[kaltura-widget uiconfid=”38728022″ entryid=”0_8lvfjxlr” responsive=”true” hoveringControls=”false” width=”100%” height=”75%” /] El conflicto migratorio en el mundo es un tema del que México no puede escapar y el cual ha adquirido mucha importancia por la relación que existe con Estados Unidos y por la posición geográfica en la que se ubica el país.
Por un lado, la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte y la búsqueda de una buena relación con la nación que lidera Donald Trump han colocado el tema de la migración como uno de los asuntos prioritarios para la administración entrante, la cual se ha dicho dispuesta a trabajar con el gobierno norteamericano en cuestiones como la seguridad fronteriza y el combate a la inmigración ilegal.
Sin embargo, existen otros asuntos que el presidente estadounidense ha querido imponer como lo es el caso de convertir a México en una tercera nación segura.
Lo que esto significa es que todas aquellas personas que provienen de centro y sur América en busca de llegar a Estados Unidos, primero deben pedir refugio en México, lo que convertiría al país en un filtro de migrantes, especialmente para los que vienen sin la documentación adecuada.
A pesar de que el país del águila y la serpiente no cuenta con los requisitos para convertirse en lo que Trump ha pedido de acuerdo con lo que establece la Agencia de la ONU para los Refugiados (Acnur), la realidad es que México recibe a miles de migrantes cada año y una buena parte de ellos se quedan en busca de mejores oportunidades.
Algunos de los ejemplos más claros es la comunidad de haitianos que se formó en Tijuana, Baja California, después de que un terremoto de siete grados en la escala de Richter los dejara en condiciones deplorables.
Ahora, todos aquellos que lograron adaptarse al idioma y al país residen en México; muchos de ellos incluso se han casado y encontrado trabajo.
Tal es el caso de Hamlet Alexandre, quien ahora radica con su esposa mexicana en el estado de Jalisco.
“Ella me mandó una carta para mostrarla de prueba a las autoridades, facilitarme los documentos y venir a México, eso fue como un plus para que me permitieran entrar más fácilmente”, comenta Alexander.
Algo similar ocurre con los Venezolanos, quienes ante la difícil situación social y económica en la que se encuentran, han visto a México como una excelente opción para poder dejarlo todo atrás y comenzar de nuevo.
Sin embargo, no todo es miel sobre hojuelas, y para muchos poder iniciar una nueva vida en el país que aún lidera el presidente Enrique Peña Nieto, ha pasado de ser un sueño a un infierno.
Los papeles para nacionalizarse
La Secretaría de Relaciones Exteriores asegura en su página oficial que si un extranjero desea casarse con un mexicano o mexicana, la persona foránea deberá obtener una autorización por parte del Instituto Nacional de Migración.
Para obtener dicha autorización es necesario que el extranjero cuente con una forma migratoria vigente, pasaporte o documento de identidad y viaje, una carta firmada por los presuntos contrayentes y dirigida el Instituto Nacional de Migración en la que declaren que ninguno tiene impedimento legal para contraer matrimonio e indicando el número de la oficialía del juzgado del registro civil en donde se realizará el acuerdo, la entidad federativa, el municipio, la localidad en donde se ubica el mismo y la fecha en la que se llevará cabo el matrimonio.
Asimismo, un documento que acredite la nacionalidad del presunto contrayente mexicano, su identificación oficial vigente y un comprobante de pago de derechos.
En caso de que el documento que se deseé tramitar sea la carta de naturalización mexicana, ésta se puede obtener teniendo hijos mexicanos por nacimiento o ser originario de un país latinoamericano o de la Península Ibérica con dos años de residencia mínima en la nación.
Otra de las maneras es por haber realizado servicios u obras destacadas en materia cultural, social, científica, artística, empresarial y técnica, o una de las más conocidas, casarse con un mexicano.
Machismo, la pesadilla migrante
En 2015, Joseth Ramírez, una cocinera originaria de Caracas, Venezuela se encontraba en Estados Unidos con un nuevo empleo y una pareja después de que salió huyendo del lugar que la vio nacer.
Durante su estancia se encontró a un grupo de latinos que vendían comida mexicana, personas que le enseñaron una faceta de aquella nación que ella no conocía pero que le despertó el interés por hacerlo.
Al poco tiempo decidió separarse del hombre con quien se encontraba para mudarse a México y manejar una cafetería en Pachuca, Hidalgo, situación que aprovecharía para poder conocer la cultura del país que tanto le llamó la atención y así buscar las oportunidades que en Venezuela desaparecieron con el gobierno de Nicolás Maduro.
Encontrar una nueva pareja no fue ningún problema para ella. En cuanto descendió del avión y se internó en el aeropuerto, dio con quien se convertiría en su esposo.
De acuerdo con el Inegi, aquel año en la Ciudad de México, de los 33 mil 230 matrimonios que se registraron, mil 239 involucraron a extranjeros.
Para los extranjeros que encontraron a su pareja en México y que buscan radicar en el país, uno de los principales obstáculos que han tenido que enfrentar es la predominante cultura del ‘macho mexicano’
“En cuanto me casé no pude salir más de mi hogar. Tenía que pasarle la ubicación si es que salía y cuando le decía que estaba en la casa marcaba para verificarlo (…) La violencia psicológica fue tan grande que llegué al punto de reflexionar si era yo la del problema”, relata.
El sueño de Joseth Ramírez de manejar su cafetería también murió, pues de acuerdo con su testimonio, el hombre con el que contrajo matrimonio no le permitía laborar por su condición de género e, incluso, la golpeaba para evitar que fuera a trabajar.
“Yo siempre le dije que mis prioridades eran trabajar y seguir estudiando pero a él no le importó […] Llegó al grado de decirme ‘ahí te dejo 150 pesos, y agradece que te estoy dejando algo’”, relata la mujer venezolana.
Al darse cuenta de que su situación no cambiaría, Joseth decidió buscar ayuda. Sin embargo se topó con una pared, pues asegura que las instituciones encargadas de ayudar a las mujeres en situaciones de violencia no cuentan con programas de asistencia social, soporte o trabajo.
“No acuso a los mexicanos de no contar con este tipo de planes, pero el Estado no se ha ocupado de asistir y proteger a sus mujeres. Tengo tres años viviendo aquí y me he dado cuenta que apenas hay una lucha para que la mujer sobresalga en la sociedad y sea respetada, incluso en el tema laboral”, asevera.
El caso de Joseth Ramírez no es único y el machismo que se vive en el país es un problema al que más de un extranjero ha tenido que enfrentarse, incluso aquellos que son hombres.
Así lo cuenta Jesús Alberto Puerta, venezolano nacido en Maracaibo que radica en Monterrey, Nuevo León y que desde hace seis meses tiene una relación sentimental con una mujer mexicana.
Jesús se describe como un hombre tranquilo y sin vicios, pero nunca creyó que esos aspectos fueran señalados de mala manera por otra persona, y en especial si esa persona era el padre de su pareja.
“Fue muy difícil el tema de conocer a su familia, sobre todo a su papá. El papá es muy del típico macho mexicano, con un carácter bien fuerte.
Yo no fumo, no bebo alcohol, soy muy calmado y tengo ideas muy distintas a lo que es la cultura del machista acá en México. Obviamente para el señor no fue muy divertido que yo no participara en ciertas actividades. Digamos que ese ha sido el punto más incómodo en cuanto a la relación”, admite.
El reto del empleo
Uno de los principales motivos por los cuales las personas salen de sus países en busca de mejores oportunidades es la falta de empleo, y aunque México no podría clasificarse como un país que destaca de forma positiva en esta materia, muchos de los migrantes arriban con la esperanza de que podrán encontrar mejores trabajos de los que hay en sus lugares de origen.
De acuerdo con las quejas presentadas ante el Conapred, los grupos que más discriminación laboral reciben son las mujeres embarazadas, las personas transgénero, los migrantes y los solicitantes de asilo o refugio.
Esta realidad la ha vivido en carne propia Alan Cabrera Yerleque, un hombre de origen peruano que decidió venir a vivir a México para encontrarse con la mujer que hoy es su esposa.
Después de llevar más de un año en una relación a distancia debido a que se conocieron a través de las redes sociales, Alan decidió reunirse con su pareja en el estado de Durango, de donde ella es originaria.
Sin embargo, el mayor reto para Alan Cabrero no fue hacer el viaje o enfrentarse al machismo que se vive al interior de la familia de su pareja, sino evitar ser discriminado y conseguir trabajo.
“Los mexicanos, no digo que todos, son un poquito envidiosos de que otra gente ocupe un trabajo. Pero yo digo que cuando un mexicano va a Estados Unidos pasa lo mismo.
A pesar de todo me ha tocado más gente buena que mala. Quienes no me aceptaba me miraba un poco raro, me decían sudaca, que aunque es un concepto racista, yo no lo tomaba de mala manera, la verdad, me daba igual. Yo me dedicaba a trabajar”, admite.
Jesús Alberto Puerta, venezolano nacido en Maracaibo, también tuvo que enfrentar la realidad de la discriminación laboral en México.
El ahora habitante de Monterrey, Nuevo León, relata que su travesía para buscar empleo no fue sencilla, pues algunas de las compañías en donde lo entrevistaron le dijeron que a pesar de su experiencia y capacidad ellos únicamente contrataban personas ‘regias’.
“En más de una ocasión me toco ser rechazado de un empleo por no ser mexicano. Me decían que les gustaba que tuviera experiencia y que hubiera viajado por distintos países pero al final me negaban el empleo argumentando que ellos solamente contrataban gente del lugar”, finaliza.
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Narrar la migración venezolana por Mariana Recamier