Piden justicia para Alondra; dos sujetos abusaron de ella y huyeron en patrulla de CDMX

Cuando vecinos de Iztacalco se percataron de que dos sujetos abusaban sexualmente de una niña, ellos huyeron con todo y maletas a bordo de una patrulla
Monserrat Ortiz Monserrat Ortiz Publicado el
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“Alejandro me metió en su cuarto, me encerró con él, me aventó en su cama y me tocó, pero yo le dije que no; su otro hermano se metió y yo me salí corriendo, llorando, estaba temblando”. Esa es sólo una parte del aterrador testimonio de Alondra, de 12 años, de quien dos hermanos abusaron sexualmente para después huir a bordo de una patrulla de la policía de la Ciudad de México.

Las imágenes no pueden salir de su cabeza, tampoco el sentimiento de pensar que, quizá, habría sido su culpa. “Me amenazaron con que iban a matar a mi familia si yo decía algo, y como mi abuelita les tiene confianza, yo les decía, que nada malo le pase a mi abuelita; le pedía a Dios que nada malo le pasara a mi abuelita porque yo la quiero mucho, les rogaba que no le hicieran nada”.

Durante varios meses, la menor de edad sucumbió ante los caprichos de sus presuntos agresores a cambio de que ellos no le hicieran nada a su familia.

Aunque los abusos sexuales iniciaron en septiembre del año pasado, la familia no se enteró hasta que cámaras de seguridad de los vecinos en la colonia Agrícola Pantitlán, en Iztacalco, captaron el siguiente video donde se observa cómo uno de los sujetos manosea, besa, abraza y restriega su cuerpo contra la menor de edad en la entrada de su casa.

Los padres de la niña interpusieron una denuncia por los delitos de abuso sexual y violencia física y moral ante la Fiscalía de Investigación de Delitos Sexuales, dependiente de la Fiscalía General de Justicia capitalina (FGJCDMX). El expediente quedó abierto con el número de carpeta de investigación CI-FIDS-/FDS-6/UI-FDS-6-01/01518/06-2021.

Tras estallar la indignación de la comunidad, la madrugada del 18 de junio los gemelos Arturo y Alejandro Arriola Pérez, de 47 años, junto con sus padres, Dominga Pérez Maciel y Mario Arriola Pérez, abandonaron su domicilio en el número 339 de la Calle 2, para abordar un vehículo policiaco con algunas maletas y objetos personales. Así lo consta la videograbación proporcionada por la familia a Reporte Índigo.

Desde entonces desconocen su paradero.

“Yo no sabía nada hasta que vi en la grabación cómo me la jaloneó y le hizo cosas en mayo. Hasta ese momento yo me enteré”, platica Marisol, mamá de Alondra. “Ella estaba amenazada desde septiembre del año pasado, yo la notaba un poco rara, pero nunca me di cuenta. Ellos la tenían amenazada”.

“Si no haces lo que digo, voy a matar a tu familia”

¿Por qué los niños callan los abusos sexuales? entre los motivos, señala el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), es que se encuentran en situaciones de amenaza o abuso de poder por parte de los agresores. Alondra forma parte de una lista interminable de menores de edad abusados sexualmente bajo esas circunstancias.

“Fueron los dos”, comparte la niña. “Me dijeron: con esto voy a picar a tu abuelita”, platica sin conseguir detener su llanto. Un picahielo quizá, o una navaja fue lo que los gemelos le mostraron para censurarla.

Todo comenzó en septiembre. A falta de suministro de agua en su hogar, la mamá de Alondra enviaba a la niña al domicilio de los sujetos, quienes viven en la casa de junto, para abastecerse en la única toma de agua a la que pueden acceder los vecinos en esa parte de la colonia.

“Fui por el agua, entonces entré a meter la manguera porque él era el único que la podía conectar”, narra la niña. “Él me dijo, vente, métete tantito a la casa… le dije que lo esperaba afuera, pero me obligó a entrar”.

“Lo esperé ahí y me cerraron la puerta, la mamá de ellos me cerró la puerta. Le dije que me dejara salir, me dijo no, ahora vas a hacer lo que me dé la gana. Hasta con groserías me habló. Le dije que yo no quería, le dije yo no quiero”.

Alejandro Arriola Pérez encerró a Alondra en su habitación, la golpeó, la arrojó a la cama y comenzó a tocarla. Luego entró otro de sus hermanos, a quien éste le pidió ayuda para agarrarla porque “se ponía muy rebelde”.

“Le dijo que me agarrara, les dije suéltenme por favor, luego el otro abrió la puerta y me salí corriendo. Yo estaba llorando porque no era justo lo que me hacían”.

En otra ocasión, la volvió a empujar a la cama y la golpeó nuevamente. “Me aventó a la cama y me dio una cachetada fuerte porque yo no me dejaba. Me dice, ahora te dejas, me vale que estén tus papás o tu familia. Y si les dices algo ya sabes lo que les va a pasar”.

“Le dije, yo hago lo que quieras pero no lastimen a mi familia, por favor, les rogué. Me tocaban, me bajaban los pantalones, me agarraban, me obligaban a tocarles el pene. Me besaban a la fuerza. Yo le decía que no quería nada porque eran grandes. La tercera vez, cuando yo estaba conectando la manguera y estaba agachada, él llegó por atrás y pegó su pene en mis nalgas. Querían que hiciera relaciones sexuales con ellos, pero yo les pegué”.

Un abuso sexual sistemático

Marisol declara que existen más víctimas de los gemelos en la colonia, pero ellas aún no se sienten listas para denunciar sus violencias. A algunas presuntamente les mostraban el pene cuando salían a la calle, frente a su casa. A otras les gritaban todo tipo de palabras soeces.

Tras interponer su denuncia, la madre de Alondra comenzó a recibir amenazas directas de muerte y violación en su celular, contra ella y su hija. La mujer declara que, cuando pidió protección a la Fiscalía capitalina, ellos le sugirieron que sólo “cambiara el chip de su teléfono”.

Esa familia, cuentan las víctimas, tiene ya un historial sistemático de abuso sexual e impunidad; pues presuntamente el padre de los gemelos, Mario Arriola Pérez, habría violado a la abuelita de Alondra muchos años atrás, pero ella sólo se atrevió a hablar cuando se enteró de que la progenia de su violador intentó hacer lo mismo con su nieta.

“Incluso, el papá de ellos abusó de mi abuelita cuando era pequeña, pero apenas nos dijo. Nunca se atrevió a decirlo antes”, señala Marisol y comparte que Arturo y Alejandro Arriola Pérez también intentaron abusar sexualmente de su hermano menor cuando era más joven.

Alondra declara que la madre de los sujetos, Dominga Pérez Maciel, era quien cerraba la puerta cuando sus hijos la llevaban a su recámara o a la cocina de su casa por la fuerza. “Me dijo que era de la familia ya, que ella estaba de acuerdo en que me hicieran esto, yo le dije que no quería”.

“La mamá de ellos les ayudaba a abusar de mi hija, la señora decía que Alondra ya iba a ser de la familia de ellos, pero que no le dijera a nadie que porque ellos iban a decirnos a nosotros que uno de ellos se iba a casar con mi hija”, platica Marisol.

Esa mujer, junto con su marido y los dos presuntos agresores, subieron con tranquilidad sus cosas y abordaron una patrulla de la policía capitalina la madrugada del 18 de junio pasado.

Hasta hoy, el domicilio de los supuestos abusadores sexuales está prácticamente vacío. En ese lugar también permanece en abandono su negocio familiar, “Herrería estructural en general”, donde se dedicaban, entre otras cosas, a ofrecer servicios de albañilería, plomería y electricidad.

Debajo del cartel con que publicitaban sus servicios, sobre una barda gris, alguien dejó impresa con pintura en aerosol la palabra “violadores”.

Si no haces lo que te digo, asesinaré a tu familia, “mi amor”

“El agresor sexual suele emplear atenciones especiales, demostraciones de afecto, juegos y regalos para lograr la confianza” de las víctimas, dice el Unicef, quien documentó la existencia de 120 millones de mujeres en el mundo que tuvieron contacto sexual no consentido antes de cumplir los 20 años, es decir, 1 de cada 10 adolescentes y niñas.

“Amor, no se te olvide borrar mis mensajes”, le escribió Alejandro Arriola Pérez a Alondra a través de WhatsApp. “Ya quiero tenerte conmigo, día y noche y toda mi vida”.

“Me cuesta mucho trabajo estar sin ti, te vi distante conmigo, no te he hecho nada, mi único error es enamorarme de ti”, le escribió en una hoja con su puño y letra, que ahora está en manos de la madre de la niña y pronto lo estará en las de la Fiscalía capitalina.

Ante este tipo de aberraciones, dice la Unicef, “es central tener presente que los niños, niñas y adolescentes siempre son víctimas frente al agresor” aún cuando muchas veces sean sorprendidos, confundidos o engañados.

Los abusos sexuales, señala, se pueden manifestar “en forma progresiva en el contexto de una relación de afecto o cimentada previamente. El agresor sexual suele emplear atenciones especiales, demostraciones de afecto, juegos y regalos para lograr su confianza”.

Aunque cualquiera puede ser un agresor sexual, las estadísticas del organismo revelan que la mayoría de ellos son varones heterosexuales “adaptados socialmente” y circulan disimuladamente en el entorno familiar y social.

Según la organización Aldeas Infantiles SOS, México ocupa el primer lugar mundial de abuso sexual infantil con 5.4 millones de casos cada año. Lo mismo dicen reportes de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). En los últimos años, los servicios de salud atendieron a 317 mil 996 niñas por violencia sexual en nuestro país.

@ItsMonseOrtiz

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