Las cifras hablan por sí solas. A pesar de que aumentó el número de programas sociales puestos en marcha por este gobierno, la reducción de la pobreza no se logró.
Además, hay 52 millones de mexicanos con algún grado de pobreza, 3 millones más que en evaluaciones anteriores.
Pese a los anuncios de Felipe Calderón, la pobreza extrema se estancó en 11.7 millones de personas que carecen de acceso a la educación y la salud, con ingresos menores al valor a la canasta alimentaria.
Al presentar el “Informe de evaluación de la política de desarrollo social 2012”, el secretario ejecutivo del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), Gonzalo Hernández Licona, admitió que la desigualdad en el país sigue siendo elevada, pues el decil más rico gana 25 veces más que el más pobre.
La discriminación femenina continúa siendo elevada en todos los campos, incluso en el Congreso de la Unión, a pesar de la cuota de género.
En los últimos 10 años, refiere el documento, la cobertura de los servicios básicos se ha ampliado, pero el poder adquisitivo de la población descendió por un alza inusitada e importante de los precios de los alimentos.
“Subieron dos o tres veces más que la inflación promedio, y eso atenta directamente contra los ingresos de la población y el acceso a la alimentación, lo que ha implicado un aumento de 3.2 millones de pobres en el medio urbano”. Una de las cuestiones pendientes, aclara el funcionario, el estancamiento en los ingresos reales de los mexicanos, pues “no han tenido incrementos fuertes en los últimos 20 años”.
Se trata, dice, de un problema “un poco más estructural”, de cómo hacer para que México tenga un Producto Interno Bruto (PIB) per cápita, un ingreso mayor, cada año.
El crecimiento del PIB per cápita anual promedio del país de 1990 a la fecha fue de sólo 1.2 por ciento.
De acuerdo con la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH), el ingreso laboral promedio real en el país no ha crecido entre 1992 y 2010.
De ahí que el ingreso real se redujera y aumentara el número de personas sin acceso a la alimentación y, por tanto, que la pobreza se incrementara en 3.2 millones entre 2008 y 2010.
Pero Hernández Licona se justifica. “Los programas son un complemento del combate contra la pobreza, pero los motores más importantes para reducirla son la creación de empleos, crecimiento económico, mejoras salariales, mayor productividad y acceso a los derechos sociales”.
En la actualidad hay 505 mil 910 hogares que no son beneficiarios de Oportunidades ni del programa de Apoyo Alimentario en localidades de menos de 100 mil habitantes. El problema, explica Hernández, es la corrupción, que sigue siendo importante, porque “por parte de diversos presidentes municipales se ha intentado reducir y controlar los fondos dirigidos a las comunidades”.
Si bien Enrique Peña Nieto recibirá un país con mayor cobertura de electricidad y viviendas habitables, esenciales para medir el grado de pobreza, también se enfrentará a una elevada inflación y a la volatilidad de los precios. Un ejemplo es que, de enero a noviembre de 2012, el precio del frijol se elevó un 22 por ciento y el del huevo, un 20 por ciento.
Por lo pronto, el equipo de investigadores del Coneval entregó un documento a Peña Nieto donde se establece que las causas o determinantes de la pobreza son: La falta de empleos y los salarios bajos, el aumento en el precio de los alimentos, la insuficiente cobertura y calidad de los servicios de salud, educación y seguridad social, baja productividad y competitividad; la escasa inversión pública y privada y la desigualdad de oportunidades.
Ahora, la nueva forma de medir la pobreza es que se puede desglosar los elementos positivos y los negativos. Así, el ingreso fue un problema y la cobertura de servicios básicos, un elemento a favor, asegura Hernández Licona.
Los objetivos de los 273 programas federales y los 2 mil 391 estatales, vinculados al desarrollo rural y urbano, a la erradicación de la pobreza y el hambre, no se lograron.