Migrantes, el drama latente
Sin visos de solución, el problema de la migración centroamericana en México sigue bullendo.
Cada vez son más los indocumentados que se internan en suelo mexicano con la intención de llegar a la frontera norte, en espera de una mejor condición de vida.
A su paso por nuestro país, miles de migrantes, principalmente de Honduras, Nicaragua, Guatemala y el Salvador, viven su propio infierno.
En suelo mexicano encaran el riesgo del crimen organizado que los secuestra y extorsiona, o el desdén de la sociedad.
Sin visos de solución, el problema de la migración centroamericana en México sigue bullendo.
Cada vez son más los indocumentados que se internan en suelo mexicano con la intención de llegar a la frontera norte, en espera de una mejor condición de vida.
A su paso por nuestro país, miles de migrantes, principalmente de Honduras, Nicaragua, Guatemala y el Salvador, viven su propio infierno.
En suelo mexicano encaran el riesgo del crimen organizado que los secuestra y extorsiona, o el desdén de la sociedad.
La operación de los albergues de asistencia –todos en manos de organizaciones no gubernamentales- es la mejor muestra de la falta de una política de asistencia social oficial que vea por los centroamericanos en curso.
De acuerdo a datos de la Iglesia Católica, en todo el territorio mexicano actualmente se encuentran en operación 27 albergues que brindan atención humanitaria al flujo migrante.
Ninguno recibe la ayuda de las autoridades.
Todos los albergues, acepta el padre Gustavo Rodríguez, responsable de la pastoral de movilización humana de la diócesis de Puebla, funcionan en base a la caridad pública.
“Ni siquiera hay recursos oficiales de la propia Iglesia Católica para esta labor. Todos los que estamos en esta pastoral tenemos que manejar con recursos de cada parroquia la asistencia a los migrantes”.
El mismo Padre Alejandro Solalinde, la figura más reconocida a nivel nacional en la vocación de ayuda a los grupos de migrantes, refiere al “poco interés” de la autoridad mexicana para brindar un trato humanitario a ese grupo social.
De acuerdo a un estudio realizado por el Centro de Estudios Sociales y de Opinión Publica, en conjunto con la Cámara de Diputados, los problemas más frecuentes que enfrentan los migrantes centroamericanos no documentados en nuestro país son: robo, asalto, extorsión, agresiones físicas y sexuales, intimidación y amenazas, corrupción, destrucción de documentos y detención sin información sobre su situación legal.
Dejan la vida en el camino
De acuerdo a datos de la Cruz Roja, de las delegaciones en Veracruz, Tabasco, Chiapas y Puebla, en lo que va del año se han registrado al menos 29 casos de migrantes que perdieron alguna de sus extremidades al ser alcanzados por las ruedas del ferrocarril.
El recuento extraoficial revela que de los mutilados, tres de ellos eran niños de 11, 13 y 16 años de edad, dos víctimas más eran mujeres de 19 y 39 años de edad, los otros 24 eran hombres entre los 18 y los 45 año de edad, quienes argumentaron que viajaban en el tren con la intención de llegar a la frontera con Estados Unidos.
Los cuerpos de rescate en esas entidades brindaron la atención primaria a los lesionados. Fueron internados en algunos de los hospitales públicos, con cargo al gobierno, pero al ser dados de alta, ya no tuvieron ningún tipo de seguimiento. Nadie supo cuál fue su paradero final.
Los datos de las procuradurías de justicia de esos mismos estados revelan que solo en lo que va de este año se han encontrado también los cuerpos de 72 presuntos migrantes, a las orillas de las vías. Se presume que fueron víctimas de algún “accidente” y que cayeron del tren. Al no existir reclamo de sus cuerpos, las víctimas fatales de La Bestia fueron a dar a la fosa común.
Hondureños a la alza
Hasta el año pasado, el mayor número de migrantes centroamericanos que cruzaban por México eran principalmente de Guatemala. En lo que va de este año, los hondureños ocupan el primer lugar en la población migrante del país.
Una de las causas que desde México, se atribuye al incremento de migrantes hondureños, de acuerdo a las versiones del padre Gustavo Rodríguez y del activista pro migrantes Salvador Ramírez, es el estado de violencia que se vive en ese país.
De acuerdo a los datos oficiales del Instituto Nacional de Migración (INM), en los últimos 10 años se ha deportado a casi un millón de centroamericanos.
En promedio, cada año, casi 100 mil migrantes son repatriados a su nación en Centroamérica.
Las cifras manejadas por el área de inmigración de la Secretaría de Gobernación han hecho que la organización internacional Human Rights Watch (HRW) mantenga abierta desde el 2014 una misión de investigación, para revisar la forma en que México aplica las normas locales e internacionales en cuanto al trato de emigrantes.
Ni para darles de comer
En el albergue “Un Mundo, Una Nación”, ubicado en el municipio de Apizaco, Tlaxcala, la preocupación de todos los días es buscar la forma de darles de comer al promedio de 200 migrantes centroamericanos que llegan a diario en el lomo de La Bestia.
Es el albergue que mayor flujo de migrantes registra en la zona centro el país.
Algunos sacerdotes de la Parroquia de La Sagrada Familia de Apizaco son los que convocan a la feligresía a donar algo de su mesa. No siempre hay respuesta.
Voluntarios, como Salvador Ramírez, lanzan de manera frecuente reclamos de ayuda a través de las redes sociales.
Allí, las carencias son muchas, pero el ánimo humanitario es mayor: a los migrantes se les brinda asistencia médica, se les da la posibilidad de que hagan una llamada telefónica, se les orienta sobre los riesgos que van a seguir enfrentando en su trayecto, y se les permite una estadía de hasta dos días a fin de que recobren fuerzas y sigan con su camino.
La semana pasada fueron casi 260 los migrantes que trajo el tren en su lomo; iban mujeres y niños, todos azorados por los Zetas que les cobran 100 dólares por permitirles el paso por suelo mexicano.