Durante dos meses, el Gobierno ruso los consideró piratas criminales. Pero el mundo los vio como mártires de la ecología.
Los 28 activistas de Greenpeace y dos periodistas, que primero fueron acusados de piratería y luego de vandalismo, pusieron los ojos de la comunidad internacional en las cuestionables prácticas de Rusia para extraer petróleo en el Ártico.
Pedro Pablo Cortés