Sobre aviso no hay engaño

México es el primer lugar en obesidad a nivel global, con una prevalencia de 32.8 por ciento de adultos obesos. Ese dato es bien sabido y se han puesto en marcha campañas para combatir esta amenaza de salud pero, ¿por qué las cifras siguen en ascenso?

Eugenia Rodríguez Eugenia Rodríguez Publicado el
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trillones de dólares le cuesta al mundo la epidemia de la obesidad
Expertos piden a los gobiernos que promuevan políticas para regular el mercado de los alimentos
"La salud y el derecho a la alimentación deben estar por encima de los intereses comerciales"
Alejandro CalvilloDirector de El Poder
del Consumidor

México es el primer lugar en obesidad a nivel global, con una prevalencia de 32.8 por ciento de adultos obesos. Ese dato es bien sabido y se han puesto en marcha campañas para combatir esta amenaza de salud pero, ¿por qué las cifras siguen en ascenso?

Entre sedentarismo y malos hábitos alimenticios caracterizados por un alto consumo de grasas, bebidas azucaradas, sal y harinas refinadas, cada vez crece más la circunferencia de la cintura de los mexicanos y, con ello, los casos de niños y jóvenes que padecen enfermedades crónicas asociadas con la obesidad y el sobrepeso, como la diabetes, el cáncer, la hipertensión y males cardiovasculares. 

De acuerdo a la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición 2012, la prevalencia a nivel nacional de obesidad y sobrepeso en niños de entre cinco a 11 años fue de 34.4 por ciento. Y de 35 por ciento en adolescentes, lo que equivale a 6.3 millones de mexicanos de entre 12 y 19 años.

Y a medida que se agudiza este problema de salud pública en el país, aumenta la carga económica para atender los padecimientos asociados con esta enfermedad. 

De ahí la importancia de ser consumidores informados es precisamente uno de los esfuerzos que Valeria Lozano, fundadora de Grupo Hábitos, considera clave en el proceso de crear conciencia de la verdadera importancia de adoptar, desde ya, hábitos alimenticios saludables. 

En entrevista exclusiva para Reporte Indigo, la activista en salud y promotora del Cambio de Hábitos para una mejor calidad de vida, subraya la necesidad de “saber lo que realmente incluyen los alimentos altamente procesados, conocer sus ingredientes baratos y la repercusión que estos tienen en nuestra salud y sobre todo limitar el acceso a los mismos, ya que, por ejemplo, los productos chatarra están gobernando las escuelas de nuestro país”. 

“Están en todos lados, a precio accesible con diseños llamativos y con publicidad confusa (…)”, lo que no hace más que facilitar su consumo a aquellos consumidores que no están informados, pues “cualquiera pensaría que ‘no se puede vender algo que esté comprobado que contenga ingredientes que nos haga daño’”, dice Lozano. Además, son productos chatarra que “cumplen con estar a la mano, a buen precio y su publicidad promete atributos que la mayoría de las veces no los cumple”.

Y es que, en México, el costo de la epidemia de la obesidad rebasa los 85 mil millones de pesos anuales, de acuerdo al estudio titulado “Kilos de más, pesos de menos: los costos de la obesidad en México”, realizado por el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO). Esta cifra representa solo los costos por muerte prematura, tratamientos e incapacidad laboral de quienes padecen diabetes mellitus tipo 2 (la forma más común de la enfermedad). 

La Federación Internacional de Diabetes (IDF, en inglés)  estima que en 2013 se registraron más de 8 millones de casos de diabetes mellitus en México. Y se espera que esta cifra aumente a aproximadamente 16.4 millones para el 2030 –17.6 por ciento de la población adulta–. 

En un estudio publicado en 2013 en la revista científica Public Health Nutrition, investigadores del Centro de Investigación en Nutrición y Salud del Instituto Nacional de Salud Pública (INSP), en colaboración con la Fundación Mexicana para la Salud (Funsalud) y otras instituciones internacionales, se documenta por primera vez el impacto en la salud y la carga económica de la obesidad en México en base a tres encuestas nacionales. 

Se calculó que en 2010, el gasto derivado de 13 enfermedades asociadas con la obesidad para el país fue de alrededor de 806 millones de dólares. Y se proyectó que dicha cifra aumentará a 1.2 mil millones de dólares para 2030 y 1.7 mil millones de dólares para 2050. 

La investigación encontró que una reducción de uno por ciento en la prevalencia de obesidad según el índice de masa corporal (IMC) podría ahorrar 43 millones de dólares en 2030 y 85 millones de dólares en 2050. 

“Las tasas de obesidad en todo México son alarmantes”, concluye el estudio. Estos hallazgos contribuyen a enfatizar “la necesidad de contar con datos de vigilancia de mejor calidad e intervenciones de salud pública eficaces para frenar el aumento de las tasas de obesidad. Sin éstos, los costos de la obesidad colocarán una enorme carga financiera para el sistema de salud pública”. 

A transformar la alimentación 

Tanto en México como a nivel global, la obesidad debe atacarse de forma urgente. Por sí solo, este grave problema de salud pública tiene un impacto económico mundial de aproximadamente 2 trillones de dólares, lo que equivale al impacto global producido por el tabaquismo o por la violencia armada, la guerra y el terrorismo, según un reporte publicado por el Instituto Global McKinsey.

Y no solo eso. Una pobre alimentación contribuye a más de 11 millones de muertes anuales a nivel mundial, además de ser el principal factor de riesgo de muerte en el mundo, señala un artículo publicado por Consumers International (CI), que en el marco del Día Mundial de los Derechos del Consumidor hace un llamado a la Organización Mundial de la Salud (OMS) para crear un Convenio Marco Internacional para Proteger y Promover la Alimentación Saludable. 

“Este no es solo un problema de países ricos”, señala la asociación mundial de grupos de defensa de los derechos de los consumidores. “Enfermedades relacionadas con la dieta, como el cáncer, la enfermedad cardiovascular y la diabetes están aumentando mucho más rápido en economías en desarrollo y solo en 2013 causaron que más de 8 millones de personas murieran antes de los 60 años en países de bajos y medianos ingresos”. 

“Necesitamos una transformación global en la forma en que comen las personas. Los consumidores no solo necesitan el derecho a la alimentación; necesitan el derecho a la alimentación saludable”. 

A la petición del tratado global, que se basa en una idea similar al Convenio Marco para el Control de Tabaco de la OMS, se han sumado más de 330 expertos internacionales y organizaciones de la sociedad civil, en una Carta Abierta co-redactada por CI, del que el Poder del Consumidor en México forma parte.

El documento, que fue enviado el día de ayer a los líderes de la OMS y la Organización para la Agricultura y la Alimentación de Naciones Unidas (FAO, en inglés), previo a la Segunda Conferencia Internacional sobre Nutrición (ICN2) que se realizará esta semana en Roma, enfatiza que “para lograr el mejoramiento necesario en la dieta y asegurar la buena salud de la población, se requiere un conjunto de medidas políticas para una alimentación sana”.

Lo que implica que “los gobiernos promuevan políticas para regular el funcionamiento del mercado a través de, por ejemplo, restricciones en las estrategias de marketing dirigidas a los niños, información complementaria, límites a los contenidos de grasa saturada, azúcares añadidos y sodio de los alimentos, eliminación de las grasas trans de origen industrial (…) y evaluaciones de impacto de la salud pública en políticas comerciales y de inversión”, entre otras medidas. 

Con información, no hay falla

Valeria Lozano, que también es Health Coach por el Instituto for Integrative Nutrition (INN) agrega que además de la importancia de ser consumidores informados y comprometidos con nuestra propia salud, también es crucial “tener la mente abierta al cambio, ya que muchas veces nos cerramos pensando que siempre se ha comido tal o cual cosa y no hacía daño, pero la calidad, ingredientes, producción en serie y costos, han hecho que eso que antes no hacía tanto daño ahora se convierte en una bomba de azúcar: (alimentos) refinados, grasas trans e ingredientes artificiales que merman nuestra salud”.

Difícil será convencer a una persona de dejar el refresco si ésta no se convence a sí misma de los daños que este hábito nocivo tiene para salud. 

A decir de Lozano, no hay mucho que se pueda hacer realmente para cambiar la salud de una persona si ésta prescinde de convicción, —e información. 

“Así como hay personas que al tener cierta enfermedad cambian radicalmente su vida en cuestión de hábitos, así también existen personas que tienen enfisema pulmonar y siguen fumando. O en el caso de la alimentación, les diagnostican diabetes y comen a escondidas lo que saben que no deben”. 

‘Back to basics’ 

Comer sano no tiene por qué estar fuera del alcance de tu bolsillo, ni es un lujo exclusivo para quienes tienen recursos. Alimentarse sanamente tampoco significa tener la alacena llena de productos orgánicos. 

Es solo una falsa creencia –¿o excusa?– que limita a muchos de llevar una alimentación balanceada. Lozano apuesta por “regresar a lo básico”. 

“Realmente las frutas, verduras, arroz, frijoles, maíz, garbanzo, agua natural etcétera, no son caros, y no se tiene que comprar todo orgánico o nada”, expresa. “En México aún encontramos las frutas y verduras a precios justos y accesibles que pueden ser comparables con productos procesados”. 

“Cuando se puede comprar orgánico, ¡qué bien! Pero eso no tiene que ver con la salud”. 

De hecho, que el empaque de un alimento incluya la palabra “orgánico” no significa que éste sea saludable, “ya que también existen productos altamente procesados que están certificados como orgánicos”, asegura.

Pone el ejemplo de una amplia variedad de cajas de cereal que “venden el ‘sello’ de certificación (orgánico) y no dejan de ser un producto procesado que igual dificulta la digestión y tiene impactos en la salud”. 

Y lo barato sale caro. Lozano advierte que aún cuando llevar una alimentación natural compuesta de dichos básicos exceda el presupuesto familiar, “ese aumento se verá triplicado (a la inversa) en ahorro al dejar de asistir a consultas, evitar medicamentos, malestares. Los alimentos altamente procesados no son tan baratos cuando se les suma el costo de medicamentos, consultas, malestares, faltas al trabajo o escuela y todo lo relacionado con las enfermedades derivadas de su alto consumo”. 

“Nuestra salud es nuestra responsabilidad. Y ser un consumidor informado en la actualidad es básico, ya que tristemente estamos en un momento en que las  utilidades de las empresas se sobreponen al bienestar y salud de los consumidores”. 

No le eches la sal

El aguacate sin sal no es lo mismo. Pero un cuerpo sano en contraste con uno enfermo, también es diametralmente opuesto, así que piénsalo dos veces antes de agitar el salero sobre tus alimentos. De acuerdo a la asociación Consumers International (CI), el consumo de sal diario debería limitarse a 6 gramos, ya que ésta es la causa de 2.5 millones de muertes al año.

Actualmente, las personas consumen entre nueve y 12 gramos de sal al día, casi el doble de lo recomendado por la OMS, que recomienda entre 5 y 2 gramos para los niños que tienen entre dos y 15 años.

A principios de esta semana, usuarios de todo el mundo pidieron a la OMS a través de la Red que se realice una especie de convenio para que se implementen políticas para disminuir la cantidad de sal y azúcar que consumen las personas a nivel global. O bien, que los empaques de los alimentos incluyan información necesaria para los consumidores.

Branka Legetic, asesora de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) de la OMS, dice que “la mayoría de nosotros ni siquiera somos conscientes de la cantidad de sal que comemos. Eso se debe a que la mayor parte de la sal que consumimos está oculta en los alimentos procesados. Una parte de la solución es que la industria de alimentos procesados reduzca la sal en sus productos. La otra parte es usar menos sal en la cocina y que los niños coman más alimentos frescos preparados en casa”.

Del 16 al 22 de marzo de celebra la Semana de Sensibilización sobre la Sal, en la que la OMS recomienda disminuir la cantidad de sal que se le proporciona a los alimentos de los niños, pues un alto consumo de este ingrediente durante la infancia repercute sobre la presión arterial y predispone a los pequeños al riesgo de padecer asma, osteoporosis, hipertensión, obesidad y cáncer de estómago. 

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