Un año atrás Brasil aparecía en el escenario mundial como el país de moda: había resistido los embates de la crisis global con pocos daños, su economía crecía, había pleno empleo y se preparaba para organizar el Mundial de 2014 y los Juegos Olímpicos de 2016.
Pero una ola de protestas desatadas en Sao Paulo por un pequeño aumento en el valor del pasaje de autobús sacó al gigante sudamericano de su ensueño y puso de relieve la profunda insatisfacción de la sociedad con el rumbo del país.
Indigo Staff