Con el tiempo encima y el mapa nacional teñido de guinda –producto de la estampida que significó la coalición Juntos Haremos Historia en las pasadas elecciones—, los institutos políticos en los estados de Aguascalientes, Baja California, Durango, Tamaulipas y Quintana Roo, comenzaron ya con el proceso de análisis y eventual registro de sus agrupaciones para los comicios venideros.
Sin embargo, el panorama percibido en el ejercicio democrático del 2018 –en donde se presentó el inusual fenómeno de la coalición entre el Partido Acción Nacional (PAN) y el Partido de la Revolución Democrática (PRD), así como la del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) con el Partido Encuentro Social (PES)– podría ser muy distinto para este año.
En su opinión, aunque las problemáticas regionales son tan variadas que es prácticamente imposible unificar un solo frente que, compuesto de varias organizaciones políticas opere de igual forma en todo el país, al menos sí se pueden recoger importantes lecciones dejadas en el camino tras el impacto del 1 de julio.
“Existen algunas grandes lecciones que nos deja la pasada elección federal. Sobre todo en los casos del PAN, el PRD y Movimiento Ciudadano, quienes más que ayudarse entre sí, se terminaron perjudicando”, explica el analista, quien electoral considera que las ideologías de los partidos eran tan “diametralmente distintas” que la probabilidad de que terminaran convenciendo al electorado o incluso a su propia militancia terminó siendo muy baja.
“Vimos que, por ejemplo, los votos que aportó el PRD se perdieron y en su lugar los negativos que venía arrastrando el PAN se le endosaron automáticamente. Este fenómeno llega a ser muy confuso para los votantes, por más que se afirme que la coalición trabaja siempre por un bien mayor. Este es un discurso que se utiliza para justificar las acciones”, comenta el especialista.
En el caso de Morena, que en la pasada elección fue ampliamente cuestionado por ir en alianza casi a nivel nacional con el PES –organismo reconocido por su agenda de derecha–, presenta problemas particularmente en 2 estados: Aguascalientes –estado dominado por el PAN en donde el dirigente estatal del ala guinda, David Alejandro de la Cruz, ha tenido que hacer reiterados llamados hacia la unidad en época electoral– y Quintana Roo, siendo este último en donde se presentó la unión entre el Partido Verde Ecologista de México (PVEM) y el sector obradorista.
“En el caso de esta alianza, cómo es posible que el partido del presidente, quien en reiteradas ocasiones se refirió en los últimos seis años al Verde como parte de la ‘mafia del poder’, ahora esté sumando fuerzas en Chiapas y lanzando la coalición en Quintana Roo”, refiere.
El brazo local
Otro de los factores que influyen para la reconfiguración de las alianzas de cara al compromiso electoral de las cinco entidades el próximo 2 de junio son los partidos políticos locales. En algunas entidades, la adherencia o separación de estos sectores resulta determinante para las agrupaciones con las que tienen “apalabradas” las alianzas.
No obstante, debido a la incertidumbre generada por el cumplimiento de sus garantías –cargos o número de representaciones en los congresos locales– o ante la llegada de nuevos candidatos que no comulgan con los intereses institucionales, dichas estructuras tienden a colapsar.
Tal es el caso del Partido de Baja California (PBC), quien hasta principios de semana tenía amarrada una alianza con el Partido Encuentro Social (PES) y el PRD regionales. Sin embargo, ante la sospecha de la integración de Acción Nacional al bloque –partido dominante en la región– la agrupación local decidió participar en la elección de forma independiente.
Estos ejemplos en consideración de José Manuel Urquijo, evidencian el papel que tienen los organismos en épocas de elecciones ordinarias locales: fuentes de generación de voto rápido.
“Es común que estos partidos estén integrados por organizaciones sindicales o sectores laborales que persiguen intereses únicamente para la región. Cuando ves la imagen desde fuera, observas los problemas que traen después de la elección, cuando se enfrentan a los conflictos por la falta de acuerdos (…) pero como generadores de voto rápido, de atracción de militantes tienden a funcionar”, agrega Urquijo.
Efecto AMLO
Una de las grandes dudas que se mantiene de cara a las elecciones locales del 2019 es si el fenómeno que significó Andrés Manuel López Obrador en las urnas durante el año pasado se mantendrá intacto para este periodo. Y es que, al ser la mayoría de los estados en donde se jugarán cargos públicos –salvo Quintana Roo– bastiones controlados por el partido blanquiazul, es imposible saber el poder de penetración y la influencia que tendrá la imagen del ahora titular del Ejecutivo.
Para el consultor en imagen política, aunque no existen indicadores que definan como “buenas o malas” las decisiones del actual gobierno en un nivel técnico, sí existen encuestas generales de aceptación, en donde el papel del actual presidente de México supera fácilmente el 60 por ciento.
“Así como en los estados Morena arrasó gracias al efecto Andrés Manuel, la percepción ahora es que el presidente está cumpliendo exactamente lo que les prometió a sus votantes (…) Durante los últimos 6 años, el presidente se dedicó a decir que el problema del país era la corrupción y ahora, nos gusten o no las medidas a nivel técnico, la realidad es que está atacando un problema (en el caso del huachicoleo) y nos permitió incluso ver la magnitud del mismo en otra dimensión”, concluye José Urquijo, quien señala que una de las razones que permiten diagnosticar que la inercia en la intención de votos a través de los estados podría mantenerse de forma favorable para Morena durante el próximo periodo electoral.