El 4 de agosto del 2002, Abel Ochoa asesinó en el barrio de Oak Cliff en Dallas, Texas, a su esposa, a sus hijas de 7 años y 9 meses, a su suegro y a su cuñada.
Casi 18 años después, la ejecución del nacido en Vicente Guerrero, Durango, revivió el drama y el dolor.
Imelda García, reportera de Al Día Dallas y excolaboradora de Reporte Índigo se convirtió en la memoria de la tragedia y en los ojos de la sociedad.
Llegó al caso por casualidad, leyendo la página de la Oficina de Justicia Criminal de Texas. Se dio cuenta que en el calendario de ejecuciones se encontraba un nacido en México por lo que comenzó con la investigación documental hasta reconstruir con notas periodísticas, documentos de la Corte y archivos la noche del multihomicidio.
“Comencé a darme cuenta que la historia estaba fragmentada entre varios archivos, en una primera parte reconstruí lo que pasó el día del crimen. En una segunda parte investigué cómo era la vida de los presos condenados a muerte y me di cuenta que están aislados, que no pueden tocar a nadie. Reconstruí la historia de Abel a partir de saber como era vivir en confinamiento”, comenta a Reporte Índigo.
A partir de ahí, Imelda, se dio cuenta que la herida seguía abierta y comenzó a recibir correos de personas cercanas al caso, aunque ninguno quiso hablar.
“Intenté hablar con la sobreviviente, con uno de los hermanos, di con mucha gente y nadie quiso hablar. Es una herida que nunca cerró para nadie, siempre estuvo abierta.
“Fuimos los únicos (Al día Dallas) que comenzamos a publicar la historia, la reconstrucción y todo. Recibí varios mensajes de gente que recordaba el caso, de gente que vivía cerca e incluso una persona me contó que llegó a vivir en esa casa tres años después y que era horrible porque veían a la niña. Se revivió el caso”, agrega.
Imelda, además fue la única reportera hispana en acudir a la ejecución de Abel Ochoa el pasado jueves, desde ahí pudo atestiguar el dolor, la crueldad y se convirtió en los los ojos de Dallas.
“Con esa objetividad que tu llegas (como periodista) te das cuenta de que ver morir a una persona es una cosa espantosa. No es que se romantice al delincuente, porque el cometió una falta tremenda, pero el castigo es inhumano. Yo cuando lo vi estaba muy asustado, con mucha adrenalina, estaba tranquilo y resignado pero se le veía la mirada llena de miedo.