Llega la ola coreana
La historia de migración coreana en Nuevo León es de apenas 12 años atrás, pero nutrida de sus costumbres y cultura.
La comunidad coreana en la zona metropolitana de Monterrey está conformada por alrededor de mil 500 de ellos.
Sentada frente a un pizarrón, en uno de los salones en donde imparte el idioma coreano a mexicanos en el Centro de Estudios Asiáticos de la Universidad Autónoma de Nuevo León, Jung A Jin, con un perfecto español, comenta que si bien sus connacionales no viven en comunidades cerradas, sí mantienen alianza entre ellos.
Melva Frutos
La historia de migración coreana en Nuevo León es de apenas 12 años atrás, pero nutrida de sus costumbres y cultura.
La comunidad coreana en la zona metropolitana de Monterrey está conformada por alrededor de mil 500 de ellos.
Sentada frente a un pizarrón, en uno de los salones en donde imparte el idioma coreano a mexicanos en el Centro de Estudios Asiáticos de la Universidad Autónoma de Nuevo León, Jung A Jin, con un perfecto español, comenta que si bien sus connacionales no viven en comunidades cerradas, sí mantienen alianza entre ellos.
Se autobautizó con el nombre de Margarita Jin cuando estudió español en la Universidad de su natal Busan, Corea del Sur.
Busan es la segunda ciudad más importante de su país y dispone del puerto más concurrido para la importación y exportación.
El tránsito de extranjeros es habitual y el habla de diversos idiomas también, lo que la motivó a aprender otro idioma.
“Cuando elegí español no sabía nada del idioma, del país ni de nada, pero cuando empecé a estudiar supe que es el tercer idioma que se usa”, explica Jin.
Desde hace 20 años, cuando arribó por primera vez a México para fortalecer el español en la UNAM, Margarita Jin ha conocido la riqueza cultural del castellano y ha encontrado similitudes con su idioma natal.
“Es muy parecido con mi idioma en que tiene un amplio vocabulario, que es detallado y que otros idiomas no pueden expresarse tan hermosamente”, detalla.
Posteriormente trabajó en una empresa en Honduras como traductora y alimentando de la información local a las áreas legal, laboral y de contabilidad.
“Y yo me tuve que meter en todos lados, aprendí muchas cosas, duré dos años y medio y después vine a México, en León, Guanajuato, en donde también hay muchas empresas coreanas dedicadas al zapato”.
Antes de llegar a Monterrey junto a su marido, un mexicano a quien conoció en el Distrito Federal, y sus dos hijas, trabajó en Samsung Corporation como vendedora, administradora y en el área de recursos humanos.
Puente de comunicación
La preocupación porque sus hijas no olvidaran su idioma y su necesidad de mantenerse activa la motivaron a dar clases de español a sus connacionales.
Poco a poco se corrió la voz de que Margarita podía apoyar en su aprendizaje del español a los empresarios y sus familias que llegan a radicar a Monterrey.
“Es que las personas que vienen de Corea hasta acá es por cuestiones de trabajo, y se tienen qué comunicar y adaptar a la vida mexicana”.
Usualmente los trabajadores coreanos arriban acompañados de toda su familia y cuando llega una empresa nueva, es con toda su planta principal de empleados.
“Lo necesitan sobre todo en los niños cuando van a la escuela, el choque cultural es grande.
“Sin saber el idioma en inglés o español y por eso les urge aprender español para vivir bien, si no, no pueden gozar la vida”.
A pesar de ser una cultura en la que se manifiesta en gran medida la unión, Margarita se encontró con que en Monterrey no existe una asociación como en otras partes de México.
Esto porque no sienten la necesidad de estrechar relaciones, ya que sus empresas los llevan y los traen por periodos cortos.
Pero gracias a Kia Motors, que se establecerá en Pesquería, llegarán alrededor de 3 mil coreanos en los próximos años.
En su pequeña escuela ya ha empezado a dar clases a los directivos de Kia Motors y a sus esposas. La demanda es mayor por parte de los hijos de éstos.
El tiempo en que un coreano domina el español depende de su capacidad y dedicación, aunque ella se sigue sorprendiendo de la riqueza de nuestro idioma.
“Yo aún sigo aprendiendo una palabra nueva todos los días (ríe)”.
La enseñanza privada la combina desde hace un año, con su trabajo en el Centro de Estudios Asiáticos.
Imparte el idioma coreano a grupos de 20 mexicanos de todas las edades y profesiones.
El boom coreano es tal, que uno de sus alumnos, médico internista en terapia intensiva, decidió aprender coreano para dar atención de calidad a sus probables pacientes orientales.
“Entonces él piensa en el negocio y en la parte humana”.
El incremento en la solicitud del aprendizaje de este idioma también es el resultado del estrechamiento de relaciones de la UNAL con las universidades coreanas para intercambios y becas estudiantiles.
Anteriormente se formaban grupos de 12 ó 14 alumnos, ahora Margarita tiene hasta 20.
Llegan con prensa coreana
Orgullosa, presume que ya existe en Monterrey un periódico hecho por coreanos y escrito en su idioma, por medio del cual se mantienen informados, hasta con avisos de ocasión.
Hojeándolo muestra la sección que habla de las noticias de esta ciudad.
Señala los avisos de ocasión en donde se da a conocer un restaurant de comida coreana sobre la avenida Miguel Alemán y una casa de huéspedes para coreanos en la colonia Almeria, en Apodaca, entre otros.
“Hanin Diario” se edita desde hace algunos años en la Ciudad de México y hace pocos meses llegó a Monterrey para venderse en los expendios de productos y restaurantes coreanos.
Los comercios de productos y comida coreana han ido apareciendo poco a poco, primero en la zona de San Pedro y últimamente han venido posicionándose en avenidas y plazas comerciales de Apodaca.
Cuidado, coreanos, con los gritos
La tarea de la profesora Margarita Jin no termina en hacer que sus alumnos dominen el idioma.
Transmitir la cultura y costumbres de ambos países a sus alumnos es indispensable.
Por ejemplo, añade, en Corea es importante el respeto a los mayores y a los superiores laborales.
Debe explicar a los mexicanos que trabajarán bajo el mando coreano, que éstos son sumamente estrictos y, sin la menor intención de ofender o denigrar, pueden exagerar su mando.
Para evitar asuntos de demandas en lo laboral, se habla de esta materia a los empleados locales y a los patrones extranjeros se les enseña que en México se puede tomar como abuso, un grito o un mal trato.
El área de educación de los niños coreanos es de suma importancia, por ello Margarita cada sábado imparte clases oficiales del departamento educativo de su país.
Le envían hasta esta ciudad los libros de texto oficiales para que los pequeños que viven en Monterrey reciban la enseñanza pública de Corea, además de la mexicana.
“Los sábados tengo grupos de niños estudiantes en el colegio San Patricio.
“Ellos van de lunes a viernes a su escuela de manera normal, en donde se educan con los libros de aquí, pero los sábados les impartimos lo que los niños de su edad están estudiando en Corea”, relata Jin.
Ya faltan bancas en el templo
Los residentes coreanos en Monterrey han encontrado en la religión una forma de converger.
Existe un templo de la iglesia cristiana presbiteriana en el que cada domingo se reúnen cientos de extranjeros coreanos a escuchar un sermón impartido por uno de sus connacionales en su lengua madre.
Esto ha ayudado un poco más para que Margarita pueda medir el incremento de la llegada de sus paisanos.
“Desde hace dos meses somos demasiados, que no cabemos.
“Antes teníamos un horario para el culto, y ahora lo dividimos en dos horarios, para que todos puedan caber, porque ya somos muchos”.
Después de la unión con su comunidad, una de las principales necesidades que los coreanos buscan satisfacer al llegar a Monterrey es la de la seguridad.
Las historias que leen y escuchan del noreste mexicano son de inseguridad y hay familias que no salen de su hogar, porque temen ser víctimas de la violencia en las calles de Monterrey.
Ella les aconseja que salgan y vivan de manera habitual, sólo tomando las precauciones básicas.
La adaptación de los coreanos en nuevas comunidades es vertiginosa y global. Su cultura les brinda un alto nivel de adaptación y crecimiento.
Quedaría pendiente conocer si los regiomontanos podrán adaptarse de la misma manera a su llegada.