La sociedad está dividida, la prensa no tiene papel, la escasez se agudiza, los dólares no se encuentran, las aerolíneas cancelan servicios, la inflación azota el bolsillo del venezolano y las manifestaciones ya cobran vidas. Tanto les falta que muchos aseguran en sus pancartas: “nos han quitado tanto que acaba- ron quitándonos el miedo”.

Desde la mañana ayer, miles de venezolanos “comenzaron a congregarse en los alrededores de Plaza Venezuela para iniciar una manifestación contra el Gobierno de Nicolás Maduro”, informó ayer El Nacional.

En los últimos días, los medios han enfocado su atención en la disputa entre el actual mandatario Nicolás Maduro y las hijas del difunto presidente Hugo Chávez, porque ellas no abandonan la Residencia Presidencial La Casona. 

Sin embargo, este conflicto refleja una realidad que vive el país desde que el comandante se fue a Cuba y falleció. Está ausente de cuerpo, pero jamás se ha ido de Venezuela.

A Barack Obama y a Raúl Castro los unió la partida del exlíder sudafricano Nelson Mandela, a Nicolás Maduro y a Henrique Capriles los estrechó la muerte de la ex Miss Venezuela Mónica Spear. 

El apretón de manos entre el sucesor de Hugo Chávez y el excandidato de oposición ocurrió ayer durante una junta de seguridad con los gobernadores estatales y alcaldes de las 79 ciudades más peligrosas de Venezuela, convocada por el presidente Maduro.

Los problemas económicos de Venezuela son tan agudos que el banco central dejó de difundir estadísticas por primera vez en la historia, lo que amenaza con aumentar aún más los costos crediticios en momentos en que el país tiene necesidades de financiamiento de 10 mil  millones de dólares.

Entre la desilusión y el alivio, las elecciones municipales de Venezuela dejaron una nación dividida entre la oposición y el oficialismo.

Los resultados que se tienen hasta ahora no respaldan los objetivos de los dos políticos más importantes de Venezuela. El presidente Nicolás Maduro esperaba consolidar su omnipotencia política, y el líder opositor Henrique Capriles deseaba que los comicios funcionaran como un golpe de opinión contra el oficialismo. Los dos se quedaron en el camino.