Un oficio al natural

Laura CaoRomero Alcalá estudió Literatura y luego una maestría en Lingüística en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), y el doctorado se lo dio la vida cuando conoció el oficio de partera.

En un mundo en el que hay tecnología de punta, médicos especialistas y hospitales deprimer nivel, hay personas que prefieren la intuición, naturalidad y simpleza de un alumbramiento con ayuda de una partera.

Laura considera que 90 por ciento de las mujeres pueden tener un parto natural.

Julio Ramírez Julio Ramírez Publicado el
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Laura caoromero comenzó su oficio en 1975 y en este tiempo ha atendido más de 300 nacimientos
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Laura CaoRomero Alcalá estudió Literatura y luego una maestría en Lingüística en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), y el doctorado se lo dio la vida cuando conoció el oficio de partera.

En un mundo en el que hay tecnología de punta, médicos especialistas y hospitales deprimer nivel, hay personas que prefieren la intuición, naturalidad y simpleza de un alumbramiento con ayuda de una partera.

Laura considera que 90 por ciento de las mujeres pueden tener un parto natural.

“El parto es tan sencillo como lo vemos en la Navidad. Nadie le dijo nada a la madre de Jesús y la fueron a visitar y ella estaba con ese amor y esa humildad hacia el recién nacido”, comenta Laura, Al quien comenzó en el oficio de la partería en el año 1975.

En más de 40 años ha acompañado unos 300 nacimientos. Si se compara ese número con los que realiza un médico parecen pocos, pero éste es un procedimiento más detallado. La partera acompaña el proceso antes del parto y un tiempo después. Es de charla y aprendizaje.

“El parto natural, como el parto ecológico, el parto consciente, el parto humanizado, el parto respetado… ya se ha trillado mucho este concepto. Y yo digo que tenemos que regresar a la simpleza ydecir el parto simple, que es como lo atienden mis colegas, las parteras tradicionales, y de quienes también tuve la oportunidad de aprender”.

Laura viajó a Austria y colaboró en partos en casa. En su propio hogar tiene una biblioteca, en su mayoría de libros en inglés, de temas como ginecología, obstetricia y cuidados maternos.

“Cuando regresé de Austria busqué escuelas, no había, pero había cursos a las parteras por parte de las instituciones de Salud y cuando me metí a observar cómo eran los cursos, para esto ya había estudiado en la UNAM Letras y Linguística, y tenía yo una aptitud etnógrafa que me permitió estar ahí observando y captar ciertas cosas y pude ver cómo eran dos mundos tratando de juntarse, tratando de enseñar unas a las otras y las otras de comprender lo que les decían y la verdad es que había un abismo de entendimiento”, asegura.

Considera que hoy en día la idea del parto invade de miedo a la gente. Ella puede presumir que conoce las sociedades avanzadas -donde paradójicamente sí se reconoce académicamente la profesión de la partería- y también los ámbito rurales del país, en donde sus colegas parteras realizan esta labor de un modo muy simple, pero que logra una conexión natural.

Sus conocimientos en lingüística fueron fundamentales para comunicarse con las parteras tradicionales de las zonas indígenas del país, a cuyos conocimientos e intuición les tiene un profundo respeto. Abre sus puertas aReporte Indigo en una zona residencial de la Ciudad de México para platicar acerca del oficio de ser partera.

“Hice algunos estudios de Lingüística y me dí cuenta de que eran como dos idiomas diferentes. Aparte de que en muchas zonas indígenas no solamente se hablan dos, se hablan cuatro lenguas mexicanas indígenas. Me hice amiga de ellas (las parteras), me interesaba mucho, las empecé a admirar por su gran confianza que tenían en que los partos son normales y los bebés nacen casi siempre bien… porque tienen que nacer. No hay esta predisposición y este temor que yo encontraba en los niveles más académicos, médicos, hospitalarios y de personas que han estudiado mucho tiempo su carrera”, refiere.

“Para ellas era más natural y más simple”, asegura.

En México los servicios de partería se utilizan sobre todo en zonas rurales o urbes pequeñas, pero también hay personas en las ciudades que tienen conocimiento de estos recursos.

“Con nosotras (parteras.org) han venido mujeres que están cursando su doctorado en ciencias sociales, en filosofía, en ciencias médicas, como que cada vez se va teniendo más difusión y más conocimiento, y yo creo que gracias también a los medios es que se se conoce cómo se atiende a las mujeres en otras partes del mundo, en los países industrializados, en los nórdicos, en Holanda, donde hay baja incidencia de mortalidad y morbilidad, no solamente por las condiciones socioeconómicas de esos países, sino porque no se interfiere con ese proceso, se reconoce como un proceso fisiológico normal y la partería tienen un gran trabajo”, asegura Laura.

En un entorno en el que la mayoría de la gente busca los alumbramientos en hospitales con áreas para atención de emergencias y equipo sofisticado y la mayoría de mujeres es atendida por cesárea, hay una opción para estar en un ambiente más cercano.

“Entablamos una relación más personal, más global, holística, o como le queramos llamar, con las mujeres y lo que para ellas está siendo ese embarazo. Lo que perciben de ellas mismas aproximándose al momento del parto. Y casi siempre salen miedos, salen fantasmas, salen creencias, de la gente que cada vez les va diciendo que el parto es lo peor que hay y que el dolor más espantoso es eldel parto”, asegura.

La idea que se tiene de las parteras que eran mujeres con mandiles a quienes se iba a buscar a la puerta “a la mera hora” es sólo cosa de las películas. En realidad, las parteras acompañan a las mujeres en el proceso, escuchan y son un pilar importante para el desarrollo de la seguridad y el derrumbe de algunos mitos.

Las parteras están informadas, intercambian puntos de vista y promueven interconsultas médicas para encontrar aquellos casos en que se prevean riesgos.

“Tiene que buscar el perfil de partera. Un perfil que sea una persona que la escuche, que le permita ir tomando sus decisiones, que de esa manera llegue al momento en que ella toca su fuerza, una fuerza que no ha tocado antes, pero que surge cuando ella se abre para ayudar a nacer a su hijo”, afirma.

Laura CaoRomero refiere que ella no busca a un tipo de mujer en específico para atenderla, sino más bien acompaña a quienes se lo piden, que generalmente son personas que se dan una idea de cómo será este acompañamiento y quieren vivir la experiencia de un parto natural.

“Aquella mujer que se ha informado y ha entendido para ella misma que el parto no es algo de peligro sino que es algo sagrado, es algo hermoso, que hay que compartir con su pareja, hay que vivirlo y darle un recibimiento como el bebé lo necesita, con toda la tranquilidad, la simpleza, el calor, en lugar de toda la brusquedad de recibir a un recién nacido, esa es la mujer que va a buscar a una partera”, indica.

 

Para tener un parto natural las mujeres tienen que sentirse seguras y tener mucha confianza.

“Para las mujeres la seguridad viene de conocerse a sí mismas.

De saber de ellas cómo van en la vida, cómo se enfrentan a diferentes aspectos cotidianos.

“Y la seguridad en una, en mi caso, como partera, viene no sólo de estudiar, sino de ver toda esa trayectoria de partería tradicional Laura asegura que ser partera es ayudar a que el vínculo de la madre con el hijo sea como en la naturaleza.

que tenemos en México y que ellas no tienen estudios escolares, pero tienen una conexión con ellas mismas, primero, con la fuerza superior, con las mujeres, con la vida. Se lanzan y las cosas salen bien”.

Luego del rompimiento que significa la llegada a este mundo, lo más reconfortante es encontrar la paz en los brazos de una madre.

Es lo que pasa en la naturaleza con ciertas especies.

Así pasaba antes de que hubiera médicos. Ser partera, describe Laura CaoRomero, es ayudar a hacer ese proceso.

“Siento que el mundo, que el universo se abrió para recibir esta vida y me doy la oportunidad de sorprenderme con cada recién nacido, en cómo llega a esta vida y empieza a observar y a reconocer con todos sus sentidos y con todo su cuerpo ese espacio tan grande que de repente se le abre, porque él está cobijadito en lo oscuro, calientito, y de repente llega así”, describe.

“Por eso es muy importante que esté en las manos de su madre, en los brazos, su regazo, para que lo pueda sostener y acurrucar otra vez y hablarle y de esa manera siento que la llegada es menos abrupta. Y si no se le separa, que es lo ideal, es mucho mejor”, agrega.

Aunque ya lleva más de tres centenares de partos, aún recuerda el primero, en el que una mujer primeriza le brindó su confianza.

Luego la acompañaría en dos partos más.

“Ese voto de confianza que me dio la mujer hizo que yo aceptara la responsabilidad, la atendí en un sanatorio pequeño cuya dueña era mi amiga y ella me estaba respaldando y el parto fue en una tinita adentro del quirófano, porque ella quería un parto en agua.

“Y lo recuerdo muy bien. Y el de su segundo y su tercer hijo también. Salieron las cosas bien. Yo creo que eso es un gran impulso para uno”.

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