México, la última frontera

Mientras Donald Trump busca construir un muro en la frontera mexicana y endurece las medidas para frenar el ingreso de ciudadanos musulmanes a Estados Unidos, en México ya se vislumbran los primeros indicios de una crisis migratoria internacional.

En la frontera norte, en Tijuana, más de 7 mil inmigrantes haitianos esperan una visa humanitaria para poder cruzar a los Estados Unidos. Lo mismo pasa en la frontera sur, en Tapachula, Chiapas, donde 13 mil africanos y desplazados del Medio Oriente se encuentran varados en su plan de ingresar a suelo norteamericano a través de México.

7,000
haitianos esperan en Tijuana una visa humanitaria para poder cruzar a los Estados Unidos
Los Zetas mantienen prácticamente el control de todo el paso fronterizo en el estado de Chiapas, según un funcionario de la PGR
Jack es maestro de primaria, pero desde el 2010 ha tenido que trabajar de lo que ha podido: en el servicio de limpia o como guardia de seguridad
La población migrante del Medio Oriente va en aumento en Chiapas, principalmente la proveniente de Bangladesh, Irán, Irak, Turquía, Siria y Afganistán
Los migrantes de Medio Oriente tienen que lidiar con la marca social del terrorismo. Salen poco a la calle porque tienen miedo de la policía mexicana
Por 50 pesos al día, un migrante se emplea de lo que sea. Amín reconoce que se ha tenido que prostituir para ganarse unos pesos extra; aunque también ha trabajado tirando la basura de los centros comerciales
La población migrante del Medio Oriente también va en aumento en Chiapas, principalmente la proveniente de Bangladesh, Irán, Irak, Turquía, Siria y Afganistán
Amín llegó a México hace seis meses proveniente de África y ya consiguió permiso del gobierno mexicano para cruzar el país y llegar a EU, pero ahora le teme al crimen organizado
Amín decidió salir de Zambia para huir de la pobreza y la guerra. Pero también lo empujó el rumor de que el gobierno de Estados Unidos ha abierto sus fronteras a todos los inmigrantes africanos, lo que ha generado la oleada migrante que ya comienza a causar problemas sociales en Chiapas, en donde los centros asistenciales se encuentran abarrotados
En Tijuana se han refugiado los haitianos, los cubanos en Reynosa, los hondureños en Piedras Negras, y casi 11 mil africanos y mediorientales en Tapachula
El expresidente norteamericano puso fin a la política migratoria favorable para los cubanos conocida como ‘Pie Seco, Pie Mojado’
“Lo que nos preocupa es que, siendo tantas personas, (se) rebasa la capacidad de la sociedad civil en los albergues para alojarlas, darles la atención que merecen y que necesitan”
Christopher Gascónrepresentante de la Organización Internacional
para las Migraciones (OIM) de la ONU en México
En Tijuana y Tapachula los gobiernos estatales, municipales y federal dan alimentación, hospedaje y atención médica a los miles de migrantes que entran al país
https://youtu.be/VFRmF6yaLTI

Mientras Donald Trump busca construir un muro en la frontera mexicana y endurece las medidas para frenar el ingreso de ciudadanos musulmanes a Estados Unidos, en México ya se vislumbran los primeros indicios de una crisis migratoria internacional.

En la frontera norte, en Tijuana, más de 7 mil inmigrantes haitianos esperan una visa humanitaria para poder cruzar a los Estados Unidos. Lo mismo pasa en la frontera sur, en Tapachula, Chiapas, donde 13 mil africanos y desplazados del Medio Oriente se encuentran varados en su plan de ingresar a suelo norteamericano a través de México.

Cada año, medio millón de inmigrantes no mexicanos cruzan el país con la intención de ir hacia los Estados Unidos, provocando en México ya los primeros indicios de lo que será una crisis migratoria.
Aun cuando la medida antiinmigrante del presidente Trump va dedicada a México, en realidad no son mexicanos los que conforman la mayor parte del flujo humano que intenta llegar a Estados Unidos.

Cifras de la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE) indican que el número de mexicanos que intentan cruzar la frontera hacia EU cada vez es menor: en el 2009 fueron 380 mil, y en el 2014 la cifra fue de apenas 80 mil.

El número de ciudadanos no mexicanos que cruzan el territorio nacional para tratar de llegar a los EU ha crecido de manera significativa, reconoce la SRE, donde el mayor número son extracontinentales, principalmente de África y Medio Oriente.

Cifras oficiales del gobierno mexicano indican que en el 2013 eran “alrededor de 215 mil los ciudadanos de otros países que cruzaban por México, para llegar a Estados Unidos, y esta cifra a noviembre de 2016 superó ya las 500 mil personas, es decir, en tan sólo 3 años se duplicó el número de migrantes extranjeros que atraviesan México para llegar a Estados Unidos”, informó el canciller Luis Videgaray.

Christopher Gascón, representante en México para las Migraciones de la Organización de las Naciones Unidades (ONU), ha reconocido que el fenómeno de la población migrante extra continental en México es un tema de preocupación.

A un paso de ser como Turquía

A la ONU le preocupa que tras el endurecimiento de las medidas migratorias en Estados Unidos México se convierta en un caso similar a Turquía, en donde se concentra el mayor flujo migrante varado que pretende llegar a Europa desde los países de Asia central y África.

De acuerdo al abogado internacionalista, Luis Soriano, de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, con la nueva política antiinmigrante de EU, México podría encarar un problema similar al que enfrenta Turquía, en donde el gobierno nacional atiende las necesidades humanitarias de los migrantes que no son de su país.

Esa situación ya se observa en las fronteras de Tijuana y Tapachula, en donde los gobiernos estatales, municipales y federal trabajan en forma coordinada para dar alimentación, hospedaje y atención médica a los miles de migrantes que entran al país procedentes de África, Medio Oriente, Sudamérica, Centroamérica y el Caribe.

Pero los esfuerzos de los tres niveles de gobierno en ambas fronteras se han visto rebasados ante la demanda humanitaria que se genera con el flujo migrante, principalmente extracontinental, lo que ha hecho que gran parte de los apoyos a ese sector se comiencen a generar desde organizaciones de la sociedad civil.

Frente a esta situación, Christopher Gascón, representante de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) de la ONU en México, ha asegurado que “lo que nos preocupa es que, siendo tantas personas, (se) rebasa la capacidad de la sociedad civil en los albergues para alojarlas, darles la atención que merecen y que necesitan”.

Dijo que por esa razón “hemos empezado a preocuparnos y ver cómo podemos mejorar la situación, apoyar a las instituciones que se dedican a la atención a migrantes y crear una posibilidad de agencia que los apoye”.

La OIM ayuda a la sociedad civil para apoyar a los migrantes que se encuentran en Tijuana y Mexicali, muchos de ellos viven en la vía pública.

Obama, contra migrantes

De entre los grupos mayoritarios detectados por Reporte Indigo que actualmente viven en la vía pública o en condiciones de hacinamiento en las fronteras sur y norte de México, destacan los haitianos en Tijuana, los cubanos en Reynosa, los hondureños en Piedras Negras, y casi 11 mil africanos y mediorientales en Tapachula.

Destaca el número de ciudadanos cubanos que están ingresando a suelo mexicano por Tapachula, Chiapas, y que buscan llegar a la frontera norte a fin de solicitar asilo político en Estados Unidos, donde han perdido los privilegios que durante décadas les otorgó el gobierno norteamericano.

Fue el pasado 12 de enero cuando el aún presidente Barack Obama puso fin a la política migratoria favorable para los cubanos conocida como “Pie Seco, Pie Mojado”, que garantizaba el asilo político a cualquier isleño por el solo hecho de poner un pie en suelo norteamericano seco, sin importar las razones de salida de su país.

Ese hecho, estiman funcionarios del Instituto Nacional de Migración (INM), ha empujado al alza del número de migrantes cubanos ilegales que entran por la frontera sur de México, en donde logran un salvoconducto para no ser deportados del país y poder alcanzar la frontera norte.

Una historia de tantas

Amín es de Zambia. Lleva seis meses en tránsito con la intención de llegar a Estados Unidos. Apenas hace unos días logró un permiso del gobierno mexicano, a través del Instituto Nacional de Migración (INM), para poder cruzar el país sin ser molestado por las autoridades, pero su principal temor son los grupos del crimen organizado.

Por esa razón no piensa moverse de Tapachula. Quiere esperar un tiempo, aunque su permiso solo le garantiza una estancia legal en México por 21 días. Se va arriesgar.

“Quiero juntar pesos y unirme con amigos”, dice en un inglés más que básico, “para hacer viaje a Ta(ma)ulipas y pedir asilo en Estados Unidos”.

Mientras, deambula por las calles de Tapachula. Todos los días se emplea en algo: a veces ayuda a tirar la basura de algunos centros comerciales y otras veces ayuda como mesero en algunas de las fondas que proliferan en el centro de la ciudad.

Por un día de trabajo en alguna de las fondas, en donde la mayoría de los comensales son también africanos y él sirve de intérprete, logra ganar 20 pesos.

Por 50 pesos al día, un migrante aquí se emplea de lo que sea. Amín reconoce que se ha tenido que prostituir para ganarse unos pesos extra.

Amín es uno de los más de 13 mil inmigrantes transcontinentales que en los últimos seis meses han llegado a Tapachula, en Chiapas, con la esperanza de alcanzar una vida mejor. Él tiene 28 años de edad y decidió salir de Zambia para huir de la pobreza y la guerra.

Otras de las razones que lo empujaron a emprender el arriesgado viaje, fue un rumor: que el gobierno de Estados Unidos ha abierto sus fronteras a todos los inmigrantes africanos.

Ese chisme ha generado la oleada migrante que ya comienza a causar problemas sociales en Chiapas, en donde los centros asistenciales se encuentran abarrotados.

El gobierno municipal de esta localidad, que desde el año pasado brinda asistencia humanitaria a través del DIF, ha topado al límite la capacidad de ayuda a la población migrante, la que ahora recurre a la caridad que ofrecen centros asistenciales de iglesias y clubes de servicios.

Los refugios temporales Albergue Belén, Albergue Jesús el Buen Pastor del Pobre y el Migrante A.C., Albergue Misión México Dando Amor, Vida y Esperanza, Casa del Migrante en Tapachula, Casa del Migrante Hogar de la Misericordia, Centro de Atención a Niñas, Niños y Jóvenes Migrantes, Centro de Derechos Humanos Fray Matías de Córdova, Comité de Derechos Humanos Fray Pedro Lorenzo de la Nada y Hogar de la Misericordia, están abarrotados.

Por su parte, la ayuda que brinda el Gobierno estatal a través del albergue temporal de Menores y Madres Migrantes DIF Estatal también se encuentra rebasada en su ayuda a los provenientes de Centroamérica y del Caribe.

De acuerdo al INM, en promedio arriban a la estación migratoria de Tapachula entre 150 y 200 migrantes al día.

Esta población, una vez que logran el permiso oficial para cruzar el territorio nacional, no sale en forma inmediata. La mayoría siempre se queda a la espera de un familiar o amigo retrasado en el trámite.

La mayoría de los migrantes africanos se dicen perseguidos políticos, explica, Eduardo Pazos, encargado del albergue asistencial El Buen Camino, en donde 50 migrantes reciben en forma diaria comida y resguardo.

“Todos los que llegan a este albergue procedentes de Camerún, Zambia, Congo, Chad, Sudán, Kenia y Nigeria, dicen que vienen huyendo de la guerra”.

Desconfían de todos

La mayoría son parcos, desconfiados. No quieren hablar con nadie. No caminan solos por las calles de Tapachula. Se cuidan unos a otros. Saben que México es un país peligroso. Por eso los migrantes africanos no quieren asistencia de ningún centro de ayuda humanitaria.

En Tapachula, ante la incapacidad del Gobierno estatal y municipal para atender lo que ya se apunta como crisis humanitaria entre los migrantes, diversas organizaciones religiosas y clubes de servicio han abierto al menos 20 albergues temporales para los migrantes transcontinentales, en donde se les garantiza seguridad, vivienda y comida, para que no salgan a mendigar a las calles.

Pero no todos acuden a esos centros. Los africanos han comenzado a formar pequeñas colonias en la ciudad, albergándose en hoteles de bajo costo y vecindades con los servicios mínimos indispensables. Allí se cuidan unos a otros, ante el riesgo de la delincuencia organizada que los extorsiona de forma constante.

En esos centros se atiende mayormente a los migrantes haitianos, cubanos y centroamericanos que siguen engrosando las filas de esta población flotante.

Cifras récord en inmigración

Según cifras del INM, en Tapachula los inmigrantes haitianos son el segundo grupo poblacional, después de los africanos.

Solo en los últimos seis meses se estima que más de 8 mil haitianos han ingresado ilegalmente a suelo mexicano, siguen los cubanos con un estimado de casi 5 mil, y en el cuarto lugar se encuentran los centroamericanos, con 3 mil migrantes.

Honduras es el país que mayor cantidad de personas aporta a la emigración, al menos unos mil 300 hondureños han ingresado a Tapachula en los últimos seis meses.

En segundo lugar se encuentran los salvadoreños, que suman más de mil 100 personas que han solicitado un salvoconducto en el INM para viajar a Estados Unidos por suelo mexicano.

El resto del grupo poblacional que ha ingresado a México por la frontera sur lo conforman ciudadanos de Guatemala, Nicaragua, Costa Rica, Belice y Panamá, hasta de Jamaica, muchos de los cuales alegan ser africanos ante la autoridad migratoria, en espera de que el trámite de residencia temporal en México sea más rápido.

De todas formas, el trato es igual. Todos los que solicitan el salvoconducto del gobierno mexicano, se tienen que internar en la estación migratoria y el trámite puede tardar de cinco días a tres meses. Mientras se les hace una valoración documental y de identificación personal donde participan sus embajadas para validar si realmente son perseguidos políticos en sus países.

Cargando con el estigma

Entre los migrantes transcontinentales que deambulan por las calles de Tapachula, la población migrante del Medio Oriente también va en aumento, principalmente la proveniente de Bangladesh, Irán, Irak, Turquía, Siria y Afganistán.

Es un grupo poblacional que a la carga de ser extraño en una cultura distinta, tienen que lidiar con el estigma social del terrorismo. El miedo se les nota en el rostro. Ellos salen poco a la calle, porque tienen miedo de la policía mexicana.

-No terorista (sic). Yo técnico en computadora -responde Sheikn con el miedo en los ojos cuando escucha la palabra “periodista”, como única identificación del que quiere hablar con él, a las afueras de la posada en donde se hospeda.

-Yo no terorista -insiste antes de intentar correr, mientras Yahya, su compañero, lo sujeta del brazo y le explica que el que lo interpela es un periodista. Le muestra la cámara que cuelga del cuello y le brinda algo de tranquilidad. Luego los dos se sonríen.

Con frases entremezcladas de inglés y español, Sheikn dice que ya lleva tres meses desde que salió de Chittagon, su ciudad natal al sur de Daca, la capital de Bangladesh; ha tenido que cruzar más de 10 países para llegar a México, tras internarse en América por Brasil, donde trabajó como albañil y pidió limosna en la calle.

En Brasil lo detuvo la policía y fue investigado por espacio de tres días mientras era señalado de terrorista, solo por sus rasgos físicos. En Panamá también le preguntaron su posible relación con grupos fundamentalistas del Medio Oriente, en El Salvador casi fue deportado por la misma razón.

En México, lo primero que le preguntó la autoridad migratoria antes de otorgarle el salvoconducto de viaje hacia la frontera norte fue si tenía relación con actividades terroristas en su país y si pretendía hacer actos ilegales en Estados Unidos.

Ahora, mientras se mantiene a la espera de dos familiares que siguen dentro de la estación migratoria desde hace tres semanas, aspira a llegar a la frontera de Tamaulipas, en donde confía que la autoridad norteamericana le brinde el estatus de asilado político, pues su familia -asegura- es opositora al régimen de gobierno en su país.

A la espera de una vida mejor

Jack no pierde la esperanza de llegar a Estados Unidos. El viaje desde Puerto Príncipe a Tapachula le ha llevado casi dos meses. Ha sido difícil, reconoce, pero siente que vale la pena, “porque en Estados Unidos, me espera una vida mejor”, dice con un español fluido.

Él es maestro de primaria, pero está desempleado desde hace seis años, cuando el terremoto del 2010 derrumbó la escuela en la que trabajaba. Para darle sustento a su esposa e hija ha tenido que trabajar de lo que ha podido: a veces en el servicio de limpia, a veces como guardia de seguridad en una tienda.

Pero el sueldo que percibía no le era suficiente.

“Hay mucha pobreza en Haití, nadie puede esperar un buen futuro en mi país”, esa es la razón que lo empujó a emigrar. Dejó a su familia, en espera de poder reunirse con ella una vez que llegue a Estados Unidos, donde está dispuesto a trabajar “en lo que sea”.

Llegó a suelo continental por Barranquilla, Colombia. Tuvo que cruzar siete países para poder ingresar a México, pero su peor experiencia fue en Guatemala, en donde fue secuestrado por un grupo del crimen organizado que lo despojó del poco dinero que tenía, y hasta de los zapatos.

Quiere llegar a Tijuana, en donde lo esperan dos familiares que le ayudarán a realizar el trámite de solicitud de asilo.

La ruta de la muerte

Si existe un factor común entre la mayoría de la población migrante que está arribando a México por la frontera de Tapachula, es el miedo al crimen organizado. La presencia de grupos armados ligados al Cártel de los Zetas se ha reconocido en esta región desde las cúpulas de gobierno.

Los Zetas, dijo un funcionario de la PGR en esta entidad, mantienen prácticamente el control de todo el paso fronterizo en el estado de Chiapas.

“Las fronteras de Talismán y Comalapa prácticamente son controladas por el crimen organizado; ellos cobran 100 dólares a cada migrante por permitirles el paso hasta la zona de Tapachula”.

Amín sabe de eso. Él tuvo que pagar 120 dólares al grupo armado que lo interceptó apenas cruzó de Guatemala. No contaba con el dinero que le exigieron, pero le dieron la posibilidad de que lo recaudara pidiendo limosna. Tardó una semana en juntarlo, mientras estuvo vigilado por hombres armados.

Lo mismo le ocurrió a Sheikn y Yahya, quienes fueron encontrados en las calles de Tapachula y fueron obligados a pagar una cuota de 160 dólares cada uno por “derecho de paso”, no sin ser advertidos que estaban siendo vigilados.

Los 160 dólares pagados por cada uno de los dos inmigrantes, les dio “derecho a salir a la calle” a buscar comida, sin mayor problema.

Jack no ha tenido ese infortunio. Espera, una vez otorgado el salvoconducto por el gobierno mexicano, tomar un avión que lo lleve a Tijuana, para seguir con su proyecto de una vida mejor.

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