Paulin, el “Van Gogh” de la Narvarte
A sus 84 años el pintor que eligió vender acuarelas para sobrevivir cuenta que su obra la exhibe al aire libre y confía que sus mejores cuadros algún día valgan mucho dinero
Noemí GutiérrezEl pincel empapado de color rojo y azul se desliza con destreza sobre el papel. Lentamente, las líneas verticales van tomando la forma de una palmera alta y frondosa sobre la arena dorada de una playa. Al fondo, se ven tres barcos que se alejan al atardecer. “Paulin” es quien guía ágilmente el pincel y plasma en pequeños cuadros paisajes, águilas, navíos, mares y arroyos. Su obra la exhibe todos los días en una galería al aire libre: los arbustos de una jardinera en la colonia Narvarte, en la ciudad de México.
A sus 85 años, Javier Paulin Torres Hernández es un artista de la acuarela que de momento vende sus creaciones para vivir.
Entre 25, 35 y hasta 75 pesos es el valor de los pequeños cuadros que se muestran en la esquina de Cumbres de Maltrata y Xochicalco.
Siendo un joven, comenzó a dibujar a lápiz y después cambió al óleo. Pero al final se decidió por la acuarela, ya que considera que es la pintura más difícil que existe. Su nombre artístico es Paulin, por lo diferente que suena.
Durante su vida adulta, fue el encargado de agencias de empleo en Monterrey, Nuevo León, y Guadalajara, Jalisco. En la ciudad de México estableció su última agencia, que quebró en el sexenio de José López Portillo. También vendió seguros.
Desde hace dos años decidió que su estudio al aire libre sería la esquina de una escuela privada, en donde le otorgaron el permiso para establecerse.
Como su vista “está bastante dañada” —en su ojo izquierdo tiene glaucoma— necesita de la luz del sol para trabajar.
Su jornada inicia al mediodía y ahí pasa aproximadamente cuatro horas diarias.
“Todos los paisajes son originales y nada copiado, bueno, el águila la copié algo del billete nuevo de 200 pesos, pero fuera de eso todo lo tengo en la memoria”, cuenta.
Prefiere pintar paisajes que personas, por el detalle que se requiere.
Tiene mucha satisfacción por su trabajo, hasta lo ve como un hobby, pero lo requiere para vivir. Tiene una pensión muy “raquítica”. Además de que mentalmente le ayuda mucho. De su familia casi no habla, solo dice que vive con su hijo.
“Me va a pasar lo mismo porque murió sin dinero, y batalló mucho en la vida, sufrió mucho y sin embargo sus cuadros son los más caros que existen”, cuenta riendo.
Dice que su obra es reconocida por otros pintores “porque me dicen que determinados cuadros son verdaderas obras de arte”. Y como quiere que sus mejores cuadros puedan apreciarlos todos, optó por sacar copias de sus mejores paisajes.
“Me da mucha lástima que se venda una pintura que a mí me gustaba mucho y que prácticamente se la llevan como regalo por 50 o 70 pesos, no vale. Lo menos que puede costar una pintura de estas son 500 pesos o más”, asegura.
Hay días en que no vende una sola pintura y otro día, dos o tres. Y en algunas ocasiones las copias son las que más se llevan. Con lo que gana, compra un papel especial, las acuarelas y paga sus gastos.
Sonríe cuando cuenta orgulloso que todavía tiene “intenciones de triunfar” porque confía en que algunos de sus cuadros los puedan comprar en un precio alto.
Uno de sus sueños es llevar al internet su obra para venderla a un mejor precio.
“Vi unas pinturas que venden en la red muy caras y no son tan buenas como las mías. Si se las pusiera en la red se podrían poner por arriba de los 500 pesos”, confía, mientras las personas solo observan su obra y la mayoría pasa de largo.