Pactar o morir

La debacle de los partidos políticos tradicionales que hoy se vive en España -y que en México presentó este año sus primeros síntomas en las urnas- viene acompañada del ascenso de fuerzas políticas emergentes con fuerte respaldo popular.

En España, como en México, los partidos políticos están contra la pared, mareados por sus contradicciones ideológicas y desplazados por el discurso del hartazgo ciudadano que se impone en las calles de ambos países.

César Cepeda César Cepeda Publicado el
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Hoy México vive un momento similar al español: con el PAN y el PRD tratando de construir alianzas electorales
Los pactos entre partidos dominantes son clave para contrarrestar el avance de los independientes y de partidos emergentes
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La debacle de los partidos políticos tradicionales que hoy se vive en España -y que en México presentó este año sus primeros síntomas en las urnas- viene acompañada del ascenso de fuerzas políticas emergentes con fuerte respaldo popular.

En España, como en México, los partidos políticos están contra la pared, mareados por sus contradicciones ideológicas y desplazados por el discurso del hartazgo ciudadano que se impone en las calles de ambos países.

Ni allá ni acá los partidos tienen opciones: están obligados a pactar y crear alianzas entre ellos para seguir en el poder y evitar su caída.

No son tiempos para la ideología partidista.

La indignación en España contra la corrupción y el abuso hoy obligan a pactar a los grandes partidos políticos españoles, Partido Popular y el Partido Socialista Obrero Español, para mantenerse en el poder y evitar que los nuevos partidos políticos lleguen al gobierno.

Los resultados de la elección del domingo pasado pusieron a España en una situación insólita donde ninguno de los dos partidos políticos históricamente dominantes  -el PP y el PSOE- obtuvieron en las urnas los votos suficientes para lograr la mayoría en el Congreso y poder poner al nuevo presidente.

Hoy en España las dos fuerzas que han compartido el poder desde hace 30 años –confrontados por su ideología- están obligados a pactar para poder conformar el nuevo gobierno español.

Lo más insólito de todo es que la única fórmula aritmética que permitirá la conformación de un nuevo gobierno -o que siga como presidente Mariano Rajoy- es que el PSOE apoye –directamente con votos o indirectamente votando en abstención en el Congreso- al Partido Popular.

La corrupción, el abuso del poder y la indignación popular sumergieron al PP y al PSOE en esta situación inédita en la historia española.

En España Podemos –el partido de izquierda radical que cada vez avanza más en las urnas- surgió del movimiento de los indignados del 15M, que tomó las calles para protestar por los recortes presupuestales en programas sociales. Podemos tuvo en la crisis de los desahucios (desalojos de familias de sus casas por no pagar los créditos hipotecarios) su caldo de cultivo que hoy saca provecho en las urnas.

En México –como ha ocurrido en España- los partidos políticos han enfrentado el descrédito y el rechazo de los ciudadanos por los escándalos de corrupción que han protagonizado sus políticos y gobernantes.

Los pactos y las alianzas entre los partidos dominantes son clave para contrarrestar el avance de las candidaturas independientes y de partidos emergentes como Morena.

Hoy México vive un momento similar al español: con el PAN y el PRD, un partido de derecha y otro de izquierda, en su peor momento histórico, tratando de construir alianzas electorales para encarar las próximas elecciones y enfrentar el descrédito social que enfrentan junto con los otros partidos como el PRI, Partido Verde y PANAL.

¿Qué provocó esta debacle?

Principalmente la indignación que ha provocado entre los electores, que están hartos de un sistema que presenta signos de agotamiento por los escándalos de corrupción y de injusticia social.

La elección federal de este año confirmó la debacle del PRD en las urnas –castigado por casos como la desaparición de los estudiantes de Ayotzinapa- y la caída del PAN envuelto en escándalos de corrupción y de rupturas.

Hoy Ricardo Anaya, dirigente del PAN, y Agustín Basave, líder del PRD, llevan a cabo negociaciones para ir juntos el próximo año en algunas de las 12 elecciones donde estará en juego la gubernatura.

No es la primera vez.

Hace 6 años panistas y perredistas conformaron la coalición “Todos somos Oaxaca”, que permitió ganar la elección al ahora gobernador Gabino Cué.

Lo mismo pasó en Sinaloa, donde el PAN y PRD postularon a Mario López Valdez “Malova”, quien ganó la elección para gobernador hace 6 años.

Hoy para seguir en el poder –tanto en España como en México- los partidos han tenido que hacer a un lado su ideología y tratar de negociar apoyos con fuerzas políticas diametralmente opuestas en su ideología.

Son alianzas pragmáticas pero no ideológicas.

Históricamente el PRI ha realizado alianzas con el Partido Verde y PANAL para mantener el control del Congreso federal.

El partido Movimiento Ciudadano, que encabeza Dante Delgado, es un aliado al mejor postor: igual hace alianza con el PRD en Guerrero, con el PAN en Puebla. 

Este año en Nuevo León Movimiento Ciudadano apoyó al expanista Fernando Elizondo para la gubernatura y terminó respaldando la candidatura del independiente Jaime Rodríguez “El Bronco”.

En México dilemas ideológicos en el PRD y PAN no existen: a pesar de ser fuerzas antagónicas, con plataformas de gobierno opuestas, hoy promueven una alianza electoral para el próximo año.

De lo que se trata es de sobrevivir.

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