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El arte ha servido para abrir caminos, para cambiar mentalidades y demostrar que todo es posible con esfuerzo y perseverancia. Prueba de ello es el trabajo que por más de un cuarto de siglo ha realizado Seña y Verbo: Teatro de Sordos.
Con más de 26 obras originales y varias giras nacionales e internacionales, la agrupación sabe que aún queda mucho por hacer, pero reconoce que es tiempo de festejar el camino andado, ya que no ha sido nada fácil.
Alberto Lomnitz, creador de la compañía, platica que había personas que no tenían fe en el proyecto, pensaban que no duraría, porque sólo lo veían como un intento de hacer teatro diferente. “Pero, finalmente, el amor que los actores sordos le tienen al teatro y la manera en que se han volcado en tratar de hacer las cosas bien, rodeados de profesionales como directores, dramaturgos y escenógrafos, le ha permitido a Seña y Verbo mantenerse vigente”, asegura Jesús Jiménez Martínez, director ejecutivo de la agrupación.
Cuando inició Seña y Verbo, todo el tema de inclusión, de discapacidad, no existía ni si quiera eran comunes esas palabras, platica Jesús, en entrevista con Reporte Índigo. En aquella época, recuerda, a los sordos, ciegos, pero sobre todo a la gente que tenía Síndrome de Down, se les llamaba “enfermos, enfermitos, malitos”, pero con pasión y amor el panorama ha mejorado.
“En la actualidad, sin pretenderlo, Seña y Verbo se ha convertido en un referente de arte de discapacidad, creo que para la gente es más común pensar en un sordo o en un ciego haciendo danza, música o teatro”, señala.
Otra peculiaridad de Seña y Verbo es que se ha caracterizado por ser una compañía inclusiva, pero a la inversa. “Normalmente, la gente que tenemos todos los sentidos hablamos de inclusión cuando invitamos a una persona que tiene algún tipo de discapacidad, en este caso, la base son actores sordos que incluyen a histriones oyentes en sus montajes, somos inclusivos, pero a la inversa, es uno de los grandes logros”, indica Jiménez Martínez.
Además, reconoce que buscarán seguir haciendo un buen uso de esta cultura, utilizando la Lengua Mexicana de las Señas de la mejor manera y nunca perder su identidad: ser una compañía que trabaja con actores sordos profesionales.
Gracias a la beca de México en Escena, la agrupación, en los últimos seis años, ha creado siete compañías de teatro de sordos en diferentes estados de la República: Baja California, Jalisco, Michoacán, Guanajuato, Sinaloa, Oaxaca y Ciudad de México. Ahora, están en vías de organizar este año una en Veracruz y el próximo otra en Quintana Roo o Puebla.
La manera en la que están educados los mexicanos, asegura Jiménez, no les permite tratar a la gente con algún tipo de discapacidad de la mejor manera, por eso seguirán haciendo teatro, porque tienen la certeza de que el arte es un gran aliado transformador.
“Un niño sordo escribió en un dibujo que le había gustado mucho una obra, porque se había dado cuenta que cuando él creciera, podía hacer lo que quisiera, desde ser actor, hasta ingeniero. Le quedó muy claro que no solamente sería sordo”, cuenta Jiménez Martínez.
Festejarán con Murmullos
La agrupación Seña y Verbo: Teatro de Sordos arrancará la celebración por sus 25 años de trayectoria en el Teatro de la Ciudad Esperanza Iris, donde estrenarán Murmullos, de Nohemí Espinosa, y Música para los ojos, de Sergio Bátiz.
“Murmullos es un espectáculo teatral con tintes de clown y magia para toda la familia que está inspirado en la época del cine mudo y en todas las películas cómicas. También hacemos referencia al periodo clásico de otras épocas, pero principalmente al creado por los grandes comediantes a los que admiramos como Buster Keaton, Charles Chaplin, El Gordo y el Flaco, entre otros”, explica Nohemí Espinosa, quien además es la directora del montaje.
El espectáculo comienza en un cine de la época de los años 20 o 30 que está a punto de cerrar, un poco recordando la película de Cinema Paradiso.
“Basados en la experiencia de la decadencia del cine, quise retratar ese momento en el que la nostalgia de cerrar un cine invade a todos los personajes y tienen que despedirse del edificio, de los objetos, del lugar y aferrándose al recuerdo que les ha dejado, empiezan a jugar, a recrear algunas escenas a su estilo. Entonces, vemos pequeños cuadros de diferentes cintas”, asegura la directora.
Así como en las películas mudas hay muchas escenas donde se muestran innovaciones tecnológicas de la época, el montaje quiso rescatar eso, así que su escenografía estará compuesta por pequeños compartimentos y puertas secretas que sorprenderán al público.
En uno de los cuadros que más le gusta a Nohemí, se puede ver a un camarógrafo intentando filmar a un león rugiendo, tratando de emular la entrada de las películas de la Metro-Goldwyn-Mayer. “Hay un personaje que me encanta, es una asistente, es muy sumisa, orillada en el espacio, pareciera que no va a brillar, que se va a quedar en su papel femenino de sirvienta o arrimada, y de pronto cambia, le ponen una tarea muy difícil y ella la toma con toda la seriedad y la experiencia que tiene”, comparte Espinosa.
Para ella es importante, porque es su forma de resignificar el papel femenino de aquella época, darle toques actuales y mostrarla fuerte y capaz, como es en realidad. Además, todo el espectáculo maneja un humor festivo que genera una “risa sanadora”, ya que para ellos es la forma de construir seres humanos más sensibles e inteligentes.
“Nuestro objetivo, además de que la gente se divierta, es que lo haga de una manera que pueda reaccionar, pensar y recordar que el trabajo del cómico también es importante en la sociedad y no se trata de algo fácil, sino de un trabajo que requiere mucho entrenamiento. Queremos que la gente aprecie este arte y más de estos actores sordos que por su condición han desarrollado capacidades físicas increíbles”, sentencia la escritora.
Un reflejo real
Murmullos comienza con el cierre de un cine, de un espacio dedicado a la cultura, algo que no se aleja de la realidad. Actualmente en México, varios recintos teatrales han tenido que cerrar, lo que representa para Espinosa un foco rojo que no se debe ignorar.
“Es peligroso, es un foco rojo no sólo para los que lo hacemos, sino para la sociedad en general, porque eso significa que estamos enfocando nuestra energía en otro tipo de entretenimiento que más allá de abrir nuestra imaginación y hacernos más inteligentes y sesibles, nos hace más cerrados e individualistas”, opina la creadora artística.