Los migrantes africanos han realizado seis marchas en la ciudad chiapaneca de Tapachula a lo largo de 42 días de protesta, pero ayer fue diferente. Su séptima manifestación tiene como protagonistas a niños migrantes y niñas que saben el significado de las palabras racismo, mafia y libertad antes de cumplir 12 años.
Ricardo, un niño angoleño, camina en la primera fila del contingente con sus amigos del Congo y Camerún. Los pequeños, que un día antes jugaban futbol, levantan pancartas con las frases “libre circulación para todos”, “igualdade”, “stop corruption”, “we are here to pass not to stay” y “we need freedom”.
Los niños salieron a las 11 de la mañana de la estación migratoria siglo XXI y caminaron por más de una hora hasta llegar al Ayuntamiento de Tapachula. La consigna constante en calles y avenidas fue un grito simple y conciso:”¡libertad!”.
Los niños de cabezas invadidas por rizos o trenzas tejidas a la perfección forman parte de un grupo de migrantes africanos integrado por más de 3 mil 500 personas que provienen de 16 países.
Algunos llevan incluso tres meses en la ciudad chiapaneca porque aseguran que el Instituto Nacional de Migración no les otorga un documento que les permita salir de ella, transitar por territorio mexicano y llegar a su destino: Estados Unidos o Canadá.
Ante la negación de oficios de salida, las personas que conforman la Asamblea de migrantes africanos y africanas en Tapachula protestan afuera de la estación migratoria desde hace más de un mes.
Instalaron un campamento a unos pasos de las oficinas como un acto político, pero también para mantenerse unidos y protegerse entre ellos. En casas de campaña diseñadas para una persona o dos, viven familias completas de hasta cuatro integrantes.
Recién nacidos y mujeres con 8 meses de embarazo duermen entre lluvia, mosquitos y el calor característico de la ciudad. Comen caldo de verduras que calientan una y otra vez en latas o sopa y pan que les regala una organización religiosa.
Por la falta de comida y la situación en la que viven, los niños migrantes encabezaron la protesta. Los menores fueron acompañados por sus padres, quienes vigilaron que los automóviles no se acercaran al contingente y que nadie se deshidratara.
“Estos niños están pasando un mal momento porque son africanos, negros y migrantes… Estamos viviendo una verdadera deshumanización. Las autoridades no quieren hablar con nosotros. Hay niños y mujeres embarazadas que se mojan por la lluvia todos los días. Es lamentable”, dice Pablo, representante de la Asamblea.
Además, los niños y adultos africanos protestan de una forma especial. Los chiapanecos que los han visto tomar las calles en diversas ocasiones aún se asombran y los graban cuando pasan afuera de sus casas.
Para los integrantes de la Asamblea es importante que las manifestaciones sean pacíficas. Toman las calles con palmas en las manos como si se trataran de olivos que representan la paz.
Las elevan en el aire mientras cantan y bailan música que deja atrás sus barreras idiomáticas. Cuando todos mueven sus caderas, nadie recuerda que libertad no se escribe igual en portugues, francés e inglés o que no es lo mismo huir de Mauritania que de Eritrea.
La música es un lenguaje que tienen en común para pedir al gobierno mexicano que les dé documentos para poder salir de Tapachula y continuar su camino. Algunos llenan botellas de piedras para generar un ritmo que encuentra un eco perfecto en los tambores creados con garrafones.
Sus marchas también reflejan conocimiento de la historia de la defensa de los derechos de las personas negras. Los niños también levantan carteles con dibujos del activista Martin Luther King, el expresidente Barack Obama e incluso el actor Will Smith.
Las marchas de los africanos son actos políticos llenos de felicidad, pero cuando la protesta termina y no hay más círculos de baile, el buen humor se apaga y algunos admiten que se encuentran desesperados y no saben qué hacer para salir de Chiapas.