruta! Sin embargo, cual si fuesen guardianes otros cocodrilos cuidaban ese paso de forma inexpugnable. El Jefe, con machete en mano, se dispuso a cruzar y hacer frente a los animales, sabía que en caso de tener éxito se resolvería la expedición, sin embargo también entendía que en caso de ser atacado por esas máquinas depredadoras las probabilidades de sobrevivir eran nulas”.
Otro scout lo convenció de que no lo hiciera: “¡Jefe, sé que no le faltan testículos para intentarlo… no ingrese, no tiene posibilidad de tener éxito!”. Desviaron la ruta cuatro horas para evitar ese paso.
En las noches los exploradores escuchaban risas y ruidos que ocasionaron que “un temor atávico empezaba a rondar por el aire”.
“Sonidos, sonidos extraños se conformaban para tratar de volverlo loco. Tambores de tipo prehispánico a lo lejos, como si los mayas estuvieran en sus ciudades celebrando algún ritual, como si la selva de algún modo tuviera atrapados sonidos del pasado remoto… pisadas, especie de risas que se burlaban de su situación, posiblemente un ave que violando toda lógica se encuentra activa a las 3:00, que no anda por las ramas sino en el suelo y que se ríe de forma siniestra”.
También enfrentaron a los moscos y sortearon con las caídas, debido a lo fangoso del terreno.
“El brutal ataque era aéreo e invisible, los mosquitos se comportaban de una forma tan insolente y despiadada que nos hacían recordar aquel pasaje histórico en el que aviones Zero japoneses actuaban como kamikazes en la destrucción inminente de Pearl Harbor”, se relata en el informe.
Bajo resguardo
El mismo informe revela que los exploradores estuvieron bajo resguardo oficial, pues las autoridades dispusieron de lanchas para el momento en que renunciaran a su proyecto ingresaran a rescatarlos. Pero los exploradores se mantuvieron en pie los tres días de la expedición, y al final, tras haber recorrido 17 kilómetros en selva alta, media, manglar y pantano, encontraron además de toda la basura recolectada -que calcularon en 240 kilogramos- los restos de un objeto espacial de la empresa Arianespace.
“Hasta aquí la historia da un vuelco, al encontrarnos en los últimos dos días de nuestra estancia en el paraíso que Dios nos ofreció, nos encontramos con los restos de una misión espacial europea. El primero en darse cuenta del hallazgo es el Jefe, en un principio determinó la posibilidad de que se tratara de los restos de un accidente aéreo. Tras un estudio más minucioso dimos con una placa que contenía números de autenticación y las mágicas palabras de Arianespace”.
Tiempo después de la expedición y con asesoría de amigos ingenieros, los exploradores supieron que lo que encontraron era un material llamado fibra de carbón y era parte de un objeto espacial de la empresa.
Los exploradores encontraron, de acuerdo con su versión ofrecida, en la que utilizaron frases célebres de Albert Einstein y Goethe, tres partes del artefacto espacial: “Dos de ellas como de dos metros de alto y una pequeña caja sin presumir que pueda ser. Las dos primeras están pintadas de color blanco y con algún tipo de logo de color azul, indicando que de lo anterior cuentan con material gráfico y las piezas se encuentran en una zona segura. Señalando que no se había producido daño alguno”, indica la información en poder de la Agencia Espacial Mexicana (AEM).
La caída del objeto generó un reporte oficial cuyo trámite protocolario quedó a cargo de la Secretaría de Relaciones Exteriores. Este texto fue hecho con base en una versión pública sobre la expedición autorizada por el Comité de Transparencia de la AEM, entidad que determinó omitir los nombres de los personajes, correos electrónicos y las fotografías de las personas.