La obesidad suele asociarse a la salud física. Pero también podría tener efectos adversos en la salud mental.
En los últimos años ha surgido evidencia de que existe una relación directa entre la obesidad y un déficit en el desempeño cognitivo.
Lo mismo se ha observado en estudios realizados con ratones de laboratorio, que demuestran que la obesidad deteriora las capacidades cognitivas de los animales con exceso de grasa.
Aunque el mecanismo detrás de este patrón no ha sido comprendido del todo.
Un nuevo experimento encabezado por la Universidad Georgia Regents, el cual también fue realizado con roedores, comprobó que, contrario a lo que se creía, las sustancias liberadas por las células de grasa sí pueden traspasar la llamada barrera hematoencefálica, la cual bloquea el paso de sustancias nocivas de la sangre al cerebro.
En el estudio, cuyos resultados fueron publicados en The Journal of Neuroscience, se encontró en la sangre de los ratones que fueron sobrealimentados se fueron acumulando células de grasa que, a su vez, trajeron consigo una alta dosis de una sustancia llamada interleukin 1, que induce a la inflamación.
La sustancia logró llegar hasta la cabeza y cruzar la barrera sangre-cerebro, “inmiscuyéndose” en áreas cerebrales como el hipocampo, que está implicado en las capacidades de aprendizaje y memoria.
¿El resultado? Se observó que las funciones cognitivas de los ratones comenzaron a disminuir. Su desempeño fue pobre en tests que pusieron a prueba el razonamiento y la memoria.
Incluso se observó que bajaron los niveles de un biomarcador asociado con la comunicación funcional entre las neuronas del cerebro, también conocida como sinapsis.
En otro experimento, sometieron a estos ratones a un régimen de 45 minutos diarios de actividad física durante 12 semanas. Todo mejoró. No solo los animales perdieron grasa y ganaron músculo, sino que tuvieron un mejor desempeño en las pruebas cognitivas que los ratones sedentarios.
Y aumentaron los niveles del bioquímico vinculado con una sinapsis funcional. Esta vez, la inflamación del hipocampo fue mínima.
Los investigadores señalan que si bien aún no se puede comprobar que el cerebro de las personas responde de la misma manera que el de los ratones del experimento, los resultados suman evidencia de los beneficios de la actividad física y de poner el cuerpo en movimiento.
El problema con los antibióticos
Actualmente existen dos epidemias que podrían tener de común más de lo que realmente nos imaginamos: la obesidad y la ingesta de alta dosis de antibióticos.
Desde hace aproximadamente una década que los científicos han comenzado a especular, con toda razón, que quizá la dieta y el estilo de vida modernos no sean los únicos detonadores de la obesidad.
Las investigaciones de Martin J. Blaser, director del Programa Microbioma Humano y profesor de medicina y microbiología de la Universidad de Nueva York, han demostrado que los ratones que son alimentados con una dieta rica en calorías y antibióticos, ganan el doble de grasa corporal que los animales que no reciben estas sustancias químicas.
En el laboratorio de Blaser también se está realizando investigación para determinar los efectos nocivos que tienen los antibióticos en las bacterias que viven en nuestro intestino.
Y la encrucijada es qué hacer con este conocimiento, pues por un lado, los antibióticos son ahora esenciales para frenar o tratar infecciones. Y, por otro, estos podrían estar acabando con aquellas bacterias clave para nuestra salud, como para garantizar una buena respuesta inmunológica o, por ejemplo, para digerir los alimentos y mantener nuestro peso.