Las cicatrices de la violencia y la guerra llegan al teatro
El único sobreviviente de una guerra civil surge de entre las ruinas para contar su desgarradora historia, así es el protagonista de Ejecutor 14, monólogo que bien podría estar situado en el contexto actual de México, país que parece vivir una batalla silenciosa
José Pablo EspíndolaLa guerra arrasa con todo y deja secuelas que perduran por años, marcas que ni el mismo tiempo logra borrar. Es un infierno que se carcome a la historia y atormenta a la sociedad con varias preguntas sin repuestas.
¿Cómo un hombre común puede llegar a volverse un verdugo fanático? ¿Cuál es la línea entre la responsabilidad individual y la colectiva? ¿Es posible encontrar la paz y la redención cuando se han traspasado los límites del horror?
En un espacio casi vacío, donde sólo habitan una mesa destarlada y un par de objetos, un actor presta su cuerpo y su voz para encarnar a este hombre común convertido en verdugo en la obra de teatro Ejecutor 14, del dramaturgo francolibanés Adel Hakim, traducida por David Psalmon.
“Es un monólogo escrito en 1989, inicialmente fue pensado en el contexto específico de la Guerra Civil en Líbano; sin embargo, Hakim no ubicó la obra en ningún periodo histórico ni en ningún lugar en particular, lo cual favorece muchísimo la transición a la hora de llevarla a cabo en un contexto distinto, como es el caso del mexicano”, explica Psalmon.
El traductor, quien además es el director, confiesa que tiene una relación muy íntima con el texto, ya que desde que empezó su trabajo como actor a inicios de los años 90, había querido llevarlo a escena, objetivo que logra 30 años después.
“Creo que hay textos que requieren de una madurez —si es posible expresarse a sí de uno mismo—, necesitaba tener algo más de vivencias para decidir montar algo tan poderoso. Pasa lo mismo cuando pienso en El misántropo, de Molière, que me parece su obra más potente, me gustaría llevarla a escena, pero siento que uno necesita prepararse en muchos sentidos, en lo teatral, pero también en lo extra teatral y creo que tuve que esperar esos años para sentir que estaba listo para dar a luz con esta obra”.
A pesar de que Ejecutor 14 fue escrita hace 30 años, Psalmon considera que se trata de una obra muy vigente y universal que no requiere de adecuaciones, pero sí de una lectura particular a la hora de traducir el texto a otro idioma, porque la distancia de la lengua modifica completamente los parámetros.
“Lo principal para mí era crear una partitura sonora de las palabras que pudiera permitir su introducción en el contexto mexicano; entonces, me dediqué a encontrar una música particular que pudiera resonar y hacernos sentir que hablamos de una realidad que es la nuestra, a pesar de que el autor decidió tomar eso de la alegoría, de la metáfora, de un texto que tiene un carácter universal”, asegura.
Ejecutor 14 resuena con fuerza en México, dice el director, porque se ha llegado a una fase, a una etapa de no regreso en la historia contemporánea del país, ya que es la segunda nación más violenta del mundo, sólo después de Siria.
Por ello, es más que urgente preguntarse cuál es el origen de la violencia y este ensayo habla de eso, invita al espectador a desmenuzar las razones por las cuáles un ser humano sensible y amoroso puede poco a poco car en el abismo y transformarse en una bestia sanguinaria.
Encuentros fortuitos para hablar de la guerra
El actor que le dará vida al protagonista es el sonorense Osvaldo Sánchez, quien durante 90 minutos representará la tragedia del ser humano que lo pierde todo. Al igual que Psalmon, el histrión tenía el deseo de hacer algo con este texto cuando lo leyó hace 20 años.
El deseo y la inquietud de los artistas los llevó a un encuentro fortuito entre Sánchez, Psalmon y Hakim, quien a decir de los dos primeros, es el gran protagonista del proyecto. El otro gran personaje central de la puesta es el diseño sonoro, que realizó Daniel Hidalgo Valdés, ganador del Ariel por la cinta Amores Perros.
Hidalgo Valdés aleja su diseño sonoro del mundo bélico para explorar el interior de los personajes, así que logró conectar las bocinas del teatro al corazón y al alma de los intérpretes. Es un ejercicio que regresa a la esencia del acto teatral, donde lo que importa es lo qué se dice y quién lo dice.
El soldado en escena está haciendo un acto de confesión y fragilidad, de un hombre común, nutrido por los superhéroes de su infancia, lleno de sueños y de ilusión, hasta que todo se derrumba y se convierte en un mar de sangre y tristeza.
El espectador, por su parte, presencia el recorrido por la existencia de este hombre que comparte su proceso de transformación y de deshumanización, y busca reconstruirse a través de la palabra que le da el teatro.
“No, de niño no era cruel. A las ranas no les cortaba las patas de atrás, no arrancaba las alas de las moscas, aunque no les duela. Hasta los gatos me daban mucho miedo, son crueles —pensaba— con sus ojos penetrantes y sus garras terribles y cómo de pronto son tranquilos y se ponen a caminar y a atacar, ya no me dan miedo los gatos, todo eso quedó atrás”, es uno de los diálogos que dice Sánchez.
Ejecutor 14 es un intento de redención, de pacificación, es una obra que se construye en un momento donde la sociedad necesita encontrar la paz, pero para hacerlo primero tiene que entender el suelo que pisa.
“Necesitamos ver la nieve derretirse bajo nuestros pasos para poder encontrar un camino, una posible salida y este texto nos recuerda el universo en el que vivimos para, quizá, juntos, actores y espectadores, hallar un desenlace”, dice.