¿Cómo la amistad y los lazos fraternales pueden ayudarnos a enfrentar las adversidades de la vida? Es una pregunta que contesta la obra de teatro Los que sobran, escrita y dirigida por Adrián Vázquez. Para él, la pérdida, las injusticias, el rencor y el odio, se pueden superar teniendo lazos de amistad puros, esos que surgen en la adolescencia, cuando el espíritu rebelde del ser humano está en efervescencia.
“Los que sobran nos habla de un México muy contemporáneo, de un México convulso, de un México que nos duele, en donde la violencia está a la vuelta de la esquina y cómo estos jóvenes sobrellevan el habitar un país como éste”, explica el director de teatro.
La puesta en escena cuenta la historia de Alejandro, un tipo poco común que padece un trastorno de inestabilidad emocional; por lo tanto, prefiere no meterse en problemas. Sofía, su hermana, es la intelectual del grupo. Edith, es buena para las peleas y defiende a sus amigos. Emilio es un desastre, en resumen. Camila es la graciosa del grupo, la animadora, la divertida. Es el relato de cinco jóvenes que se hicieron amigos en la adolescencia y el tiempo y las experiencias los volvieron compañeros de vida.
Lo que el público ve en escena es un vaivén que divaga entre pasado y presente, cuya continuidad no se ve afectada, dado que el ritmo marca la pauta emotiva y secuencialmente.
Los que sobran es un proyecto que remitirá al público a su adolescencia, donde el carácter, los lazos afectivos y las relaciones sociales terminan de formarse en su tránsito a la vida adulta. Quizás esta etapa mucha gente la recuerda con más cariño, pero también porque vivió eventos que la sacudieron y cambiaron para siempre.
“Lo que te explico suena muy derrotista, muy deprimente, pero la verdad es que la puesta en escena no lo es. Es una comedia que le pone la cara optimista a la vida, pero que está inmersa en estos ámbitos de tragedia que nos toca vivir”, señala Vázquez.
El autor confiesa que para desarrollar el texto se inspiró mucho en su vida como adolescente y en la secundaria en la que le tocó estudiar, pero también, dice, tiene mucho que ver con la vida de los actores, Pamela Ruz, Diego Martínez Villa, Lairza Juárez, Omar Sorroza y Valeria Fabbri. La obra toma algunas aspectos de sus vidas, de sus relaciones consanguíneas y se mezclan con la ficción.
El momento adecuado
La obra está estructurada a modo de rompecabezas, los espacios y los tiempos se combinan alternativamente bajo un concepto minimalista. Para Adrián Vázquez, la historia es muy vigente porque habla de la vida que los adultos ya han vivido, pero que ahora la están viviendo los jóvenes. Además, aborda temas que son muy actuales.
La obra demuestra que la sociedad mexicana no se ha convertido en una sociedad diferente en los últimos 40, 50, años y por eso Vázquez cree que la historia sigue hablando de una manera muy íntima, muy cercana.
Visualmente es un espectáculo que tiene toda la poética de las puestas en escena de los Tristes Tigres, que a partir de pocos elementos escenotécnicos, fundamenta el trabajo de la obra en la actoralidad. El espectador sólo va a ver cuatro sillas con las que se construirán los diferentes universos de todos los personajes.
Las sillas se convertirán en diferentes lugares, en una secundaria, en una cuna, por un momento en un parque de diversiones. El público tendrá que confiar en la potencia actoral de los intérpretes y comprobar si serán capaces de contar toda una historia que dura una hora y 20 minutos.
“La iluminación también está al servicio de la puesta en escena y todo está fundamentado en la actoralidad. Nosotros lo que hacemos con la iluminación es ayudar a contar la historia de una manera más pertinente, entonces, creo que esos claroscuros que a veces nosotros proponemos en la obra nos ayuda a potencializar la tensión dramática que requerimos en cada una de las escenas”, afirma el autor.
Aunque la obra está dirigida especialmente para adolescentes y adultos, los niños pequeños podrán verla sin ningún problema. El mensaje que al equipo le gustaría que la gente se llevara se centra en nunca perder el espíritu rebelde.
“Me encantaría que los adultos hicieran una revisión de su vida y dijeran que de aquellas cosas que se proponían en su juventud o en su adolescencia han logrado y cuáles han perdido. Creo que los jóvenes, lo ideal es que se identifiquen y que digan ‘sí, claro, así es la vida, esto es lo que nos toca vivir’, y que salgan con un ánimo renovado en este espíritu rebelde de la juventud”, comenta Vázquez.
El primer problema al que se enfrentó Vázquez para llevar la historia a escena fue lograr la confianza de los actores, del equipo de trabajo. Para él, el teatro es un acto de fe, en donde quienes participan tienen que confiar totalmente, en el momento que alguno deja de confiar se empieza a resquebrajara.