Padres a la obra
Por su propio pie, con sus recursos y con el recuerdo de su hijo en mente, don Fernando arriba a un terreno montañoso a las afueras de Tijuana.
La información que le dieron es que en ese cerro hay cuerpos enterrados.
Fernando Ocegueda Flores, acompañado de “su gente” de la Asociación Unidos por los Desaparecidos de Baja California y policías federales, llegó como lo hace siempre desde hace ocho años: dispuesto a encontrar a su hijo desaparecido hace años.
Melva Frutos
Por su propio pie, con sus recursos y con el recuerdo de su hijo en mente, don Fernando arriba a un terreno montañoso a las afueras de Tijuana.
La información que le dieron es que en ese cerro hay cuerpos enterrados.
Fernando Ocegueda Flores, acompañado de “su gente” de la Asociación Unidos por los Desaparecidos de Baja California y policías federales, llegó como lo hace siempre desde hace ocho años: dispuesto a encontrar a su hijo desaparecido hace años.
Esta vez, los elementos de seguridad federal sí los acompañaron, pero don Fernando asegura que de no ser así, la Asociación no los espera e inicia puntualmente sus búsquedas.
“Y que si ellos no quieren venir, no nos importa, nosotros lo hacemos personalmente, nosotros decimos aquí tenemos un punto que revisar.
“Si no vienen, nosotros agarramos picos y palas y nos vamos. Nosotros no necesitamos guajes pa’ nadar, hacemos las cosas y ya que encontramos algo, les hablamos”, asegura.
Esa serranía es uno de muchos lugares recónditos localizados a lo largo y ancho de México, escondrijos del crimen organizado, que coleccionan tumbas clandestinas fraguadas de secuestro, tortura y asesinato.
Las cifras oficiales acusan que los desaparecidos en México suman alrededor de 25 mil, del 2007 a la fecha.
En el país hay decenas de agrupaciones de familiares de desaparecidos que exigen los regresen vivos y también hay los que contemplan la posibilidad de que yazcan enterrados en un finca distante.
En Baja California, Nuevo León, Guerrero, Sinaloa y Coahuila, se han conformado asociaciones y colectivos que cavan con palas y picos, desenterrando lo que la delincuencia ocultó.
Ahora mismo don Fernando se escucha agitado del otro lado del teléfono y es que el terreno es complicado, montañoso, explica; y debe ir y venir con las herramientas con las que cavarán.
En Tijuana ya existían colectivos de familiares de personas desaparecidas, y la Asociación se congregó el 2007, cuando inició la pesadilla de don Fernando.
“En el año 2007 un comando armando irrumpió mi casa y se llevó a mi hijo de nombre Fernando Ocegueda Ruelas, de 23, ahorita tiene 31 años”.
La indolencia de las autoridades ha convertido a estos padres, madres, hermanos, esposos, hijos, en investigadores.
En el 2009 concluyeron que los investigadores estaban ignorando sus demandas, su necesidad de tener a sus hijos de vuelta en casa y decidieron emprender el trabajo de campo.
Unidos por los Desaparecidos de Baja California, conformada por 250 familias, aunque son 60 las que trabajan en campo, ha mantenido contacto con la comunidad, quien vía telefónica o por redes sociales, les proporciona información confidencial y clandestina.
Han llegado a importantes consecuencias, como el hallazgo de lugares que nadie había localizado, o “que no querían localizar”.
Muchas veces se toparon con pistas falsas, pero no los pararon en seguir investigando en lugares señalados como posibles cementerios anónimos.
“Primeramente nos íbamos con palas y picos, azadones, rastrillos y empezábamos a escarbar y hacíamos lo conducente y encontrábamos, con mala suerte, puros animales enterrados, eso nos bajaba un poquito el ánimo pero seguíamos”.
De momento, el sonido del aire que sopla en el predio inhóspito dificulta levemente la comunicación con don Fernando, pero él levanta más la voz para explicar cómo es que se han especializado en la búsqueda de osamentas.
Al paso del tiempo fueron depurando información que según su experiencia, era falsa. También aprendieron algunas prácticas de búsqueda más adecuadas, para no dañar evidencias.
“Cuando ya vimos los trabajos que hacía la Policía Federal, en los trabajos de genética, incorporamos las varillas en las búsquedas y fuimos aprendiendo más”.
Lograr que los investigadores de Policía Federal se unieran a las pesquisas, les costó varios viajes a la Ciudad de México y entrevistas con los procuradores generales de la República.
Nadie los busca
En Monterrey las autoridades no se toman la molestia de buscar a los desaparecidos, ha denunciado en múltiples ocasiones Jesús González, vocero de FUNDENL.
De enero de 2012 a la fecha, Fuerzas Unidas por Nuestr@s Desaparecidos y Desaparecidas en Nuevo León (FUNDENL) ha emprendido la búsqueda de sus familiares.
Van de un lugar a otro, toman notas, entrevistan testigos, y al dar la información a la Procuraduría de Justicia, la pesquisa se detiene.
Leticia Hidalgo es madre de Roy Rivera Hidalgo, quien fue sacado de su casa en enero de 2011 por hombres armados.
Después de utilizar cada recurso a su alcance, sin resultados, Leticia Hidalgo también ha emprendido una indagatoria con palas y picos junto a sus compañeros de FUNDENL.
El pasado 31 de octubre echaron manos a la obra a la primera Brigada de Búsqueda Independiente en campo de personas desaparecidas en Nuevo León.
“Nosotras, madres, familiares y amigos de personas desaparecidas SI estamos interesados en encontrarlos y no nos detendremos debido a tiempos políticos”, declararon en una carta los integrantes de la agrupación.
En los trabajos, FUNDENL fue apoyado por integrantes del Grupo Vida de Torreón.
Acusaron al ex procurador, Adrián de la Garza, de no atender las denuncias de posibles fosas clandestinas, entre otras cosas.
“No realizó una búsqueda efectiva en campo volviéndose cómplice de este delito. Hoy nosotros comenzaremos a hacerla y daremos parte a las autoridades del actual gobierno y a la opinión pública de los hallazgos que vayamos encontrando”.
Las investigaciones en el municipio de Santa Catarina, dieron como resultado el descubrimiento de prendas de ropa femenina, calzado y un altar.
La diferencia de Coahuila y Nuevo León, precisó la dirigente de Grupo Vida, es que en el primero sí acuden a su llamado cuando hay algún hallazgo.
‘Pican piedra’ en los penales
Del terreno en el que se encuentra don Fernando, tienen muchas denuncias que refieren que ahí hay cuerpos enterrados.
“Y con éxito porque ya lo encontramos en este momento, entonces ya lo que procede ahorita es empezar a cavar porque hay muchas cartas de denuncia de que hay mucha gente enterrada en este lugar”, detalla el hombre.
El paso de los años y andar “picando piedra” le ha abierto, a él y a la Asociación, la conexión con informantes de los penales de la entidad.
“De alguna manera nosotros encontramos la finca de Santiago Mesa, el Pozolero”, declara don Fernando.
“En el cual nosotros como ciudadanos tardamos dos años casi (en encontrarla), teníamos la información, pero como lo ubicaban como un predio conocido como La Gallera.
El sitio era una “cocina” en la que “El Pozolero” se deshizo de 300 cuerpos, a quienes después de disolverlos en ácido, enterró sus restos en el lugar.
Santiago Mesa presuntamente recibía los cuerpos de una banda relacionada con el Cártel de Sinaloa.
Luego la Asociación descubrió la finca Loma Bonita, que también albergaba restos humanos y después los elementos federales sumaron otro hallazgo en el Ejido Ojo de Agua.
Considera que se trató de un logro ciudadano, no sólo por el hallazgo, también porque en la averiguación previa, “El Pozolero” señalaba las ubicaciones y las autoridades lo ignoraron.
“De manera anónima me hicieron llegar una averiguación previa, que ya contaba la autoridad con ella, y en la cual Santiago Mesa declaraba los lugares en donde se encontraban las gentes, los cuerpos que él deshizo en ácido, yo seguí, la hice de investigador y encontré esos sitios, pero me tomó mucho tiempo”.
Los dientes, huesos, tornillos quirúrgicos y brackets dentales localizados, se llevaron a la ciudad de México para su análisis.
Don Fernando deja la llamada telefónica en espera por cuestión de dos minutos. Debe verificar que el Dron, que recién adquirió para facilitar las búsquedas, haya regresado en buen estado.
“En los penales nos están proporcionando información de lugares en donde ellos se enteraron que había gente enterrada”, explica.
Últimamente los delincuentes están pasando por periodos de arrepentimiento, señala don Fernando, porque le han dado información de las zonas que albergan osamentas.
Tiene la esperanza de que algún día los responsables del secuestro de su hijo también se arrepientan y por fin confiesen el paradero de sus restos.
“Y eso me mantiene vivo y creo que voy a seguir adelante con esta lucha hasta que Dios me dé la oportunidad, porque yo pienso que mi hijo hubiera hecho lo mismo por mí”.
Forenses, por desgracia
Una noche del 2004, Silvia Stephanie Sánchez Viesca Ortiz, “Fanny”, desapareció cuando salió del colegio, tenía sólo16 años.
Su madre, Silvia Ortiz, acudió a todas las instancias. Tocó las puertas que debían de atender sus súplicas y nada sucedió.
Se cansó de esperar y en el 2013 se unió a la fuerza de las demás familias, con quienes inició una pesquisa implacable.
En Torreón, Coahuila, el Grupo Vida, conformado por familiares de desaparecidos en la región, buscan incansables en cualquier parte en donde les notifican de indicios.
En enero de este año empezaron por indagar en los terrenos, vados y caminos señalados en las averiguaciones previas de investigaciones oficiales.
Si resultaba como un probable hallazgo, se armaban con palas y picos para escarbar.
No pasó mucho tiempo para que el equipo comandado por Silvia Ortiz se especializara en la investigación.
“Cuando vieron que no nos iban a parar, nos dieron un curso relámpago de cuatro horas”.
El padre de Fanny, Oscar Sánchez, pertenece a la agrupación Ciencia Forense Ciudadana, en donde recibe constante capacitación que les transmite a la agrupación de familiares.
Estas familias se han equipado con instrumentos especializados, como los picos de acero, que a decir de Silvia, captan hasta el olor.
“Son unas varillas de acero con punto fino, porque ése es el que se entierra y se saca y se ve, entre otras cosas, el cambio del color de la tierra y el olor, luego, luego.
“Las palas las hemos ido comprando o nos las han donado, nos hemos ido haciendo de cosas de acuerdo a lo que yo vi”.
Al paso han ido descubriendo lugares inimaginados.
Su primer descubrimiento fue el cuerpo de una mujer que tenía un mes y medio desaparecida.
La zona denominada Patrocinio ha sido el más impactante para los integrantes del grupo Vida.
“Había tres osamentas semicompletas y traían esposas, y estaban quemadas, y los demás restos que encontramos estaban calcinados, pero te estoy hablando de un área de 800 metros cuadrados, llena de restos semienterrados”.
La tonalidad fuerte de la voz de Silvia cambia cuando describe la escena de Patrocinio.
“Había aproximadamente 90 tambos de cocimiento de donde los cocinaban”.
Las muestras recabadas fueron enviadas por los peritos federales a la Ciudad de México, a donde Silvia y su esposo acudirán a pedir un reporte de lo avanzado en su identificación.
Buscan por todas partes
A raíz de la desaparición de los 43 normalistas en Ayotzinapa, un importante movimiento de búsqueda por parte de familiares, ha surgido en Iguala, Guerrero.
Cinco familias de desaparecidos en esa zona del País decidieron denunciar y salir ellas mismas a investigar el paradero de los suyos y ya son más de 250 casos.
El movimiento “Te buscaré hasta encontrarte”, que cuenta con una página de Facebook con el mismo nombre, ha llegado a decenas de sitios en donde existe algún indicio de obtener respuestas.
Guerrero es considerado por sus habitantes como un gran cementerio del crimen organizado, en el que han anunciado que están dispuestos a cavar, hasta encontrar a sus seres queridos.
Aún con el dolor a cuestas, las familias de los que no regresan a casa, han trabajado a pasos agigantados, obteniendo resultados que ni los mismos investigadores oficiales.
La profesionalización del trabajo en las pesquisas de estas madres, padres, hermanos e hijos no tiene marcha atrás, porque lamentablemente tampoco las desapariciones se detienen.
Las rastreadoras de El Fuerte
El grupo de Rastreadoras de El Fuerte o Mujeres por los Desaparecidos de El Fuerte, en Sinaloa, está integrado por 39 mujeres que comparten ese dolor.
En ese pequeño municipio de Sinaloa, las desapariciones iniciaron en 2008, y en 2013 se incrementaron.
Mirna Nereyda Medina Quiñónez ve la vida de modo distinto desde que Roberto Corrales, su hijo, desapareció en febrero de 2014.
Ahora es una de las madres, esposas, hijas, que encabezan a Las Rastreadoras, la famosa agrupación que que cuando no anda cerca de un río, anda en un terreno baldío o en un cerro.
Se intentó localizar a alguna de sus integrantes, pero no fue posible debido a que se encontraban en una misión fuera del alcance de los medios de comunicación.
Según han declarado las damas, Rastreadoras de El Fuerte están perfectamente organizadas, cada una con una función específica.
Para acudir al trabajo de campo, también lo hacen en base a la información obtenida de las averiguaciones previas de detenidos relacionados con ciertas actividades delictivas.
Salen a cavar con palas y picos y se han enfrentado a la realidad del dolor que provoca encontrar cuerpos en descomposición y osamentas difíciles de identificar.
Ellas mismas investigan en los archivos oficiales, localizan los lugares señalados, excavan fosas, toman fotografías y exigen a las autoridades una respuesta.