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La sociedad tiende a discriminar a las personas que entran en la categoría de “obesos” y/o con sobrepeso. Pareciera que todo lo que hace único a un ser humano con kilos de más y lo que lo distingue del resto, se reduce a ese exceso de grasa corporal evidente.
Cuando el peso rebasa los límites de lo que se considera “normal”, no hay cabida para expresiones positivas. Las personas emiten juicios negativos inmediatamente, discriminando a otros –ya sean obesos o muy delgados–, no se hace distinción de género, raza, edad o cualquier otro indicador demográfico.
Un ejemplo reciente es el caso del chef sudafricano Albert Buitenhuis, quien posiblemente será deportado de Nueva Zelanda por su peso (130 kilos).
Las autoridades de inmigración declararon que Buitenhuis, quien radica en Nueva Zelanda desde hace seis años –y ha perdido 30 kilos desde entonces– no cumple con un “estándar aceptable de salud”.
El sobrepeso de Albert aumenta su riesgo de desarrollar enfermedades vinculadas a la obesidad, como diabetes e hipertensión. Y en un futuro, esto representaría una carga económica para los servicios de salud pública de ese país.
Un ironía, pues según un informe publicado el mes pasado por la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), cerca del 30 por ciento de la población adulta en Nueva Zelanda es obesa.
Discriminación sin sentido
La manera en la que algunas campañas abordan la problemática de la obesidad puede ser un arma de doble filo, ya que los mensajes mal canalizados no van dirigidos a la lucha contra la obesidad, sino que atacan directamente a las personas obesas.
Esto contribuye a que los niños atribuyan una connotación negativa al exceso de peso desde la infancia.
En un estudio de la Universidad de Leeds, en el Reino Unido, un equipo de investigadores presentó a más de 100 niños de entre cuatro y seis años, tres versiones distintas de un cuento donde lo único que cambió fue la manera en la que se dibujó el personaje principal –con peso estándar, sobrepeso y con discapacidad–.
Al evaluar las conductas y los atributos de los personajes, se observó que los niños consideraron que “Alfie gordo” –el personaje con sobrepeso– tenía menores probabilidades de ganar en una carrera, tener un buen desempeño en la escuela, estar feliz con su apariencia física y de ser invitado a fiestas. También rechazaron la posibilidad de tenerlo como amigo.
Los resultados fueron publicados en mayo de este año en el Congreso Europeo sobre Obesidad (ECO, por sus siglas en inglés).
Además, avergonzar a las personas obesas o con sobrepeso resulta contraproducente. Lejos de ser un incentivo, el estigma que sufren estas personas en la sociedad –en lugares públicos o en el ámbito laboral o en su familia– las hace involucrarse en conductas que las llevan a subir más kilos, revelaron investigadores de la Escuela de Medicina de la Universidad Estatal de Florida, en un estudio publicado este año en PLoS ONE.
Los números no son todo
Un adulto con un índice de masa corporal (IMC) –calculado a partir del peso en kilogramos, dividido por la altura en metros– de 30 o más es considerado obeso. Y aquellos con un IMC entre 25 y 30 tienen sobrepeso.
Sin duda, la obesidad está asociada a un aumento en el riesgo de padecer enfermedades como hipertensión, diabetes y algunos tipos de cáncer. Incluso en junio de este año la Asociación Americana Estadounidense clasificó la obesidad como una enfermedad.
Pero el IMC no basta para determinar el estado de salud de una persona.
De hecho, una amplia investigación publicada en enero de este año en el Journal of the American Medical Association (JAMA) reforzó lo que se ha estado demostrando desde hace una década: el sobrepeso no garantiza un mayor riesgo de mortalidad.
La investigación concluyó que las personas con sobrepeso tuvieron 6 por ciento menos probabilidad de morir durante el mismo periodo de tiempo que aquellos con un peso saludable o “normal” –IMC de 18 a 25–.
Para este estudio encabezado por Katherine Flegal, epidemióloga del Centro Nacional de Estadísticas sobre Salud de Estados Unidos, se analizaron 97 estudios que abarcaron reportes de cerca de 3 millones de personas.
“El IMC es solo un primer paso para cualquier persona”, dijo a la revista Nature Steven Heymsfield, investigador de obesidad.
“Si después se puede incluir la circunferencia de la cintura, pruebas de sangre y otros factores de riesgo, entonces se puede obtener una descripción más completa a nivel individual”, agregó Heymsfield.
Como escribió en The Atlantic Joshua Liao, médico e investigador clínico de la Escuela Médica de Harvard, “los factores de riesgo no son sinónimo de enfermedad. Y al igual que otros hábitos (…) que tienen implicaciones para la salud como el consumo de tabaco y alcohol, la obesidad solo es tan peligrosa como sus complicaciones”.
No compares tu cuerpo
Tanto hombres como mujeres se “enganchan” en pláticas que giran en torno a su imagen corporal. Pero no son simplemente conversaciones vanidosas, sino un círculo vicioso del que, de acuerdo a investigaciones de Alexandra F. Corning, docente de psicología de la Universidad de Notre Dame, es difícil salir.
Esta dinámica se puede describir con los siguientes pasos: una mujer expresa algo negativo de su cuerpo, una amiga le ofrece una respuesta empática, menospreciando alguna parte de su propio cuerpo, en forma comparativa. Corning explicó a The New York Times que para romper con este patrón, uno no se debe involucrar.
En el caso de las adolescentes, recomienda que “se lo tomen con calma; no es un momento para un gran activismo social. Pueden cambiar de tema. Lo hacen todo el tiempo”.
A los delgados también
La escritora británica y sobrina nieta de la novelista Virginia Woolf, Emma Wolf, quien ganó la batalla contra la anorexia, habla en su libro nuevo acerca de la relación obsesiva que tienen las mujeres del siglo 21 con la báscula.
— Libro recomendado: “The ministry of thin”
Autor: Emma Woolf
(Reino Unido, 2013)