Acudir a un bar es como lanzar una moneda al aire. Nunca se sabe qué deparará la noche. Y mucho menos con el alcohol de por medio. Pero al menos hay dos escenarios casi seguros: el hombre borracho (“malacopa”), o el “intenso” que quiere propasarse con una mujer. O, mejor dicho, el que las acosa y/o agrede sexualmente.
Pero contrario a lo que comúnmente se cree, los hombres agreden sexualmente a las mujeres en un bar no porque están pasados de copas, sino porque su blanco de ataque se encuentra en una posición vulnerable, es decir, porque ellas están ebrias.
Así lo concluyó un estudio encabezado por Kathryn Graham, investigadora del Centro de Adicciones y Salud Mental de la Universidad de Toronto.
Esta investigación se basó en las observaciones y narraciones descriptivas de mil 57 incidentes de agresión que fueron registrados durante mil 334 visitas realizadas a lo largo de dos años a cerca de 120 bares y discotecas en Toronto.
“Las mujeres que están más embriagadas pueden ser vistas como blancos más fáciles o más culpables, o como objetivos menos capaces de resistir”, comentó Graham.
“Y esto puede ocurrir por varios motivos”, agregó la doctora Jeanette Norris, investigadora científica del Instituto de Alcohol y Abuso de Drogas de la Universidad de Washington y coautora del estudio. “Por ejemplo, al atacar a mujeres indefensas es menos probable que el agresor sea detenido o sufra consecuencias como resultado de sus acciones. Estos hombres son los oportunistas extremos”.
De los incidentes observados, 258 (24.4 por ciento) incluyeron algún tipo de agresión sexual, de acuerdo a un comunicado.
También se consideraron datos adicionales como género, intoxicación por alcohol, intenciones y evaluaciones respecto a la invasión y persistencia de los agresores.
Otro hallazgo del estudio, cuyos resultados serán publicados en mayo en Alcoholism: Clinical & Experimental Research, fue que la mayoría de los incidentes “parecían ser acoso de tipo intencional o agresiones perpetradas como diversión o satisfacción propia de la persona que se insinuaba o para el entretenimiento de sus amigos”.
Además, se documentaron las respuestas de las víctimas y la intervención de terceros rara vez se observó, al menos por parte del personal de los bares.
A decir de las investigadoras, esto sugiere que en el “ambiente altamente sexuado característico de muchos bares”, la agresión sexual es una conducta generalmente aceptada.
“Si un extraño se acerca a una mujer, la agarra de la cintura y frota su ingle contra ella en una cafetería de la universidad o en el metro, esta probablemente llamaría a la policía. En un bar, una mujer solo intenta alejarse del hombre”, apuntó Norris.
Por lo tanto, Kathryn Graham y Jeanette Norris consideran que podrían adoptarse ciertos cambios o medidas en programas encaminados a reducir este tipo de agresiones en los bares como, sugirió Graham, “evitar la presencia de personal de seguridad masculino, que particularmente promueven las normas de masculinidad (…)”.
Norris precisó que también se debe entrenar al personal para intervenir cuando sea necesario: “primero, una advertencia, pero si el comportamiento persiste, se pedirá o forzará a la persona que abandone el lugar”. A los hombres se les tiene que dejar en claro que su agresión sexual tendrá consecuencias.
“Además, las mujeres tienen que aprender a superar los mensajes que pudieron haber recibido en su vida temprana acerca de ser respetuosas o de no querer causar vergüenza o ‘crear una escena’”, continuó Norris. “A las mujeres se les necesita enseñar a valerse por sí mismas, a reconocer que un hombre sexualmente agresivo es alguien que tiene un problema y que en él debe caer la responsabilidad para detener su comportamiento inaceptable”.