Para arrancar la segunda mitad de su sexenio, el presidente Andrés Manuel López Obrador realizó cambios en la organización que montó para vincular a su administración con los otros poderes y niveles de gobierno del país. Con las salidas de Olga Sánchez Cordero y Julio Scherer, quedan al frente de la Secretaría de Gobernación tres de sus colaboradores históricos y de confianza.
En semanas consecutivas se confirmaron las salidas de Sánchez Cordero, quien volvió al Senado de la República tras tres años en Gobernación en donde más de una vez no contó con el respaldo presidencial, y de Scherer Ibarra, quien era el encargado de la relación no solo con el Poder Judicial, sino también con el Legislativo y con los gobiernos estatales. Tareas que correspondían en el pasado al titular de la Segob.
Para relevar a Sánchez Cordero, el primer mandatario designó a López Hernández, su “paisano, amigo y compañero entrañable”.
López Obrador sostiene una cercana relación tanto con él como con su familia desde finales de los años 80, la cual inició con el apoyo que Payambé López, padre del nuevo secretario, cuando dirigió al PRI de Tabasco.
Como antecedente directo, como gobernador de Tabasco, Adán Augusto operó para que se pudieran poner en marcha las megaobras del sexenio, como la refinería de Dos Bocas y el tramo del Tren Maya en la entidad. A la vez que su familia siguió en planos estelares, pues su hermana, Rosalinda López, llegó a la Auditoría Fiscal del Servicio de Administración Tributaria, mientras el esposo de ésta, Rutilio Escandón, gobierna Chiapas.
Desde la Segob, López Hernández tendrá la responsabilidad de operar el cierre del sexenio, contando con los servicios de otros dos colaboradores de confianza del presidente que le han acompañado a lo largo de su trayectoria política: los subsecretarios Alejandro Encinas; de Población, Migración y Derechos Humanos; y Rabindranath Salazar, de Desarrollo Democrático, Participación Social y Asuntos Religiosos.
Encinas fue uno de los hombres de confianza de López Obrador en la jefatura de Gobierno del Distrito Federal, al grado que lo dejó a cargo cuando renunció para enfrentar el desafuero de 2004 y la campaña presidencial de 2006.
Salazar, por su parte, ha tenido un papel más discreto, si bien acompañó a López Obrador en sus tres campañas presidenciales. En 2018 incluso fue su coordinador territorial en Puebla, Tlaxcala, Hidalgo, Morelos, Guerrero y la Ciudad de México. Tras la victoria, fue elegido para convertir al Banco del Ahorro Nacional y Servicios Financieros en el nuevo Banco del Bienestar que distribuirá los programas sociales del gobierno, pasando en 2020 a la Segob.
A estos operadores se suma María Elena Ríos González, relevo de Scherer en la Consejería Jurídica y quien ya ocupó el cargo homólogo durante el mandato de López Obrador en la capital de la República, teniendo un perfil más jurídico que operativo.
Olga Sánchez Cordero dejó la Secretaría de Gobernación después de tres años al mando para apoyar a la 4T de AMLO desde el senadohttps://t.co/6IB1k2AEpe
— Reporte Índigo (@Reporte_Indigo) August 29, 2021
‘Camino a la sucesión’ de López Obrador
Para analizar este recambio de perfiles, Reporte Índigo entrevistó a Javier Santiago Castillo, académico de la UAM, quien considera que los cambios en el gabinete tienen que ver con la preparación hacia la sucesión presidencial.
“Es el telón de fondo. Implican (los cambios) tener en puestos clave a operadores políticos de la absoluta confianza del presidente. Los líderes carismáticos tienden a confiar en cercanos, si hay lazos de parentesco o de muchos años caminando juntos, todavía más”.
Santiago Castillo considera que estos movimientos tienen como finalidad que la Segob recupere el control político del país. Esto en lugar de la estrategia de “dos cabezas” que se implementó durante las gestiones de Sánchez Cordero en la Secretaría y Scherer en la Consejería. Además de que también se cambia el esquema en el que los secretarios de Estado respondían a acuerdos políticos, siendo los subsecretarios quienes operaban para el presidente.
“En el caso de la Secretaría de Gobernación es evidente que los dos subsecretarios acordaban directamente con él asuntos que deberían haber tratado primero con la secretaria, se la saltaban. La decisión del presidente es que ya no acuerden directamente con él, da la impresión, que el secretario atienda de manera directa y tenga el control de una gran cantidad de asuntos. Creo que en eso está en lo correcto, para tener tiempo para atender otras cosas que implican gobernar”.
La estrategia
El académico considera que la estrategia de centralización política puede ser benéfica, particularmente para solucionar disidencias sociales como las protestas magisteriales, de comunidades indígenas y de familiares de desaparecidos. Tomando en cuenta que garantizar la estabilidad social y política es de suma importancia de cara al recambio gubernamental, como parece ser el objetivo último de estos movimientos.
Sin embargo, también recalca que el nuevo secretario de Gobernación puede enfrentar dificultades en esta labor debido a que se trata de un perfil, más bien, de carácter regional con una trayectoria desarrollada principalmente en su estado natal y que tuvo poco brillo cuando fue senador de la República. Contrastando esto con otros perfiles con largas carreras en la política nacional que no tendrían que llegar a ganarse el respeto y la confianza de sus interlocutores.
“El nuevo secretario llega con fortalezas y con debilidades. La fortaleza es el respaldo presidencial y la concentración de facultades y competencias que debería de haber tenido siempre la Secretaría de Gobernación. Pero la debilidad es que, para acordar en política, los interlocutores deben tener certeza de que, a lo que se llega, se va a cumplir. Ahí habrá un camino que andar para el nuevo secretario para ganarse la confianza de sus interlocutores, para darles esa certeza.”