Una injusticia por vender juguete

En medio de la etapa más cruda del narcotráfico en Nuevo León, Gilberto Lugo vivió dos años encerrado en el Topo Chico por un crimen que no cometió.

Siendo inocente, en el penal tuvo que presenciar desde granadazos hasta motines

Pero hoy ya se prepara para recibirse de abogado.  

Gilberto es un joven de 25 años, con un semblante tranquilo y sereno que contrasta con su elevada estatura. 

Gizéh Jiménez Gizéh Jiménez Publicado el
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"Se maneja mucho la extorsión, vi muchos asesinatos, los presencié, no puedes vivir, no puedes ni dormir porque no sabes si puedes amanecer al siguiente día"
Gilberto LugoCumple un año en libertad
http://youtu.be/v5gdk-bbLb8

En medio de la etapa más cruda del narcotráfico en Nuevo León, Gilberto Lugo vivió dos años encerrado en el Topo Chico por un crimen que no cometió.

Siendo inocente, en el penal tuvo que presenciar desde granadazos hasta motines

Pero hoy ya se prepara para recibirse de abogado.  

Gilberto es un joven de 25 años, con un semblante tranquilo y sereno que contrasta con su elevada estatura. 

Después de que su padre falleciera, Gilberto heredó el negocio familiar que consistía en un puesto ambulante de juguetes, el cual instalaba cada día de la semana en un mercado diferente en su colonia.

A los 22 años, Gilberto tuvo que dejar los estudios para dedicarse de lleno al trabajo y apoyar a su viuda madre. 

Sin embargo, el destino le tenía preparada una mala jugada.

A finales de noviembre del 2011, cuatro unidades de la Policía Ministerial llegaron al hogar de Gilberto.

A empujones y golpes lo sacaron de su habitación.

Gilberto refiere que en ningún momento mostraron una orden de aprehensión o de cateo, ni siquiera le decían el motivo de la detención.

Sólo repetían una y otra vez “¿Dónde están los carros?”, “¿Dónde los tienes escondidos?”, “¿Para quién trabajas?”, “Si no nos dices, te vamos a aventar a un río”. 

En medio de forcejeos, los ministeriales se lo llevaron a la Agencia Estatal de Investigaciones, ubicada en Gonzalitos, donde para sorpresa de Gilberto, se encontró a un viejo compañero de la secundaria que vivía a unas cuadras de su casa.

El viejo conocido estaba detenido junto a otras cuatro personas. 

Los oficiales argumentaron que el joven reconocía a Gilberto, por lo que éste era culpable de lo que se le imputaba, delito que hasta ese momento desconocía. 

“Me muestran a mi compañero (de secundaria) y a tres personas más, dos mujeres, y le preguntan a él si me conoce y les dice: ‘no pues que sí’, y me dicen ‘ya ves, ahí andabas, andabas con ellos’.

“Después comenzaron a torturarme, me pusieron una bolsa (en la cabeza), me dieron de toques, con el bate, fue una tortura fuerte”, recuerda Gilberto.

Al joven lo relacionaron con una banda delictiva porque en junio del 2011, su excompañero de secundaria le compró una pistola de postas en el puesto de juguetes que manejaba.

Y después esa pistola fue utilizada para asaltos y robos por el excompañero de Gilberto, un hombre y dos mujeres más.

Sin embargo, la detención de Gilberto no se dió hasta cinco meses después de la transacción. 

“Todos ya se habían firmado confesos, pero yo no y bajaban a torturarme, querían que yo firmara que era el cabecilla de la banda, yo no me fui confeso.

“Al día siguiente nos presentan ante los medios, luego nos llevaron al CEDECO y para el 3 o 4 de diciembre yo ya estaba internado en el Topo Chico”. 

Gilberto expresa que desde ese momento comenzó un nuevo calvario, pues los internos pertenecientes a un grupo delictivo controlaban el penal y le pedían una cuota de 50 mil pesos para poder utilizar las áreas comúnes.

Además, debido a la sobrepoblación tenía que dormir en un pasillo, pues no había celdas suficientes. 

“Llegas y ahí se maneja la justicia de los que autogobiernan adentro del cereso, gracias a dios se me da la oportunidad de ser asesor de computación, para dedicar mi tiempo en algo que me ayudara a despejar mi mente, porque cuando llegué estaba en shock, jamás había sido detenido ni por la Policía, jamás había estado ni en una demarcación”. 

Gilberto ocupó el puesto de asesor de computación, en donde recuerda que su mayor alegría es que realmente los internos sí aprendían y le daban el reconocimiento como profesor. 

Después de un año Gilberto entró como capturista en el departamento laboral, donde convivía directamente con personal externo.

El joveno recuerda que en su etapa en el penal le tocó vivir desde motines hasta granadazos, inclusive, una de esas granadas cayó en su dormitorio, pero él se encontraba en la iglesia. Sus compañeros de celda resultaron heridos por las esquirlas. 

“Se maneja mucho la extorsión, vi muchos asesinatos, los presencié, no puedes vivir, no puedes ni dormir porque no sabes si puedes amanecer al siguiente día.

“De hecho ahí finalizar un día es ganancia y amanecer otro día es una bendición”. 

La familia de Gilberto se acercó a la institución Renace, organización civil que facilita el acceso a la justicia a víctimas y acusados, quienes le asignaron una abogada que le consiguió la libertad. 

Al principio condenaron por robo calificado a Gilberto, por lo que le aplicaron una sentencia de seis años, sin embargo la abogada reunió las pruebas para demostrar la inocencia de su cliente y las injusticias en su proceso penal. 

Tramitaron un amparo indirecto contra el auto de formal prisión, pero les fue rechazado.Luego procedieron a una apelación en donde a los seis años de condena sólo le quitaron seis meses. 

La última opción de Gilberto fue un amparo directo, el cual fue aceptado, pero tocó en la misma sala que le negó el primer amparo y la apelación.

“Ya después de unos seis meses, yo estaba en el snack, eran como las 8 de la noche y me hablan me dicen ‘ven vámonos, ve a tu ambulatorio por lo que te vas a llevar, ya te vas’, me puse hasta chinito”, recuerda. 

Gilberto salió libre el 31 de octubre del año pasado. Hoy es auxiliar de seguridad en Soriana, donde trabaja desde enero del 2014, ha subido varios puestos y estudia por medio de la empresa la carrera en Derecho. 

Después de dos años de convivir entre violadores, asesinos y narcotraficantes en condiciones insalubres y por un delito que no cometió, Gilberto reflexiona: “Ese trago amargo ya no me atormenta como al principio, que no me podía adaptar, sin Renace yo no estaría aquí, pelearon por demostrar mi inocencia.

“Cambié demasiado, ahora soy más apegado a mi familia, tengo mi pareja y cambié mi vida, ya sólo veo por la comodidad de mi familia y me dedico al trabajo”, finaliza Gilberto.

Inocente, pasó dos años en prisión

Gilberto Lugo fue torturado y preso por vender una pistola de postas en un mercado ambulante.

> Junio 2011
Gilberto le vende una pistola de postas a un excompañero de la secundiaria y vecino de la colonia, en el negocio familiar de venta de juguetes en mercados rodantes. 

> Noviembre 2011
Policías ministeriales llegan a casa de Gilberto y mediante empujones y golpes, lo llevan a la Agencia Estatal de Investigaciones en Gonzalitos. Lo torturan para obligarlo a confesar. 

> Diciembre 2011
Sin declararse culpable, presentan a Gilberto y a la pandilla de ladrones de la que era integrante su excompañero de secundaria ante los medios. Una semana después lo internan en el Penal del Topo Chico. 

> Octubre 2013
Gracias a la organización Renace y al apoyo de su abogada, Gilberto sale libre el 31 de octubre, luego de dos años en prisión. 

> Enero 2014
Gilberto entra a laborar como elemento de seguridad en Soriana. En la actualidad ha ascendido varios puestos y ahora es auxiliar, también estudia por medio de la empresa la carrera en Derecho.

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