A pesar de haberse aprobado una reforma laboral que -se dijo en su momento- ayudaría a aumentar los niveles de empleo, la realidad es que no ha sido suficiente para combatir la pobreza que azota al país.
Un análisis del Instituto Belisario Domínguez, del Senado de la República, reveló que los cambios a la legislación laboral del país no han tenido el impacto esperado para fortalecer el empleo en México.
Uno de los aspectos que no se trataron en la reforma, aprobada a finales del 2012, aún en el mandato de Felipe Calderón, fueron los bajos salarios de los trabajadores, creadores de pobreza.
En el estudio “Alcance de la reforma laboral del 2012”, el Instituto sostiene que formas de trabajo como los contratos temporales, a prueba o de capacitación han servido para ir eliminando las contrataciones permanentes, en detrimento de la vida de los trabajadores.
Poco salario, mayor pobreza
Hace unos días, el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) dio a conocer que las cifras de pobreza en el país habían aumentado en algunos rubros.
Aunque la pobreza se trata de un fenómeno multifactorial, uno de los factores que potencia el crecimiento en los niveles de pobreza es la baja percepción que reciben los empleados en México.
“La persistencia de un nivel bajo de salarios mínimos en la economía del país, como la registrada en las últimas décadas, se traduce en una capacidad reducida en el gasto de los hogares, que a escala macroeconómica conduce a la contracción de la demanda agregada y al debilitamiento del mercado interno como motor de la actividad económica”, sostiene el estudio del Senado.
La existencia de salarios tan bajos favorece que haya condiciones de desigualdad cada vez más pronunciadas y provoca que haya desequilibrios en el mercado de trabajo.
Recibir poco ingreso por el trabajo debilita el nivel de las familias. Pega directamente en la capacidad de satisfacer sus necesidades básicas, como vivienda, alimento, vestido y educación.
Un bajo salario no solo pega a los hogares de los trabajadores. Golpea también a los sistemas de seguridad social porque las cuotas se mantienen en niveles mínimos y se afecta a instituciones de salud que atienden a la mayor parte de la población.
Además, se obliga a las personas a buscar una segunda fuente de ingresos que puede ubicarse en la economía informal, en la que no se pagan impuestos ni se obtienen beneficios sociales.
Con ese fenómeno, afirma el análisis, las empresas también pierden.
Al tener en sus filas a empleados con bajos salarios, se complica mantener a los perfiles más productivos y experimentados, que buscan otras opciones con mayores ingresos y no colaboran en el crecimiento de la empresa.
“Se registra una mayor movilidad laboral en los empleos de salario mínimo, derivada de entradas y salidas más rápidas del mercado de trabajo, lo que supone estancias laborales cortas que afectan la dinámica de la producción.
“Esta situación limita la implementación de estrategias de adiestramiento y capacitación laborales, lo que induce una pérdida relativa en los niveles de productividad y competitividad de las empresas e incrementa los costos de contratación y selección de personal”, expone el estudio.
A todo esto se suma el encarecimiento del poder adquisitivo del salario mínimo.
Un estudio del Centro de Análisis Multidisciplinario de la UNAM sobre el “Salario mínimo en México”, sostiene que el ingreso mínimo de México, en el que se basa gran parte de las mediciones económicas del país, ha tenido una caída trágica para la calidad de vida de los trabajadores.
“Uno de los mayores problemas que enfrentan las familias en México día a día es llevar a su mesa los alimentos, los responsables de cada hogar deben decidir entre la calidad, la cantidad, el precio y hasta el lugar, preguntándose ¿qué alimento voy a dejar de comprar para que me alcance?
“De 1987 a la fecha, el precio de la Canasta Alimenticia Recomendable registra un incremento acumulado de 4 mil 773 por ciento, mientras el salario creció 940 por ciento, lo que significa que los alimentos han aumentado en una proporción de 4 a 1, en comparación con el incremento a los salarios mínimos”, sostiene la UNAM.
En el 2014, se lee en el análisis, el salario mínimo alcanzaba los 67.29 pesos al día, mientras el precio de la canasta básica para un día era de 192.52 pesos.
El bajo ingreso golpea también la calidad de vida de las familias y, con ello, crea condiciones adversas a la paz de las comunidades.
Si por una jornada de ocho horas se pagara un salario mínimo, el tiempo que tendría que trabajar una familia para comprar la canasta básica sería de 22 horas con 53 minutos.
“Los mexicanos debemos trabajar 18 horas 50 minutos más que en enero de 1987, cuando solo se requerían trabajar cuatro horas con tres minutos para comprar los productos de la canasta básica”, según el CAM.
El Instituto Belisario Domínguez refiere que falta aún la aprobación de reformas que podrían mejorar la calidad del ingreso de los trabajadores.
Una de ellas es la reforma que pretende desindexar el salario mínimo, para separarlo de la cotización de trámites, multas y otros elementos que toman como base el salario mínimo para determinar su costo.
Contrataciones evaporan formalidad
Con la reforma laboral del 2012 se instrumentaron nuevas formas de contratación: por horas, por temporada, por capacitación y a prueba.
En aquel entonces se dijo que con ello se buscaba que hubiera más oportunidades de trabajo para quienes no conseguían una posición de tiempo completo o para quienes recién se incorporaban al mercado de trabajo.
Sin embargo, el análisis del Senado acusa que, en lugar de fortalecer el mercado de trabajo en México, se han ido disminuyendo las opciones de trabajo de tiempo completo.
“Con las nuevas facilidades para contratar temporalmente, lo deseable sería que esta forma de contratación creciese sin afectar la estabilidad en los niveles de empleo permanente a temporal, lo que no supone la creación de nuevas fuentes de trabajo.
“En los hechos, se corre el riesgo de perder fuentes de trabajo estable y aumentar las irregulares, lo que contribuiría a la precarización del mercado laboral”, explicó el documento.
El Belisario Domínguez señala que en otros países las reformas laborales donde se ha dado mayor flexibilidad a la contratación no han significado un aumento en el empleo y más bien ha derivado en el desplazamiento de trabajadores permanentes por temporales.