Hasta siempre Quino, el mundo despide al artista
A pesar de su muerte a los 88 años de edad, el legado “Quino” estará presente en gran parte del mundo, pues sus ilustraciones, como la enigmática Mafalda, seguirán dando de qué hablar por sus líneas de comedia y los temas sociales que tocaba
Hidalgo Neira y José Pablo EspíndolaEl mundo perdió a uno de sus más grandes artistas, a una persona que, con solo un lápiz en mano, era capaz de cambiar toda una ideología, señalar las injusticias sociales de un continente y, lo más importante, arrancar millones de sonrisas. Ese artista era Joaquín Salvador Lavado Tejón, un dibujante argentino mejor conocido como “Quino”, un hombre que, a pesar de su timidez al hablar y al familiarizarse con sus seguidores, tenía un hambre de humor y de creación inigualable.
Este miércoles 30 de septiembre, murió a los 88 años debido a una serie de problemas preexistentes que fueron deteriorando su salud; sin embargo, gracias a sus creaciones como dibujante y humorista gráfico, su legado está intacto, reafirmando que es una figura admirada por actuales y, seguramente, próximas generaciones.
El duelo es universal. Las muestras de afecto para “Quino” tras su muerte se vierten en redes sociales, en las conversaciones casuales de México y Argentina, y en cualquier parte del mundo.
“Se murió ‘Quino’. Toda la gente buena en el país y en el mundo lo llorará”, tuiteó Daniel Divinsky, quien tuvo la fortuna de publicar bajo el sello Ediciones de la Flor, las historietas de Mafalda, entre otros volúmenes que el caricaturista realizó, como A la buena mesa (1980), Quinoterapia (1985) y Sí, cariño (1987), entre otros.
Desde Buenos Aires, Argentina, Divinsky comparte su tristeza y recuerda los primeros encuentros con “Quino”, a quien conoció de manera informal entre cocteles con otros libreros, como Jorge Álvarez, quien fue el primero en editar los compilados de Mafalda.
“Hicimos buena amistad, me invitó alguna vez a su casa a comer, era muy hospitalario, estuve en su primer departamento en la calle Chile, el que aparece en Mafalda, y en todas sus viviendas posteriores, en Buenos Aires, París, Milán, en Madrid; realmente fue una frecuentación permanente, más allá de la relación profesional que viene de 1970”, describe Divinsky.
De acuerdo con Daniel, quien es abogado de profesión, “Quino” lo contactó porque Álvarez había dejado de pagarle sus derechos de autor. Fue así como iniciaron el sexto volumen de Mafalda, ahora bajo el sello de su editorial.
Según comenta, él todavía habló con el artista el mes pasado, cuando estaba en su natal Mendoza, a donde llegó tras la muerte de su esposa Alicia Colombo.
Por otra parte, el ilustrador Bernardo Fernández, “BEF”, quien se considera ferviente admirador del trabajo del argentino, reconoce que al haber tenido de cerca sus viñetas, fue lo que le inspiró a dedicarse a la misma profesión.
“Como buena casa de izquierda, había libros de “Quino” y de Rius desde antes que yo aprendiera a leer, entonces yo veía los muñequitos desde chiquito y ahí lo descubrí entre otras lecturas. Leía las historietas gringas, pero tanto Mafalda como los cómics de Rius eran cercanos a mi realidad. Yo les debo a ellos dos mi vocación monera”, dice BEF en entrevista.
Una inspiración
Víctor Solís, dibujante e ilustrador mexicano, conoció el arte de “Quino” desde que tenía siete años y, de acuerdo con él, la admiración por este creador fue instantánea, principalmente por la parte humorística de sus personajes.
“En lo personal, a “Quino” lo comencé a leer desde que tenía siete años cuando tuve por primera vez un libro de Mafalda en mis manos, y comenzó un seguimiento y admiración por la parte humorística. A mí me encantaban los dibujos, y mira que en ese entonces no entendía del todo bien la carga política y social de los cartones”, asegura Solís.
En Mafalda, una de las creaciones más emblemáticas e importantes de “Quino”, el dibujante argentino retrataba, en el personaje de una niña, temas de relevancia mundial, como el medio ambiente, la diferencia de clases sociales y la literatura, por mencionar algunos.
Incluso, cuando el artista dejó de crear las historias de Mafalda y de sus amigos para diferentes diarios y revistas, en 1973, los personajes regresaban sólo para causas sociales que representaban organizaciones como la Unicef al hablar de los derechos infantiles.
Por otra parte, para Solís, lo más admirable del dibujante, y que en lo personal lo ayudó a impulsar sus propias creaciones, era que sin exponer el rostro de un personaje político o del medio en papel, hacía ver las exigencias sociales que preocupaban en todo el mundo.
“‘Quino’ para mí fue un parteaguas, me dejaba bastante claro un camino en el cual puedes hacer crítica al estatus quo, al poder y a la sociedad sin necesidad de dibujar un rostro familiar de algún político o de algún funcionario público ni nada. Era algo para mí admirable, y en ese sentido fue una influencia muy marcada también por la manera de manejar los claroscuros en cada escena”, distingue.
Arte de Quino, espejo de la sociedad
Según declaró “Quino” en 1977 para el programa español A fondo, para crear cada uno de sus bocetos, fueran de Mafalda u otro tipo de tiras, el tiempo que les dedicaba era primordial, pues sabía perfecto que la inspiración no llegaba por sí sola, debía tener un horario para explorar sus ideas.
De ese modo, a pesar de que se levantaba de la cama a las 8:00 horas, se sentaba frente a sus blogs a las 9:30 y de ahí intentaba no detenerse hasta el anochecer, llevándose incluso consigo libretas a la recámara.
Ese modo de trabajo habla de que “Quino” era un artista que pensaba y repensaba cada uno de sus trazos, cada idea que iban a presentar sus personajes que, como Mafalda, reflejaban un rasgo peculiar de la sociedad.
Incluso, dice el ilustrador Víctor Solís, en los propios personajes de Mafalda, como Susanita, Guille, Felipe o Joaquín, se puede hallar las diferentes personalidades de un adulto, “como el inseguro, la chismocita y el que es más todavía un niño”.
“En cuestión de personajes es por lo que ‘Quino’ se va a quedar por muchas generaciones más, porque son un espejo muy claro de la psique humana, de nuestras actitudes y comportamientos y, sin embargo, te permiten reír, no hay esta solemnidad, no son pesados, su dibujo es muy amable y muy atractivo”, asegura Víctor.
Además, según él, “Quino” lograba representar escenas bastante precisas para contextualizar lo que pasaba en un quirófano, en un restaurante, en la calle, con las señoras de la alta sociedad y su servidumbre, pero también con gente de clase media y baja, como los trabajadores.
“Se le va a extrañar, yo muchísimo sobre todo como lector, porque es alguien que a través del dibujo logró comunicar ideas bastante profundas de nuestra forma de ser, nuestra civilización, nuestra sociedad, y siempre va a hacer falta alguien así, alguien como él”, comparte el dibujante.
¿Autores en resistencia?
Así como Mafalda, la historia de una niña contestataria que dejaba la realidad expuesta de Argentina, de 1985 a 1995 Bill Watterson creó Calvin y Hobbes, tira cómica que tenía el mismo carácter crítico, lo que provocó que hubiera un paralelismo entre ambos.
“Es curioso ese paralelismo que los dos abandonan a los 10 años, la diferencia es que ‘Quino’ siguió explorando, su obra después de Mafalda es mucho más compleja en la búsqueda del medio mismo y sus alcances”, comenta “BEF”.
El dibujante destaca cómo “Quino” y Watterson dejaron de publicar sus historias con el fin de no repetirse, como pasó con Charles M. Schulz con Peanuts (Charlie Brown) o a Chester Gould con Dick Tracy, Nancy (Periquita), ilustraciones que se difundieron por más 40 o 50 años.
Por ello, comenta “BEF”, aprendió de “Quino” el nunca tener un personaje fijo para no esclavizarse en términos creativos.
“La razón por la que ‘Quino’ dejó de dibujar Mafalda fue porque, citando a Oscar Conti, un gran dibujante de humor argentino, él le había dicho que si de una tira él tapaba el último cuadro y ya sabía lo que iba a decir, tenía que dejar de hacerlo porque se estaba repitiendo”, agrega Divinsky.