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Cuando los relojes inteligentes o esas pulseras de fitness que cuantifican cada paso que das, cada caloría que consumes, llegaron como lo más sofisticado en tecnología portable, era cuestión de poco tiempo para que, en un abrir y cerrar de ojos, esta tendencia comenzara a transformar el campo de la medicina.
Que un paciente pueda tener un mayor control de su salud, con dispositivos que monitorean indicadores como frecuencia cardiaca y presión arterial, y que el médico tenga acceso a dicha información en tiempo real a través de una app marca un antes y un después en la práctica clínica.
En junio de este año, aludimos en este espacio a un reporte de ABI Research, agencia de investigación de mercado, que estima que la tecnología portable aplicada a la salud será lo más solicitado de los 90 millones de dispositivos wearable que se venderán este año.
Las grandes empresas tecnológicas ya incursionaron en este negocio. Apple, por ejemplo, se convertirá, a través de su software “HealthKit” –incorporado en el sistema operativo iO8–, en asociación con la Clínica Mayo y otras instituciones sanitarias, en referente de información de salud obtenida de distintas apps y dispositivos de fitness y salud.
Google también lanzará un servicio de salud bautizado como “Google Fit”, que, similar a la plataforma de Apple, recopilará y gestionará las métricas de los datos generados en las aplicaciones y sensores wearable con los que el usuario mide su salud y actividad física.
Samsung ya se apuntó a esta tendencia, con el prototipo de pulsera Simband, que incorpora sensores especiales para registrar datos médicos como el pulso cardiaco y la presión arterial, datos que serán almacenados para su análisis por la plataforma de software basada en la nube “SAMI”.
Vestidos con bienestar
Todo esto responde al hecho de que existen más de mil millones de smartphones en el mundo, en manos de usuarios que diariamente generan una gran cantidad de información personal.
Usuarios cuyo interés por el uso de la wearable tech se ha traducido en un mercado millonario que seguirá amasando ventas: las ventas acumulables de dispositivos portables durante el periodo 2014-2018 alcanzarán los 370 millones de dólares, de acuerdo a CCS Insight, una empresa global de análisis enfocado en las comunicaciones móviles e Internet.
Y 50 por ciento de dichas ventas en 2018 serán de dispositivos que mejoran la experiencia del smartphone.
En ese año, se utilizarán más de 250 millones de dispositivos con tecnología portable. De hecho, se espera que los envíos de éstos crezca de 9.7 millones en 2013 hasta 135 millones en 2018.
También responde a la llegada de la tendencia “Internet de las cosas”, que se refiere a que todo lo que nos rodea –un electrodoméstico o automóvil, por ejemplo– tendrá conexión a la Red.
Esta traerá consigo “la siguiente revolución en la tecnología digital”, en la opinión de cerca de dos mil expertos que fueron encuestados, como parte del Internet Project de Pew Research, sobre el impacto que tendrá esta tendencia en la vida diaria de las personas.
Como expresó Paul Saffo, director general de Discern Analytics: “la mayoría de nuestros dispositivos se comunicarán en nuestro nombre —estarán interactuando más con los mundos físicos y virtuales que con nosotros. Los dispositivos desaparecerán en lo que llevamos puesto o realizamos”.
Hoy se comienza a observar este fenómeno con las prendas inteligentes, que van más allá de gadgets que miden la actividad física y el ritmo cardiaco del usuario.
Estos son algunos ejemplos que forman parte de la próxima generación de dispositivos wearable, que tienen el objetivo de detectar de forma oportuna enfermedades crónicas, como la depresión clínica, el cáncer y la epilepsia, y llevar un registro en tiempo real de la salud de los pacientes que, además de mejorar su calidad de vida, contribuya a prevenir muertes.
“Le llamamos el Internet de las cosas saludables”, dijo a Fast Company Joseph Kvedar, dermatólogo de la Escuela Médica de la Universidad de Harvard.
La tecnología portable está encaminada a dar vida a sensores cada vez más integrados a nuestro cuerpo. Sensores flexibles como Biostamp, cuyo tamaño rivaliza con el de una curita. Desarrollado por la startup MC10, este pequeño dispositivo rectangular se fija en cualquier parte del cuerpo y monitorea, entre otros datos, la temperatura y el ritmo cardiaco. Y el movimiento, para registrar convulsiones epilépticas, por ejemplo.
Y es que este “sello biológico” portable se perfila para ser un intermediario entre médicos y pacientes con Parkinson, epilepsia y esclerosis múltiple.
“Espero que esto esté en los pacientes para el final del año”, dijo a Fast Company Nirav Sheth, director de desarrollo de mercado de los productos sanitarios en MC10.
Una camiseta equipada con sensores biométricos que registran datos fisiológicos del usuario en tiempo real, para detectar el riesgo de una convulsión epiléptica.
Los sensores se conectan a la app de un smartphone, que procesará la información antes de enviar la misma a un sistema basado en la nube, al que puede tener acceso el médico, para analizar los datos, realizar un diagnóstico y llevar un registro de la respuesta del paciente al tratamiento adecuado.
Desarrollada por la compañía francesa Bioserenity, Wemu apunta a facilitar y agilizar el diagnóstico de la epilepsia, que afecta a alrededor de 50 millones de personas en el mundo.
Porque el procedimiento para el registro de las convulsiones –clave para un diagnóstico de la enfermedad– actual requiere hospitalizar al paciente, es tardado e involucra mucha maniobra.
El uso que damos a nuestros smartphones revela información valiosa sobre nuestra salud mental. Las apps de la compañía Ginger.io para iPhone y Android emplean datos de tu smartphone para descartar que estés sufriendo algún episodio depresivo. Se evalúan datos como el número de personas con quienes has conversado y qué tan activo has estado. “Utilizamos este mapa para ayudarte a aprender qué es lo que tu cuerpo te está tratando de decir”, señala un video de Ginger.io, cofundada y dirigida por Anmol Madan, científico de datos. Cuando parezca que algo está raro, te enviamos una alerta y otra alerta a las personas que se preocupan por ti”, que va desde un amigo y miembro familiar hasta un profesional de la salud, para que actúen en consecuencia. “Tus patrones de comportamiento se convierten en información valiosa que se puede compartir”.
La empresa estadounidense First Warning Systems (FWS) desarrolló un prototipo de sostén con un sistema no invasivo que registra 12 horas de cambios metabólicos en la actividad celular de los senos. Los datos se analizan a través de algoritmos para detectar “procesos dinámicos de tejidos anormales que son indicativos del estado de cáncer”, señala el sitio Web de FWS.
La tecnología fue capaz de detectar, durante varios ensayos clínicos realizados con más de 650 mujeres, “cánceres que la mamografía no diagnosticó, por ser tumores muy pequeños, por ejemplo”, explicó a la BBC Rob Royea, presidente de la compañía.
FWS señala que este sistema que explora la fisiología de mama es “mucho más sensible y económico que una mamografía”.
> Sensor comestible
La compañía de biotecnología estadounidense Proteus Digital Health está detrás de un pionero sistema de tecnología de “píldora digital”, la nueva era de dispositivos wearable. Se trata de una pastilla con sensores comestibles -del tamaño de un grano de arena- que informan al médico si el paciente se ha tomado su medicina, además de otros datos como el ritmo cardiaco y la temperatura. Estas medicinas digitales “(…)dan soluciones que permiten a los pacientes, sus familias y médicos tomar mejores decisiones sobre la salud”, señala el sitio Web de la compañía. “Nuestra visión es integrar medicamentos que tratan enfermedades crónicas con la tecnología móvil (…) para que la asistencia sanitaria sea más accesible, manejable e innovadora”.
El sensor comestible se activa al reaccionar con los jugos gástricos. Un parche en la piel captura la información fisiológica recibida del sensor, y transmite la misma a un smartphone a través de Bluetooth.