Cuando la pandemia de COVID-19 llegó a México y paró todas las actividades, la gente pensó que todo regresaría a la normalidad en dos meses, como había pasado en 2009 con la influenza H1N1; sin embargo, la historia fue otra, y a más de un año y siete meses, apenas parece que se vislumbra una luz al final del camino. Durante esta etapa, el actor y conductor Horacio Villalobos tuvo que suspender la temporada de su obra Los chicos de la banda, que se presentaba en el Teatro Xola e, incluso, llegó a pensar que no podrían regresar a los escenarios con este montaje.
“Pilar Boliver, la directora de la obra, quien es muy inteligente, me decía ‘el teatro ha resistido tantos embates de la vida, ¿tú crees que no va a resistir una pandemia?’, y mira, volveremos el próximo 22 de octubre al teatro de manera presencial”, comparte Villalobos, en entrevista con Reporte Índigo.
Los chicos de la banda es una obra de 1968, que en su momento fue todo un escándalo, pero ayudó a que al año siguiente ocurrieran las revueltas de Stonewall, que dieron origen a las marchas del orgullo lésbico-gay, como se conocían en ese entonces.
La obra también se montó en los años 70 y hubo problemas terribles, ya que los corrieron del teatro, porque consideraban que era una obra de maricones. Desgraciadamente, a más de 50 años de su estreno, las circunstancias no han cambiado tanto.
“Lo que sí promuevo es que cada quien se acepte, y lo hago con todo mi corazón, porque se siente bien a gusto salir del clóset y tienes menos talones de Aquiles”, afirma Horacio.
La trama se ubica en Nueva York, en 1968, y trata de una fiesta que organiza Michel (Horacio Villalobos) para su mejor amigo Harold (Constantino Moran), a la que están invitados todos sus amigos homosexuales, el problema es cuando llega un heterosexual, que no estaba invitado, en un momento de borrachera y baile; él representa a la sociedad entrando a este mundo, y de ahí se empieza a detonar una serie de eventos muy fuertes, se convierte en un campo de batalla.
“En el 68, en Nueva York, el ser gay era una enfermedad considerada por los doctores y un delito; sin embargo, la obra es muy divertida, es una comedia, porque, la verdad, el humor gay sí es fantástico, debemos de reconocerlo, ya que es un humor muy oscuro que viene del dolor de uno y por eso es más impactante, es un humor que yo amo, porque además estoy feliz de ser un hombre homosexual”, confiesa Villalobos.
Los chicos de la banda, una obra para todos
A pesar de que Los chicos de la banda es un proyecto que beneficia a más de 30 familias, Horacio Villalobos afirma que la gente no debe ir al teatro por hacerles el favor, sino porque tiene que pasarla muy bien viendo obras buenas y, para él, esta lo es, por lo que promete que el público saldrá riendo y con el corazón lleno.
“Sí, muchas familias dependen del teatro, por supuesto, hay personas que elegimos esta profesión, es difícil el teatro, pero es maravilloso, en verdad tiene algo que hace que a pesar de que no es un negocio típico, sabes cuándo empiezas, pero no cuándo terminas; es decir, el teatro tiene muchas cosas, pero cuando te va bien, ¡híjole, es fantástico!, por eso creo que tantos y tantas nos hemos vuelto adictos a hacer teatro”, considera.
Una parte interesante de la obra es cuando empiezan a jugar ruleta rusa con un teléfono y los personajes tienen que llamarle a la persona de la que siempre han estado enamorados, quien evidentemente es un hombre; entonces, todos son llevados al límite en una situación muy cruel, como en una especie de psicoanálisis, pero todo desde la comedia.
Los chicos de la banda es una obra, considera Horacio, que todo mundo tiene que ver, porque no es teatro gay, es una pieza importantísima de la dramaturgia del siglo XX, específicamente de la estadounidense, que también habla sobre los secretos, las mentiras, la falta de empatía y los vicios.
Una de las mayores satisfacciones que le ha dejado este trabajo a Horacio han sido los aplausos de pie que han recibido, los cuales se han ganado dando el alma en el escenario. Al igual que esta, Un corazón normal o Un acto de Dios, piezas que recientemente produjo y en las que participó Villalobos, están construidas para que, si se hace bien, acaben con aplausos de pie.
Donald (Alfonso Soto), uno de los personajes de Los chicos de la banda, dice que “nada sucede por accidente” y así entiende Villalobos el camino que ha recorrido, el cual ha sido guiado por su vocación, que desde niño la tenía clara y sabía que quería hacer teatro.
“Recuerdo que Manola Saavedra, una de las personas más inteligentes que he conocido en mi vida, una mujer que adoré, que me enseñó muchísimo y que me formó como actor, decía que en la vida pasaba cierto número de trenes y que había que subirse a alguno, porque si no, los trenes dejaban de pasar”, comenta.
Así que Horacio se subió al suyo y entendió que nadie más le iba a traer el papel de su vida, sino que él tenía que buscar sus oportunidades, abrirse camino, ser autosuficiente y crear sus propios proyectos, los cuales han visibilizado a la comunidad LGBT+.
“Nunca fue mi intención, lo que yo quería con Desde Gayola (programa de televisión) era hacer los chistes que a mí me parecían simpáticos, entonces, al ser gay, obviamente había algo que tenía que resolver, pero la gente que trabajó ahí no fue por su identidad de género o su preferencia sexual, sino por su talento. No fue a propósito, sino fue algo que necesitaba hacer, porque no busco un reconocimiento al respecto”, señala.