Desde el origen de la crisis a la cultura
El académico Ignacio Irazuzta afirma que para entender el contexto y permeabilidad de la palabra crisis en la cultura y arte mexicanos, es necesario ir a la génesis del concepto
Julio RamírezComo un inmigrante proveniente de Argentina en 2002 a causa de la crisis económica provocada por la devaluación de su moneda y el PIB, es como el doctor en ciencias sociales Ignacio Irazuzta llegó a México y rehizo su vida en Monterrey. El ahora profesor del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey, explica con detenimiento cómo es que para entender el contexto y permeabilidad de la palabra crisis en la cultura y arte mexicana, es necesario ir a la raíz, ya que la sociología misma está fundada en este principio.
Tras dar un repaso a los autores mexicanos que han impregnado en sus letras el paso de la precariedad y el reflejo social de su época que evidentemente dejó la huella de una crisis, Irazuzta reconoce en los libros de Juan Rulfo, de José Emilio Pacheco, Octavio Paz, Carlos Monsiváis y de Jorge Ibargüengoitia la mano de la catarsis social de un país con dificultades y desigualdades.
Los reflejos universales de la crisis en la cultura
Irazuzta se empapó desde Sudamérica con ejemplos audiovisuales que lo marcaron para su estudio de la sociología. Recuerda la película “Los hijos de Sánchez” (1978) que está basada en la obra etnográfica del antropólogo estadounidense Oscar Lewis. El largometraje fue estelarizado por un reparto mexicano ejemplar, Anthony Quinn, Dolores del Río, Katy Jurado y Lucía Mendez.
En la ficción se deja en claro el concepto “la cultura de la pobreza”, acuñado por Lewis, además de que Quinn interpreta a Jesús Sánchez, un campesino machista y abusador que intenta ser el sustento económico de su familia en una zona marginada de la Ciudad de México.
Pero sin duda, algo que subraya como el ejemplo clásico de la normalización de los aprietos económicos, es la comedia hecha por Roberto Gómez Bolaños en la televisión, en específico la que permeó a toda Latinoamérica cuando inició transmisiones en 1971: “El chavo del 8”.
“Yo también crecí con ‘El chavo’, desde Argentina, con otra visión, viendo claramente otra cultura, porque los personajes no eran de la mía, pero evidentemente algo reflejaría también para que yo lo pudiese recibir desde un lugar tan distante”, recuerda el sociólogo.
A seis años de haber iniciado el programa, el reparto completo viajó a América Latina, abarrotando estadios y teniendo un recibimiento con calidez de la gente, demostrando que esto además era el espejo de una sociedad de clase media baja en México, pero que se convirtió en universal para parte del continente, ya que alrededor de 350 millones de personas veían “El Chavo del 8” en 1975.
El pulso de la indignación
El cine documental hecho en México es un persistente refrendo del déficit socioeconómico y político de lo que sucede en la República: miradas hacia el narcotráfico, la gentrificación, la desigualdad, entre tantos temas más, son lo que día a día se produce en el séptimo arte de no ficción.
Desde que comenzó en el sendero de la creación artística audiovisual, Everardo González ha encontrado historias que son el pulso de la indignación, subrayan la impunidad, y muestran la degradación social del país.
Esto se puede ver con su ópera prima “La canción del pulque” (2003) y el resto de su filmografía como “Los ladrones viejos” (2007), “Cuates de Australia” (2011) y la lista continúa.
Al documentalista de 49 años constantemente le han cuestionado qué tipo de cine habría dirigido de haber nacido en otra latitud, este pensamiento hipotético prefiere descartarlo porque sabe que en su realidad tiene que producir películas en las que nunca llegan las buenas noticias.
La sociedad de los luchones
Constantemente se destaca que en México se sale adelante pese a las adversidades económicas y gracias al ingenio.
González ve que solo nos queda adjetivarnos como luchones, lo que ha resultado en un malestar generalizado con el paso del tiempo, porque se ha normalizado que esta condición sea nuestro constante pasado, presente y posible futuro, resultando en una falsa solidaridad, unión y comunión en el proyecto de país.
“Es la cantaleta de siempre, yo personalmente estoy un poco cansado, me parece como porra de futbol, lo luchones que somos, cuando veo todas las contradicciones, ¿por qué tenemos que ser la sociedad de los luchones? Cuando permanentemente vemos que las decisiones de los gobiernos en general lo único que buscan es el ejercicio del poder”, insiste el documentalista.
En lo que respecta a la cultura y el desarrollo de la misma en México, él observa que durante los últimos 15 años ha vivido en una constante crisis, y esto se manifestará en las generaciones de los nuevos creadores.
“Que no nos vengan a decir que nunca se había apoyado a la cultura como hoy, efectivamente, nunca se había apoyado de la manera tan mediocre como se está respaldando hoy la cultura y todo, en fin, compren muchos pinches cachitos del boleto de la lotería del avión presidencial”, dice González con sorna y pesadumbre.