Pobreza urbana
Aunque los países con las tasas más altas de pobreza crónica en la región son Honduras, Guatemala y Nicaragua, México cuenta con una de las mayores concentraciones de personas en la miseria en la región, según el informe “Los olvidados: pobreza crónica en Latinoamérica y el Caribe”, publicado ayer por el Banco Mundial.
En el país, el número de pobres crónicos urbanos supera el de los rurales.
Bernhard BuntruAunque los países con las tasas más altas de pobreza crónica en la región son Honduras, Guatemala y Nicaragua, México cuenta con una de las mayores concentraciones de personas en la miseria en la región, según el informe “Los olvidados: pobreza crónica en Latinoamérica y el Caribe”, publicado ayer por el Banco Mundial.
En el país, el número de pobres crónicos urbanos supera el de los rurales.
Por ejemplo, en el Distrito Federal la incidencia de la pobreza crónica es igual al promedio regional, pero “su cuantiosa población implica que en términos absolutos la capital mexicana alberga a casi el 3 por ciento de los pobres crónicos de América Latina”, detalla el informe.
Esto coloca a la urbe en el sexto lugar de contribución al número de pobres crónicos en la región.
El documento contrasta el caso con Baja California, donde únicamente habita el 0.2 por ciento de los pobres crónicos de la región pese a que exhibe tasas más altas de pobreza crónica.
¿Qué es exactamente?
El término pobreza crónica se refiere a la situación de aquellos individuos o grupos de personas que, dada su precaria condición económica, educativa y en muchos casos psicológica, no cuentan con las herramientas necesarias para salir de la pobreza crítica.
El documento señala que si bien el gasto social ha despegado en la mayoría de los países latinoamericanos desde 2000, muchas veces los programas, las instituciones y los ministerios no coordinan entre sí y por lo tanto su eficacia es limitada.
Por esa razón, el organismo recomienda de manera urgente coordinar los esfuerzos de reducción de la pobreza.
Asimismo, el organismo señala la importancia de diseñar políticas con objetivos claros, específicos y medibles, así como de definir claramente las competencias, responsabilidades y sistemas de rendición de cuentas para la ejecución de cada intervención.
Y finalmente, el Banco Mundial indica que es necesario mostrar evidencia sólida de los beneficios de la coordinación, “a fin de que las políticas sociales dejen de ser percibidas como un gasto ineficiente, convirtiéndose más bien en un pilar central de los esfuerzos de desarrollo de los países”.