Rugby, fútbol, box… son los deportes que más llaman la atención de especialistas debido al alto índice de contusiones cerebrales que sufren los jugadores y que en ocasiones les dejan secuelas leves o graves.
Pero también los amantes del ciclismo están expuestos a sufrir golpes en el cráneo. Y los niveles de daño cerebral varían de acuerdo a la fuerza del impacto.
El material que absorbe el impacto, que compone el forro de los cascos, que portan los ciclistas es de poliestireno. Este es resistente, pero los accidentes siguen dejando consecuencias en ocasiones irreversibles.
Por lo que el diseñador industrial hindú Anirudha Surabhi, propone una alternativa: cascos de cartón.
La estructura del casco está inspirada en el pájaro carpintero, “que picotea unas 10 veces por segundo y cada vez que lo hace experimenta la misma cantidad de fuerza que nosotros al estrellarnos a 80 kilómetros por hora”, dijo Surabhi a la BBC.
Esto se traduce en una “cantidad de energía monumental que pasa por su cabeza”, dijo el joven al sitio de diseño Core77.
Para amortiguar el impacto y evitar el dolor en la cabeza, esta ave se vale de un cartílago corrugado que se ubica en medio del cráneo y el pico.
El forro del casco, que asemeja un panal de abeja, imita precisamente la estructura de ese cartílago.
“Si un ciclista se estrella a una velocidad de 24 kilómetros por hora con un casco normal, la cabeza será sometida a una fuerza de impacto de 220G (220 veces la fuerza de gravedad), mientras que el nuevo diseño absorbe más del impacto y significa que experimenta una fuerza de 70G en su lugar”, explicó Surabhi.
La ventaja de este casco de papel, que será fabricado por la compañía alemana Abus, es que proporciona a la cabeza del usuario mayor tiempo para desacelerar la velocidad del impacto en un accidente, lo que incluso permite reducir el riesgo de sufrir una conmoción cerebral, que es la lesión cerebral más común y menos grave.
Surabhi expresó que los dobles de cine han estado saltando de edificios sobre cajas de cartón hechas de papel desde hace décadas, arriesgando su vida “solo porque saben que el papel realmente funciona”.
