Las ilusiones, la expectativa, el ¡sí se puede! y de paso el ¡ya nadie nos para! Desgastar mentalmente la esperanza cuando todavía no se ganaba nada, para luego derrumbar cada sueño en instantes.
De la alegría a la tristeza, de la ventaja a la voltereta, una película que se veía distinta a las demás, pero que dramáticamente tuvo el mismo final de siempre.
México, ¡canta y no llores!, porque de la sombra tenebrosa de desconfianza por clasificar por la puerta de atrás, por más de dos semanas pensaste que la historia tocaba a tu puerta. Sí, tocó, pero no le quisiste abrir.
Rocío Cepeda