Desde octubre pasado la novela histórica de Beatriz Gutiérrez Müller “Viejo Siglo Nuevo” circula bajo el sello Planeta y es producto de una investigación que realizó la maestra en Letras Iberoamericanas por alrededor de cinco años.
Se suma, sin propósito expreso, a recordar un momento decisivo en la vida de México y presenta como telón de fondo al ex presidente y líder del movimiento antireeleccionista Francisco I Madero, asesinado en 1913.
“Sí tenía muy claro que quería situarla en el ocaso del Porfiriato y alrededor de las corrientes esotéricas que fueron tan importantes en el siglo 19”, dice Gutiérrez en entrevista con Reporte Indigo.
En el proceso de creación de esta novela el personaje de Madero, el devoto espiritista, “fue encaramándose” hasta obtener un papel principal.
La autora procuró dejar hablar a los personajes por sí mismos para en conjunto lograr una recapitulación de las doctrinas esotéricas del siglo 19 que estudiaba desde hacía tiempo dado su gusto por la literatura.
Gutiérrez se encontró con una reedición de todas esas corrientes que fueron muy importantes y se instalaron en sectores de la clase media-alta mexicana.
Esta gente de alcurnia perteneció a grupos muy distintos como el espiritismo, corriente liberal; la masonería jacobina y el golden dawn o rosacruces, de pensamiento conservador.
Para Madero sin embargo, explica Gutiérrez, ello era casi una religión, “él era una especie de místico”, dice.
En su documentación, desde 1906-1907, está trazado un plan político que “para él es consecuencia de su simpatía y adhesión a la causa espiritista”.
De ahí se desprendió su plan de acción que realizó paso a paso y año con año. Fue a la luz de una reunión con los espíritus que surgió su libro “La sucesión presidencial” (1908), obra de éxito de inmediato en una época donde la gente casi no leía.
Conversamos con la esposa de Andrés Manuel López Obrador en su departamento ubicado al sur de la Ciudad de México. Su hablar es pausado y se combina con sonrisas intermitentes mientras habla sobre sus pasiones: la literatura y la historia.
Cuenta que para recrear el ambiente de su novela eligió con sumo cuidado el lenguaje de la época: las palabras y los verbos característicos del siglo 19 mexicano. Ya recreada tal etapa edificó el puente hacia la ficción; ahí donde la libertad de la historia se debe compaginar con la verosimilitud de los sucesos históricos.
Tras casi un lustro de hurgar en múltiples archivos y textos, intentó sortear un riesgo común: que el texto terminara siendo un ensayo, como ocurre con algunas novelas muy bien investigadas, explica, donde “al autor le cuesta volver a la trama ficcional”.
Por ello sostiene a veces es conveniente no investigar demasiado sino saber elegir entre todo lo que a uno le gusta, pero sale fuera de una historia en concreto.
Decena Trágica, en varios frentes
En “Viejo siglo nuevo”, la Decena Trágica, que aconteció del 9 al 18 de febrero para derrocar a Francisco I. Madero, convergen distintos personajes.
Un chino emigrante que vino a trabajar en los Ferrocarriles Mexicanos y que como cientos fue víctima de persecuciones terribles en un país de alta xenofobia contra los orientales.
Contrario a lo que ocurría con los europeos en general, precisa Gutiérrez. Por ello, aparecen también los que se asentaron en Sonora, así como los Yaquis, una comunidad indígena a la que combatió férreamente el gobierno de Porfirio Díaz.
En resumen, la novela es una construcción de los sucesos, visto por distintas personas de la época y de cómo “se va tejiendo alrededor de la esoteria” sus diversos puntos de vista.
Madero, personaje central
Gutiérrez respeta a Madero por “su capacidad de plantear un régimen democrático” en los tiempos de Díaz.
Porque creyó que sin revolución era posible cambiar el régimen. Aún cuando luego quizá reconsideró que la vía electoral no era el camino correcto. De ahí el Plan de San Luis que dio inicio a la revolución maderista.
Este hecho la ha llevado a preguntarse muchas veces si el coahuilense era realmente antimilitarista o siempre apostó a la revolución.
“No lo sé, me queda esa duda… Me cuesta trabajo creer cómo se puede ir a un extremo, estando todo el tiempo en un justo medio, que lo es la democracia de alguna forma”.
La novela histórica se erige como una alternativa ante la tendencia de “los regímenes que no provienen de un motivo democrático” y buscan la desmemoria de los pueblos.
Dado que siempre “es más fácil olvidar que recordar”.